Tard¨ªgrafos
Circula por Espa?a una expedici¨®n de antrop¨®logos de la escuela de E. T. Hall. Su misi¨®n consiste en cronometrar nuestros ritmos. Andan por ah¨ª midiendo y comparando los tiempos del vivir cotidiano. Quieren saber si somos lentos o r¨¢pidos en los ocios y los negocios, en lo p¨²blico y lo privado, en el sexo y el bar. Cada cultura tiene su propia velocidad, un peculiar tiempo vivido, un crono caracter¨ªstico. Y eso es la idiosincrasia, dicen. Somos lentos. Pertenecemos a la raza de los tard¨ªgrados, sin distinci¨®n de clases, condiciones sociales y autonom¨ªas. Nuestro reloj interno tiene un tictac mucho m¨¢s pausado que el de los anglosajones, los galos, los escandinavos o los germanos, y adem¨¢s atrasa regularmente. Me ha impresionado la prueba hostelera. Comprobaron que el tiempo que transcurre entre pedir un agua mineral con gas y la llegada del camarero con el botell¨ªn es el triple que en cualquier otro pa¨ªs de similar envergadura industrial. Y quien dice bares, dice hoteles, tiendas, aeropuertos, restaurantes, citas, negocios y, sobre todo, ventanillas burocr¨¢ticas.Ser tard¨ªgrados no es una desgracia. Puede sostenerse que la impuntualidad es ventajosa en tiempos de v¨¦rtigo. Eso nos ha permitido, por ejemplo, el c¨¦lebre salto de la premodernidad a la posmodernidad sin haber so portado la est¨²pida fase del tardomodernismo. Incluso sin enterarnos. Y lo que por ah¨ª fuera llaman calidad de vida consiste, a fin de cuentas, en conseguir que un minuto de f¨²tbol dure tanto como un minuto de baloncesto. Pero los antrop¨®logos no lo ven as¨ª y temen lo peor en 1992 si no aceleramos la velocidad cotidiana. El famoso tiempo de espera del agua mineral con gas puede ser tolerable para la poblaci¨®n actual del pa¨ªs, pero ser¨¢ catastr¨®fico cuando ocurran las temibles invasiones ol¨ªmpicas y colombinas. Llegar¨¢ una noche de 1992, aseguran, en que a este ritmo quedar¨¢n colapsados los bares, petrificados los camareros y asesinados de sed los visitantes. No es mala soluci¨®n para salir del maldito embrollo en el que nos hemos metido.
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