El sabor mortal de las almejas
El marisqueo y el contrabando imponen la ley del Oeste en la r¨ªa de Arosa
"Ese se?or no debi¨® matarle. Le debi¨® coger para que lo prendieran, pero no matarle. ?Que ya ha salido de la c¨¢rcel? Pues que no ande mucho por la calle para que no le vean mis hijos. No tardar¨¢ en morir". Carmen Chaves -ya viuda, con seis hijos- recoge a rachas las l¨¢grimas que fluyen entrecortando su relato sobre el asesinato a tiros de su marido, Jos¨¦ Diz, dos d¨ªas atr¨¢s, cuando faenaba de furtivo en un vivero de almejas en Arosa. "S¨®lo hab¨ªa ido tres veces a ese sitio. Hay otros que iban desde hace tres meses y no les ha pasado nada, y mi marido est¨¢ muerto".
Antes de dedicarse al furtiveo Jos¨¦ Diz fue emigrante en Alemania durante 14 a?os. Ah¨ª, sobre la alacena, est¨¢ el retrato del remolcador donde trabajaba hasta que la empresa cerr¨®. Entre unas vacaciones y otras fue dejando aqu¨ª, en la Corea, el barrio de San Pedro, en Vilanova de Arosa, seis hijos. La Corea son casas modestas propiedad del Estado por las que pagan ciento y pico pesetas de renta mensual. Aun as¨ª, no se sabe en qu¨¦ trabajan los inquilinos para pagar esa miseria. Pero si no se sabe porque no figuran en ning¨²n registro, no hay m¨¢s que dar una vuelta en cuanto anochece y se averigua.Muchos de los paisanos de esta margen de la r¨ªa de Arosa -Cambados, Grove, Vilanova- se dedican a robar por la noche en los caladeros de almejas. El furtivismo es un hecho tan cotidiano en Arosa como tomar un albari?o o unas patatas con grelos. Y de la mano de ¨¦l, el contrabando y las mafias que lo organizan. Nunca podr¨ªa, imaginarse don Ram¨®n del Valle Incl¨¢n -cuya casa natal se restaura con cargo a los fondos nacionales de empleo- que su Arosa se convertir¨ªa en una r¨ªa sin ley donde la escopeta de caza, las armas cortas y las anclas con guada?as fueran las ¨²nicas referencias disuasorias para defender la propiedad.
Y pensar que en sus tiempos hab¨ªa que comer las almejas a escondidas, para que no fueran a sospechar que hab¨ªa hambre en casa. Todav¨ªa en la ¨¦poca de la Rep¨²blica, poco antes de que estallara la guerra civil, se pagaba una caja de 30 kilos a siete pesetas. Nadie las quer¨ªa.
Lo que daba de comer entonces eran los salazones, gracias a unos emigrantes catalanes que montaron varias f¨¢bricas en Vilanova y otros pueblos, a mediados del siglo pasado. Los que no marchaban a Am¨¦rica, primero, o a Alemania, despu¨¦s, encontraban trabajo en estas f¨¢bricas, hasta que pr¨¢cticamente todas se fueron a pique al dejarse comer el terreno por marroqu¨ªes y portugueses.
Tres millones la batea
En los a?os setenta, al sentirse los primeros s¨ªntomas de la crisis econ¨®mica, la r¨ªa de Arosa, considerada la m¨¢s rica de Europa en marisqueo, se convierte en una bolsa de parados a la que se suman los retornados de la emigraci¨®n. Para entonces se comienzan a explotar las bateas de mejillones, de las que con unas inversiones en torno a los dos o tres millones de pesetas, amortizables en 10 a?os, pueden obtenerse limpios, anualmente, de dos a cuatro millones, siempre que no ocurra ning¨²n percance, ya sea meteorol¨®gico o provocado por las bacterias, como el que mantiene en veda estos d¨ªas una zona de la margen coru?esa.El pescado de a flote, ya sea de bajura o en alta mar y los mejillones cultivados en bateas, marchan bien, dentro de la vicisitudes normales del sector pesquero. Pero Jos¨¦ Diz, la v¨ªctima no ha seguido esa suerte. Empe?¨® tres millones en una batea y no le dio frutos.
Otros no pudieron empe?ar y, como ¨¦l, se dieron al furtivismo. ?Por qu¨¦ no? "Si el mar es de todos", se sale en una noche y por 100 kilos de almejas que se capturan de una tacada se mete uno en el bolsillo 70.000 pesetas, ahora que en Barcelona o Madrid las pagan a 3.000 pesetas el kilo. Nadie va a hacer nada por impedirlo, ni siquiera en los tiempos de veda, ni siquiera en los caladeros donde se preservan las cr¨ªas para pr¨®ximas campa?as...
Emilio Borr¨¢s, el presunto y luego descartado autor de los disparos que causaron la muerte a Jos¨¦ Diz y heridas graves a su sobrino Fernando Gonz¨¢lez en la madrugada del lunes 27 de octubre, lanz¨® esa noche muchos disparos al aire, como todos los d¨ªas. ?l tiene una concesi¨®n en la playa de la parroquia de Abanqueiro (Boiro) desde tan antiguo que ni recuerdan los vecinos. El terreno no va m¨¢s all¨¢ de 50 metros dentro del mar por unos 150 o 200 metros de playa. Seg¨²n dicen los vecinos, que en asamblea improvisada se solidarizaron con ¨¦l y alabaron su generosidad y buen comportamiento con el pueblo entero, se gast¨® millones de pesetas en la repoblaci¨®n de arena para dar cama al vivero, lo alimentaba, manten¨ªa fijos a dos vecinos todo el a?o y cuando se levantaba la veda les daba trabajo a todos -hombres y mujeres- y con la venta de cada kilo hac¨ªa el reparto siguiente: 500 pesetas para siembra, 500 para el que lo recog¨ªa y otras 500 para ¨¦l.
Cuando la Guardia Civil sospech¨® por el color de las almejas furtivas que proced¨ªan de su cultivo, Emilio Borr¨¢s se declar¨® culpable de disparar al aire, como se ve obligado a hacer desde hace meses para que los furtivos no esquilmen el vivero. "No le dejaban dormir ninguna noche", dice una vecina, que se alegra de que le hayan dejado en libertad, libre de sospecha.
Desde que la Xunta asumi¨® las competencias sobre las aguas interiores a la l¨ªnea de la costa, la Comandancia de Marina no act¨²a como vig¨ªa de la r¨ªa. Ni la Guardia Civil, que s¨®lo lo hace a requerimiento de la Xunta y en tierra, mediante la verificaci¨®n de las gu¨ªas de Sanidad. Para vigilar todas las costas gallegas, el consejero de Pesca -confirmado en su cargo luego de dimitir esta semana junto al vicepresidente- alega que s¨®lo cuenta con 14 hombres.
Sin ley y sin nadie que vele por lo que no hay, los furtivos han venido haciendo en los ¨²ltimos 15 a?os un dinero f¨¢cil cuyo coste se cifra en el siguiente balance: tres mujeres heridas tras una batalla con guardias jurados por pescar en zona acotada; Guillermo Irango, de 40 a?os, vecino de Vilanova, furtivo, muerto por disparos de los guardias jurados de Rianxo el 26 de julio de 1981; un grupo de planeadoras furtivas hiere gravemente a los guardas de una lancha de vigilancia de la isla de Arosa el 17 de agosto de 1984; seis d¨ªas m¨¢s tarde un guarda de Santa Eugenia resulta herido por disparos de furtivos; el 31 de agosto de 1985 el furtivo Evaristo P¨¦rez Cores es disparado y herido desde tierra en el puente de Arosa; el 27 de agosto de este a?o Rodolfo Alonso, de 23 a?os, es asesinado en la playa de Ribeiri?a; la semana pasada, un guarda de la isla sufri¨® un garrotazo en la cabeza, donde le aplicaron 15 puntos de sutura.
En el marco de esta r¨ªa sin ley, los alcaldes y las cofrad¨ªas de pescadores de las m¨¢rgenes de Arosa, que habitan m¨¢s de 200.000 habitantes, atribuyen el incremento de la violencia y la pr¨¢ctica del furtivismo a la ausencia de una pol¨ªtica de pesca racional y a las secuelas del contrabando.
La Audiencia de Pontevedra realiza por estos d¨ªas trabajo extra. Tiene pendiente la sentencia sobre una presunta banda de 12 contrabandistas de tabaco, para los que el fiscal solicita 48 a?os de prisi¨®n menor y 44 millones de pesetas. En otro juicio pendiente por la misma causa figuran involucrados 14 presuntos contrabandistas y otros 14 n¨²meros de la Guardia Civil de Grove y Sanxenxo. Estas causas proceden de una toma de postura decidida por el anterior gobernador civil de Pontevedra -actualmente en Alicante- en contra del contrabando descarado que se practicaba en Arosa con la connivencia, al parecer, de algunos miembros de la Guardia Civil.
El instrumento de que se serv¨ªan los contrabandistas para escurrirse de la vigilancia costera eran y son las planeadoras, unos veh¨ªculos fueraborda dotados con motores superiores a los 50 caballos. Desde que el Gobierno increment¨® el celo en la represi¨®n del contrabando se alterna su uso con el furtiveo. De esta manera, j¨®venes como Fernando Gonz¨¢lez Diz, sobrino del muerto y convaleciente en un hospital de Pontevedra de los disparos que tambi¨¦n causaron la muerte de Jos¨¦ Diz, compart¨ªa el furtiveo con la descarga de contrabando, que se cotiza a 10.000 pesetas. "Y si no cooperan", a?ade su t¨ªa, Carmen Chaves, "les echan de las empresas de construcci¨®n" que suelen servir de tapadera a los contrabandistas para blanquear el dinero. El pago a estos descargadores nocturnos se efect¨²a en droga, a veces. "El dinero f¨¢cil y esa droga es la causa de que Vilanova de Arosa, una poblaci¨®n que no llega a los 2.000 habitantes, tenga en su censo a 67 enfermos drogadictos", dice su alcalde, Sito V¨¢zquez.
Entre tanto, el marisqueo de la almeja -en 1985 la lonja de la isla factur¨® 600 millones, frente a la mitad que sigue un curso furtivo- se agosta poco a poco y se depreda lo que queda, la r¨ªa de Arosa, convertida ya en zona sin ley, recuenta la ca¨ªda de muertos y contempla con los hombros encogidos la llegada de un justiciero -?de la Xunta?- que imponga orden en la mar.
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