Las responsabilidades del fracaso en Reikiavik
De acuerdo con las versiones de ambas partes, en Reikiavik se pudieron alcanzar sustanciosos acuerdos en cuanto a la reducci¨®n de armas estrat¨¦gicas y de alcance medio. Estas posibilidades se vinieron abajo por el desacuerdo acerca de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI), conocida como guerra de las galaxias. Esta situaci¨®n resulta clarificadora, tanto en lo referido al control de las armas nucleares como en cuanto a la propia SDI.Como venimos afirmando las organizaciones pacifistas desde el fracaso de Ginebra en 1984 (las posiciones de ambos no han cambiado desde entonces), el hecho de que las superpotencias est¨¦n formalmente dispuestas a reducir en un 50% sus arsenales estrat¨¦gicos demuestra que, desde una perspectiva pol¨ªtica, es posible fortalecer su seguridad sin que ¨¦sta se base en el desarrollo de sus dispositivos nucleares. Asimismo, ello muestra la urgencia de que los asuntos de la seguridad sean llevados por la v¨ªa pol¨ªtico-civil y abandonen el camino tecnol¨®gic¨®-militar. Dicho de otra forma, esa situaci¨®n hace m¨¢s v¨¢lida que nunca la doctrina de la seguridad compartida, planteada en el informe Palme.
La cuota de responsabilidad sovi¨¦tica en este fracaso guarda relaci¨®n con la decisi¨®n de mantener a toda costa s u imagen de gran potencia. La importancia hist¨®rica de una reducci¨®n sustancial de las armas nucleares (algo no logrado por la comunidad internacional desde que aparecieron), es de tal magnitud, que un acuerdo de esa naturaleza, incluso desling¨¢ndolo de las negociaciones sobre la SDI, significar¨ªa un cambio cualitativo que invertir¨ªa la din¨¢mica armamentista y har¨ªa, en la pr¨¢ctica, m¨¢s f¨¢cil un posterior acuerdo sobre la propia SDI.
Ello tambi¨¦n har¨ªa cre¨ªble el discurso de Gorbachov de que la m¨¢xima prioridad de la URSS es la defensa de la paz. El temor sovi¨¦tico de aparecer subordin¨¢ndose de alguna forma a Estados Unidos impide la flexibilizaci¨®n de sus posiciones negociadoras y coloca, en los hechos, la cuesti¨®n de la paz en un segundo orden respecto de su competencia con Estados Unidos.
Fuerza
La responsabilidad de la Administraci¨®n de Reagan tiene una doble vertiente. De un lado, porque lleva a sus ¨²ltimos extremos el fortalecimiento de la hegemon¨ªa mundial norteamericana, y en particular frente a la URSS. La idea de que hay que negociar desde posiciones de fuerza guarda estrecha relaci¨®n con este neoglobalismo fundamentalista. Pero tambi¨¦n, por el hecho probado de que esa competencia se desarrolla cada vez m¨¢s por v¨ªas que aceleran la carrera de armamentos. La SDI es, en ese sentido, un salto cualitativo del proceso armamentista, que, como tal, tiene la facultad de complicar a¨²n m¨¢s las negociaciones de armamentos.La idea de que para Estados Unidos la SDI significa un avance global (econ¨®mico, tecnol¨®gico, militar, etc¨¦tera) en la competencia internacional, lejos de ser un atenuante, resulta un agravante peligroso, porque coloca ante la comunidad mundial la pregunta de si los nuevos desarrollos tecnol¨®gicos deben hacer se obligadamente desde motivaciones y por cauces militares. Por esa raz¨®n no est¨¢n exentos de responsabilidad respecto del fracaso de Reikiavik los pa¨ªses europeos que apoyan el desarrollo de la SDI. Hoy, sus dirigentes adoptan una doble actitud: hacia la opini¨®n p¨²blica, tratan de disminuir el fracaso del encuentro, y de puertas adentro tratan de expresar su disgusto ante la Administraci¨®n de Reagan. Pero no tienen legitimidad alguna., Han animado la actitud norteamericana de ir a negociar desde posiciones de fuerza y han apoyado su SDI. En la ¨²ltima reuni¨®n de la OTAN (la del Grupo de Planes Nucleares) han llegado incluso a perder las formas: el comunicado final es una suma de p¨¢rrafos iniciados por el fully supp-port (completo apoyo) a cada una de las actuaciones de Reagan en Reikiavik.
El hecho de que Espa?a haya firmado ese documento sin reserva alguna (daneses y griegos las han hecho) coloca al Gobierno en una situaci¨®n compleja. Entre otras razones, porque s¨®lo hac¨ªa unos d¨ªas Felipe Gonz¨¢lez firmaba una resoluci¨®n de la Internacional Socialista, que, aunque suavizada en las formas, es un completo rechazo de fondo a la actuaci¨®n de Reagan y a la SDI.
En todo caso, el problema es que, a nuestro juicio, con este apoyo a Reagan y su proyecto, no s¨®lo se socavan las posibilidades de un salto tecnol¨®gico propiamente europeo, que favorezca una competencia y un desarrollo pac¨ªfico, sino que consolidan el principal instrumento (la SDI) de hegemon¨ªa mundial norteamericana, que, como se ha probado, es un obst¨¢culo fundamental para alcanzar el acuerdo sobre. desarme que la humanidad reclama y necesita.
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