Reagan se resiste a hacer cambios en su Gabinete

Ronald Reagan, parapetado en la Casa Blanca, se resiste a aceptar las presiones de sus ¨ªntimos y de su propio partido, que exigen p¨²blicamente un cambio profundo de asesores y de rumbo pol¨ªtico que restaure la credibilidad de la pol¨ªtica exterior norteamericana y del propio presidente, seriamente da?ada por la venta de armas a Ir¨¢n. Como si se tratara de una corte, sus amigos californianos, apoyados por la esposa del presidente, Nancy, piden la ca¨ªda del secretario de Estado, George Shultz; del jefe del Gabinete de la Casa Blanca, Donald Regan, y del consejero de Seguridad Nacional, John Poindexter. El presidente reiter¨® ayer, en el curso de una sesi¨®n fotogr¨¢fica para la Prensa, que no piensa destituir a nadie.

En un ambiente de crisis -en un pa¨ªs europeo de sistema parlamentarlo lo ocurrido significar¨ªa la ca¨ªda del Gobierno-, el Congreso continu¨® indagando ayer la operaci¨®n iran¨ª.Donald Regan, un ex ejecutivo de Wall Street convertido en el personaje m¨¢s influyente de la Administraci¨®n y uno de los principales responsables de que la crisis haya salpicado al presidente, neg¨® ayer que fuera a dimitir. Regan habl¨® de realizar una investigaci¨®n a fondo sobre lo ocurrido y advirti¨® a los periodistas que no esperen cambios esta semana. No es el estilo del presidente cortar cabezas de una forma fulminante, ni siquiera bajo la presi¨®n de sus m¨¢s ¨ªntimos amigos. La sustituci¨®n de Shultz tendr¨ªa un coste pol¨ªtico evidente ante los aliados y con vistas a las negociaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Y la salida de Poindexter, arquitecto de la conexi¨®n ¨ªran¨ª, no ser¨ªa suficiente a estas alturas para acallar la tormenta.

Influyentes dirigentes dem¨®cratas, como el senador Sam Nunn, piensan que esto no es suficiente y que "ya no basta con un nuevo efecto de relaciones p¨²blicas". "Tenemos que restaurar", a?ade, "la credibilidad de la pol¨ªtica exterior de EE UU". Tambi¨¦n los republicanos exigen una respuesta efectiva al presidente. El senador Robert Dole, hasta ahora jefe de la mayor¨ªa en el Senado, y candidato a la presidencia, pide a Reagan que haga un c¨ªrculo defensivo con los carromatos (imagen del Oeste utilizada a menudo en la pol¨ªtica norteamericana) o, mejor, despe?e dos carros para salvarse ¨¦l. "Hay que limitar los da?os antes de que sea tarde", recomienda.

Dos ex presidentes, Gerald Ford y James Carter, y cuatro ex secretarios de Estado, se manifiestan p¨²blicamente contra la actuaci¨®n de Reagan en la operaci¨®n de Ir¨¢n. The New York Times se refiere, en un editorial, a "s¨ªntomas de p¨¢nico" en Washington, y escribe que ya, como ocurre ahora, no se trata de pol¨ªticas concretas o de personalidades, sino de "la capacidad de Reagan para gobernar". James Reston, en el mismo peri¨®dico, se pregunta si el presidente va a salir de esta crisis como un l¨ªder efectivo de la naci¨®n y de la alianza occidental.

Nancy, preocupada

Nancy Reagan, "dolida" y "preocupada" por el castigo que est¨¢ sufriendo su marido, seg¨²n su propia secretaria de prensa, se siente "traicionada". En la crisis escucha al grupo de millonarios californianos, los hombres que hace 20 a?os eligieron a Reagan como el caballo ganador de los conservadores y patrocinaron su carrera pol¨ªtica. ?stos, conocidos como el kitchen cabinet (gabinete de cocina), presionan para que el presidente sustituya a Shultz por Caspar Weinberger, actual jefe del Pent¨¢gono, o por Howard Baker, ex jefe de la mayor¨ªa republicana en el Senado y candidato a la presidencia. Tambi¨¦n se habla de Paul Laxalt. Los dos ¨²ltimos han dicho que aceptar¨ªan el cargo si les fuese ofrecido. Tambi¨¦n se habla de James Baker, actual secretario del Tesoro.Los californianos proponen a Drew Lewis, ex secretario de Transportes, para reemplazar a Donald Regan en el cargo clave de jefe del Gabinete del presidente, en la pr¨¢ctica de esta Administraci¨®n un aut¨¦ntico primer ministro. Los amigos de Nancy y del presidente, entre los que se encuentran el consejero de Seguridad Nacional, William Clark, y el ex ministro de Justicia, William French Smith, ver¨ªan con buenos ojos a Jeanne Kirkpatrick al frente del Consejo de Seguridad Nacional. Tambi¨¦n se cita para este puesto a Brent Scowcroft, que ya lo ocup¨® con Ford. En cual quier caso, la idea es rodear al presidente de un equipo a¨²n m¨¢s acorde con su ideolog¨ªa conservadora.

Hasta ahora, explica Henry Kissinger, Reagan ha tenido mucha suerte y ninguna crisis le ha alcanzado personalmente.

"Sorprendentemente, ahora est¨¢ solo en medio de la trinchera", dice el ex secretario de Estado, culpando a sus leales, sobre todo a George Shultz, de haber abandonado al presidente en vez de asumir las responsabilidades por una pol¨ªtica equivocada. En unas semanas, el presidente m¨¢s popular de este siglo ha destrozado la leyenda de que ning¨²n error le tocaba. Pero una serie de equivocaciones en cadena (el canje del periodista Nicholas Daniloff por un esp¨ªa sovi¨¦tico, la campa?a de desinformaci¨®n sobre Libia, el apoyo encubierto a la contra, el desastre de la cumbre de Reikiavik y la operaci¨®n secreta de Ir¨¢n) han acabado con lo que hasta ahora era un dogma de fe.

Las dos ¨²ltimas apariciones en televisi¨®n del gran comunicador s¨®lo han servido para confundir m¨¢s las cosas. El presidente apareci¨® mal preparado y vacilante, y los sondeos evidencian que los norteamericanos, por primera vez desde que lleg¨® a la Casa Blanca, no creen a su presidente.