La natalidad desborda el valle del Nilo
Mubarak qued¨® en muy mala situaci¨®n ante su gente. "No esperaba este mal golpe de un pa¨ªs amigo como Estados Unidos", dijo. Sin darle tiempo para respirar, un avi¨®n de Egypt Air fue secuestrado sobre el cielo de Malta. El rescate del comando egipcio provoc¨® una carnicer¨ªa, y m¨¢s tarde, en febrero, se rebelaron miles de j¨®venes que hac¨ªan el servicio militar en la polic¨ªa.No, Mubarak no ha tenido suerte en los ¨²ltimos tiempos, y lo que es m¨¢s grave, ha sido incapaz de llenar el profundo foso que separa al poder del pueblo en su pa¨ªs. Si su nombre no despierta la antipat¨ªa que el de Sadat provocaba entre la izquierda y los integristas, tampoco es objeto de especial cari?o.
Los lectores de Lawrence Durrell, legi¨®n entre los occidentales que viven y trabajan en Oriente Pr¨®ximo, prefieren ver en Alejandr¨ªa el triste sino de Egipto. Hace unas semanas, con ocasi¨®n de la cumbre entre Mubarak y Sim¨®n Peres -entonces primer ministro israel¨ª-, algunos de ellos paseaban por paseo mar¨ªtimo de la ciudad fundada por el conquistador macedonio.
Miraban los soberbios edificios del modernismo levantino que flariquean el balc¨®n egipcio al Mediterr¨¢neo, y suspiraban como ante una amante decr¨¦pita. De modo invariable y cruel, todas las fachadas estaban no s¨®lo despintadas, sino cubiertas por una enfermiza costra gris. Las molduras se ca¨ªan a pedazos como afectadas por lepra, y la ¨²nica nota de color la daban las ropas tendidas en ventanas y balcones, testimonios de una modesta vida popular. Alejandr¨ªa, la Iskandariya ¨¢rabe, es, en efecto, un signo de la enfermedad de Egipto, de esa progresiva y, al parecer, inexorable ca¨ªda en el tercermundismo.
Pero el aut¨¦ntico es El Cairo; el polvo, el caos, el ruido, la pobreza y el agitado hormigueo de seres y veh¨ªculos de la m¨¢s populosa ciudad africana: la basura amontonada en los bazares de Jan el Jalili, a la sombra de la Universidad Al Azhar, orgullo del islam desde hace siglos; la muchedumbre, cientos de miles de personas, que habita en los cementerios; los vecinos que cuelgan como racimos de d¨¢tiles de los vacilantes autobuses; el joven que, sucesivamente, ofrece en la puerta misma del hotel Nile Hilton sus servicios de gu¨ªa, cambista o compa?ero de cama.
Jud¨ªas, pan y t¨¦
El Cairo, 14 millones de habitantes, tres veces m¨¢s que en 1970, alimentados en su gran mayor¨ªa con jud¨ªas, pan y t¨¦. Un grupo de europeos celebra una fiesta nocturna en un piso del barrio de Zamalek. Un tema obsesivo de conversaci¨®n es contar los d¨ªas, meses y a?os que quedan de estancia en Egipto, como en cualquier cuartel, prisi¨®n u hospital. El segundo es la situaci¨®n del mercado negro de divisas. "Yo he cambiado hoy el d¨®lar a 1,86 libras egipcias, ?y t¨²?", pregunta un invitado a otro. El cambio oficial es de 1,35 libras por d¨®lar, pero en numerosos comercios y en la misma plaza El Tahrir se puede conseguir mucho m¨¢s.
El tercer tema de debate en la fiesta puede formularse as¨ª: "?T¨² crees que esto reventar¨¢ por alg¨²n lado o, por el contrario, la resignaci¨®n, el fatalismo de los egipcios les impedir¨¢ salir a la calle y prender fuego hasta a la misma esfinge de Gizeh?".
Los cairotas soja tan lentos en prestar servicios -el habitual chuai, chuai (despacio, despacio) de los ¨¢rabes es para ellos norma de vida- como amables y voluntariosos. Sin embargo, su miseria se evidencia en la dificultad que tiene el extranjero de conseguir que le devuelvan el cambio cada vez que paga por una cosa. Embolsarse por este sistema 50 piastras (apenas 10 duros) puede resolver econ¨®micamente la jornada de un camarero o taxista.
Egipto se hunde, minuto a minuto, en la pobreza por una principal raz¨®n demogr¨¢fica. Ya son unos 50 millones los seres que viven en las orillas del Nilo, y, lo que es m¨¢s serio, cada nueve meses se les incorpora un mill¨®n de reci¨¦n nacidos. Esa natalidad da al traste con cualquier proyecto de desarrollo, aunque lo elabore el primer ministro Ali Lofti, reputado economista.
Crisis econ¨®mica
"Para el Gobierno del presidente Mubarak, una crisis econ¨®mica es casi inevitable en un futuro pr¨®ximo, y una mayor explosi¨®n pol¨ªtica, s¨®lo algo menos posible", escribe Paul Jabber en Foreing Affairs. Seg¨²n sus datos, las rentas procedentes del exterior descender¨¢n este a?o un tercio en relaci¨®n al precedente, desde los 9.600 millones de d¨®lares de 1985 a unos 6.600 millones.
La baja es general. Disminuyen los ingresos procedentes del turismo, porque los occidentales, sobre todo los norteamericanos, temen viajar a Oriente Pr¨®ximo. Y tambi¨¦n las remesas enviadas por los 2,5 millones de emigrantes egipcios, la mayor¨ªa en los pa¨ªses ¨¢rabes del golfo P¨¦rsico.
La ca¨ªda de los precios del petr¨®leo es culpable de ello, y tambi¨¦n del descenso de los ingresos procedentes de la explotaci¨®n del canal de Suez, lo que hace peligrar las enormes inversiones egipcias en profundizarlo y ensancharlo. Y claro, se hunden tambi¨¦n las entradas por las exportaciones de petr¨®leo egipcio.
Todo ello se le viene encima a un pa¨ªs con una deuda exterior de 31.000 millones de d¨®lares, que importa dos tercios del cemento que consume y la mitad de sus alimentos. Un pa¨ªs donde la producci¨®n agr¨ªcola -limitada, porque s¨®lo el 4% del territorio, las riberas del Nilo, es habitable y cultivable; el resto es puro desierto- progresa menos r¨¢pidamente que la poblaci¨®n (el 2%, frente al 2,6%).
Integrismo isl¨¢mico
Al fondo est¨¢ el integrismo isl¨¢mico, principal opositor al r¨¦gimen, que gracias; a la democratizaci¨®n emprendida por Mubarak ha conseguido colocar un pu?ado de diputados en el Parlamento.
El Gobierno asumi¨®, en el verano de 1985, el control de todas las mezquitas, en un intento de separar a los radicales de sus bases. Ahora nadie puede dirigirse a los fieles durante la oraci¨®n del viernes sin un permiso del Ministerio de Bienes Religiosos.
Pero, pese a esa medida y a las abundantes de tipo policial; pese a que el pasado mayo muriera el ¨²ltimo representante de la vieja guardia de los Hermanos Musulmanes, el Jeque Omar Telmesani, los partidarios de aplicar la charia -la ley isl¨¢mica- en todos los aspectos de la vida p¨²blica egipcia crecen de d¨ªa en d¨ªa. Particularmente fuertes en la universidad de Assiut (350 kil¨®metros al sur de El Cairo), sus nuevos dirigentes son el jeque Mahallaui y el predicador ciego Omar Abderahrne. Su lema para Egipto es simple, y est¨¢ por ver si los desheredados del Nilo lo adoptaran con el mismo entusiasmo que los iran¨ªes: "Ni jud¨ªo ni cristiano, ni socialista ni capitalista, ni oriental ni occidental. Isl¨¢mico".
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