El Oeste nos llama
Jorge Luis Borges dijo de sus personajes, en el pr¨®logo a la publicaci¨®n de sus dos guiones cinematogr¨¢ficos de g¨¦nero, escritos en colaboraci¨®n con Bioy Casares: "Son meros sujetos de la acci¨®n, formas huecas y pl¨¢sticas en las que puede penetrar el espectador, para participar as¨ª en la aventura. Ninguna marcada singularidad impide que uno se identifique con ellos. Se sabe que son j¨®venes, se entiende que son hermosos, decencia y valent¨ªa no les faltan. Para otros queda la complejidad psicol¨®gica".Como otros muchos intelectuales nacidos con el cine, Borges am¨® en ¨¦l la esencia primera y la presencia: el paso de las sombras iluminadas sobre la cabeza del espectador rendido, y los recursos elementales de la aventura. Y, hombre de hero¨ªsmos so?ados como fue, Borges mostr¨® predilecci¨®n por las epopeyas del Oeste norteamericano, que son el refugio moderno de la ¨¦pica en un tiempo en que los literatos han descuidado sus deberes de sugesti¨®n heroica.
Norte y Sur no es exactamente un western, pero enseguida reconocemos, desde ese gran trailer introductorio que las series de la televisi¨®n americana suelen ofrecer como anuncios de s¨ª mismas, los lugares de la leyenda y la fisonom¨ªa de los sujetos de la acci¨®n. La columnata j¨®nica de las mansiones blancas de Georgia, la plantaci¨®n de esclavos, esa rueda de diligencia que se rompe al borde de un torrente para que el joven h¨¦roe detenga su caballo y asista a la dama y a su sentenciosa criada negra, los yanquis insolentes ante el se?or¨ªo de los patricios del Sur profundo. Se nos habla de una historia y de un repertorio iconogr¨¢fico completamente ajenos a nuestro caudal de evocaciones, y estamos, sin embargo, en casa, en la casa de la ficci¨®n. En ¨¦ste el g¨¦nero m¨¢s principal del cine, el. m¨¢s consustancial a sus 80 a?os de existencia.
Grandes t¨®picos
La serie, cuyo tercer cap¨ªtulo se emiti¨® el jueves por la primera cadena, no gust¨® a los cr¨ªticos americanos, pero no me parece a m¨ª que por ahora le falte ninguno de los grandes t¨®picos con los que tan f¨¢cil resulta la identificaci¨®n de la que hablaba Borges.Las sabidas escenas de West Point cuentan con un gran malo, el cabo Bent (y un gran actor para interpretarlo, Philip Casnoff), y la inminencia de la guerra de Secesi¨®n est¨¢ bien presentada a trav¨¦s de los enfrentamientos de momento dial¨¦cticos entre los abolicionistas y los esclavistas, pintadas ambas partes como era de esperar, a la brava: c¨¢ndidos los primeros, retorcid¨ªsimos de colmillo los otros. Hay una contaminaci¨®n muy curiosa en Norte y Sur, aunque tampoco sea exactamente original.
Los lances de esta ¨¦pica nacional y decimon¨®nica est¨¢n desarrollados a trav¨¦s de una trama de clanes y familias, con lo que los sencillos atractivos del g¨¦nero se ven realzados por los hilos m¨¢s morbosamente modernos (y m¨¢s comerciales) de las series at¨¢vicas tipo Dallas, Falcon Crest o Colby. De ese modo, nuestra sed de aventuras se colma doblemente con la llamada de la sangre.
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