Las llamas de la Inquisici¨®n
Cuando parec¨ªan apagadas las llamas de la Inquisici¨®n, el Vati cano acaba de sorprendernos con un tremendo e incre¨ªble do ,cumento condenatorio de la ho mosexualidad. Puede decirse que se trata ciertamente de una de claraci¨®n incre¨ªble por cuanto pretende hacer saltar por los ai res los m¨ªnimos de tolerancia so cial que existen hacia los homo sexuales.Ahora el Vaticano ya no tolera al "pobre homosexual de nacimiento" que nuestras t¨ªas y abuelas siempre han perdonado a costa de condenar a los de vicio. Todos son igual de condenables. Trazando un curioso paralelismo con la denostada ley de Peligrosidad Social del franquismo, el Vaticano equipara en su condena la tendencia,y la propia actividad homosexual.
Interpretaci¨®n instrumental
En este endurecimiento de la doctrina cat¨®lica cabe constatar su involuci¨®n interna al continuar haciendo una interpretaci¨®n instrumental y arbitraria de las escrituras. Los textos referidos a Sodoma y a las pr¨¦dicas de san Pablo no van m¨¢s all¨¢ del deber a la hospitalidad y de la condena de la idolatr¨ªa que el pueblo jud¨ªo siempre cultiv¨®. Todo lo dem¨¢s es la ideolog¨ªa que ha convenido a?adir a la jerarqu¨ªa cat¨®lica, influida desde los primeros siglos por una corriente neoestoica.
Obviamente, el pacto de la? Iglesia con el poder civil para la garant¨ªa del control social y'e1 mantenimiento de una moral sexual para la reproducci¨®n est¨¢n en el origen de esta tradici¨®n homof¨¢bica.
?Esta declaraci¨®n de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe (o ex Santo Oficio) est¨¢ plagada de afirmaciones surgidas de una suerte de filosofia precient¨ªfica o acient¨ªfica, m¨¢s propia de una campa?a comercial. ?Por qu¨¦ la homosexualidad impide la propia realizaci¨®n y felicidad? ?Ser¨¢n acaso homosexuales quienes lo afirman para -estar tan seguros? Yo, desde luego, no estoy convencido de ello.
Esta pobre filosofia llega al m¨¢s burdo t¨®pico cuando se afirma que a menudo las personas homosexuales no son generosas; uno no sabe qu¨¦ pensar ante las inmensas riquezas y poder acumulados por el Vaticano. ?sta es una ¨¦tica del miedo, de prohibiciones, tan cruel como ara la autorrepresi¨®n del propio homosexual, o incluso la locura, en aras de una castidad que nadie entiende. Tal como hace la 'mayor¨ªa social" en EE UU, el Vaticai?o introduce en este documento la t¨¢ctica de convertir la v¨ªctima en culpable al hablar (le la infelicidad, cuando realmente es el entorno social el que, en todo caso, determina y condiciona la vida de los gay y las lesbianas, y no al rev¨¦s, como -se p¨¢rece indicar.
Como - en todo marketing, se observa el toqu¨¦ subl iminal cuando se refiere a la seria amenaza para la vida y el bienestar de un gran n¨²mero de personas: s¨®lo faltaba relacionar la homosexualidad con el SIDA, pero eso ya est¨¢ suficientemente dicho. No ha hecho falta, ya mu"eren muchas personas de esta enfermedad que, al parecer, no interesa a Juan Pablo II.
Influencia
Pero si todas estas c onsideraciones podr¨ªan quedar limitadas al ¨¢mbito estrictamente cat¨®lico, la verdad es, a todas luces, que la, doctrina de la Iglesia tuvo y posee a¨²n una innegable influencia sobre la sociedad laica. Quiz¨¢ porque en, menos de 100 a?os los movimientos de emancipaci¨®n social han avanzado vertiginosamente respecto de los siglos an.teriores la Iglesia se bunkeriza ahora.
Esta renovada posici¨®n del Vaticano incide adem¨¢s sobre aspecto! democr¨¢ticos de la legislaci¨®n civil que ata?en a toda la ciudadan¨ªa. No solamente se proh¨ªbe un derecho universalmente reconocido, como es el de asociaci¨®n para los -homosexuales cat¨®licos en el seno de la Iglesia (para que no constituyan grupos de presi¨®n), sino, lo que es m¨¢s grave, influir sobre la legislaci¨®n civil a favor de los homosexuales.
Es declir que el Vaticano,cuando menos, disiente de las declaraciones del Consejo del
Parlamento de Europa contra la discriminaci¨®n de la homosexualidad, y, por ende, de las declar ' aciones- del Congreso de los Diputados y de varios parlamentos aut¨®nomos del Estado espa?ol que en su momento se pronunciaron de igual forma.
Sin embargo, esta disensi¨®n en particular queda sin legitimidad alguna, porque el Estado Vaticano no suscribi¨® la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos, ni forma parte de la Convenci¨®nEuropea de Salvaguarda de los Derechos del Hombre y de las Libertades Fundamentales.A nadie escapa hoy la existencia de una crisis econ¨®mica mundial que 'motiva a distintos gobiernos conservadores a recortar los presupuestos econ¨®micos para servicios sociales y a delegar tales tareas en la familia, am¨¦n de un evidente descenso de la natalidad en Occidente -y de una mayor longevidad de la poblaci¨®n que agudizan esta situaci¨®n.A pesar de que el discurso vaticano aparece hoy del todo desactualizado -hay que decir que incluso provoca la hilaridad en los locales de ambiente gay de las grandes ciudades-, no es casual su creciente decantamiento conservador, del todo coherente con este panorama pol¨ªtico y econ¨®mico. Ante toda injerencia sobre la -sociedad laica no cabe m¨¢s recurso que el normal y decidido ejercicio de las libertades democr¨¢ticas y la voluntad de una mayor profundizaci¨®n
Deseo universal
Freud dijo que la homosexualidad es un deseo universal, coris ciente o no, y la estad¨ªstica del prestigioso Instituto Kinsey re fleja que hasta un 40% de la poblaci¨®n actual ha mantenido alg¨²n contacto homosexual. As¨ª pues, ante las llamas de la Inquisici¨®n bien valdr¨ªa aqu¨ª aquel poema de Bertold Brecht: "0 todos o ninguno...".
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