Rafsanjani, un 'conservador' de la revoluci¨®n que despert¨® falsas esperanzas en EE UU
"Hemos hecho un mal c¨¢lculo en lo que respecta a las personas en que pod¨ªamos confiar para intentar la liberaci¨®n de los rehenes en L¨ªbano", reconoci¨® el pasado 11 de noviembre John Poindexter, uno de los cerebros de los contactos norteamericanos con Ir¨¢n. Poindexter, que acaba de dimitir como asesor de Ronald Reagan, alud¨ªa al presidente del Parlamento iran¨ª, Rafsanjani, sobre el que Washington se hab¨ªa hecho falsas ilusiones.
Cuando, no se sabe si por una filtraci¨®n siria o de los partidos libaneses del ayatola Montazeri, una publicaci¨®n beirut¨ª sac¨® a la luz p¨²blica la historia de los contactos entre Ir¨¢n y Estados Unidos, Rafsanjani jug¨® una mala pasada a los que en la Casa Blanca hab¨ªan depositado, en ¨¦l sus esperanzas. Cont¨® en clave grotesca la visita a Teher¨¢n del emisario norteamericano, Robert McFarlane. Le present¨® como un pobre hombre que fue retenido durante varios d¨ªas, pese a traer como regalos un pastel, una Biblia firmada por Reagan y pistolas.Rafsanjani se descarg¨® con este relato del peso culpable de haber negociado con el gran sat¨¢n. "Los norteamericanos debieron creer que Rafsanjani era manipulable porque no llevaba barba sino un bigotito", bromea un diplom¨¢tico europeo que ha trabajado en Teher¨¢n. Hasta el presente no se sabe si Rafsanjani ofreci¨® una imagen moderada como un truco para obtener las armas norteamericanas, o, si, en efecto, intenta templar la revoluci¨®n isl¨¢mica.
Un 'conservador'
Bajo el impulso de este hombre poderoso, Ir¨¢n ha realizado una cierta apertura a los pa¨ªses ¨¢rabes del Golfo, ha establecido relaciones s¨®lidas con la Rep¨²blica Federal de Alemania y Jap¨®n e incluso ha comenzado una cierta reconciliaci¨®n con Francia. Pero ello s¨®lo prueba a los observadores no entusiasmados con la visi¨®n norteamericana que este hombre es un conservador del poder establecido en Teher¨¢n, lo que podr¨ªa llamarse un hombre del aparato de Estado. El 20 de agosto de 1985, Rafsanjani dej¨® claro que "el islam es importante por su capacidad de derrotar a la cultura occidental".
Si Rafsanjani prefiere consolidar la situaci¨®n actual de la revoluci¨®n iran¨ª dentro de la estricta ortodoxia, el ayatola Montazeri pretende ir hacia adelante. A diferencia de RaRanjani, Montazeri no ocupa una posici¨®n clara en el r¨¦gimen, es s¨®lo el sucesor de Jomeini. Sus m¨¢s estrechos contactos son con los integristas shi¨ªes libaneses y con la oposici¨®n iraqu¨ª, a trav¨¦s del clan de los Hachemi.
Unos espesos cristales en las gafas no impiden que la mirada de Montazeri brille febrilmente. Su nieto Yasser, de 18 a?os, muri¨® el pasado octubre en el frente de Fao. Antes uno de sus hijos hab¨ªa perdido casi por completo la vista en la guerra con Irak y otro hab¨ªa sido asesinado por la oposici¨®n. Es un religioso enfermizo y habituado al sufrimiento. Pas¨® cuatro a?os de su vida en las celdas del sha y otros 10 en el exilio.
Cuando Jomeini., que le conoce desde hace 40 a?os, le propuso como su sucesor, el principal problema de Montazeri fue su baja posici¨®n en la jerarqu¨ªa religiosa shi¨ª, muy por debajo de la media docena de ayatolas ozma, los ¨²nicos autorizados a interpretar los libros sagrados y a los que Jomeini pertenece.
El shi¨ªsmo, la secta musulmana de los 12 imames, elevada a la categor¨ªa de religi¨®n estatal en Persia en el siglo XVI, impregna toda la vida iran¨ª. Hay all¨ª varios cientos de ayatolas, o jefes espirituales unos 100.000 mullahs o predicadores y medio mill¨®n de supuestos descendientes del profeta. Y el pa¨ªs cuenta con unos 45 millones de habitantes.
Montazeri tiene ideas simples. Como Jomeini, cree que la sociedad ideal fue establecida para siempre por la forma de Gobierno de Mahoma en Medina y de su yerno Ali en Kufa. Propugnan medidas socializantes porque ven "la necesidad, como dice el compa?ero del profeta Abu Zar al Ghafari, de que el agua, el fuego y los pastos pertenezcan a todo el mundo". Es de los que afirman que el negro chador es un instrumento de igualdad, "porque impide distinguir a una mujer rica de otra pobre".
Dif¨ªcil comprensi¨®n
Hay una profunda dificultad norteamericana para comprender a personajes as¨ª. La reciente historia de las relaciones entre Estados Unidos e Ir¨¢n es la de una sucesi¨®n de errores por parte de los estrategas norteamericanos. El primero fue creer que quienes pon¨ªan en peligro el trono del pavo real eran los grupos de izquierda marxista.
Poco despu¨¦s, el convencimiento de que los oficiales del ej¨¦rcito imperial que hab¨ªan recibido su formaci¨®n en academias de Estados Unidos se opondrian con las armas a los enturbantados cl¨¦rigos y sus partidarios.
Estados Unidos no comprende que, como escribe Daniel Pipes en la edici¨®n de verano de la revista Foreign Affairs, "miedo es la llave de la actitud integrista hacia los no musulmanes". En especial, miedo hacia el american way of life. El sat¨¢n americano es mucho m¨¢s amenazador para la pureza de las costumbres isl¨¢micas que el sovi¨¦tico, que, por su ate¨ªsmo, representa el mal absoluto, pero cuya fuerza de atracci¨®n es mucho menor.
En el mundo musulm¨¢n la cultura socialista tiene una influencia m¨ªnima, incluso en pa¨ªses aliados de la Uni¨®n Sovi¨¦tica como Siria. Casi nadie usa el alfabeto cir¨ªlico, aprende ruso, escucha Radio Mosc¨², ve pel¨ªculas sovi¨¦ticas o pasa sus vacaciones en Crimea. EE UU, en cambio, despierta una irresistible fascinaci¨®n.
Los milicianos hezbollah libaneses, por ejemplo, tienen como modelo en vestimenta y actitudes a Rambo y otros papeles similares interpretados por Sylvester Stallone.
Ha bastado que se sugiriera la posibilidad de un acercamiento a Estados Unidos para que los revolucionarios isl¨¢micos se pusieran en guardia. Rafsanjam ha negado vivamente. Hachemi, el pariente de Montazeri, ha salido de su celda. El presidente Jameini, 47 a?os, otro de los radicales, ha mostrado su c¨®lera contra cualquier intento de di¨¢logo con el gran sat¨¢n. El primer ministro Musavi, de 43 a?os, le ha secundado. El propio Jomeini se ha felicitado de la reacci¨®n popular.
El ¨²nico que no ha hablado es el que nunca lo hace, Ahmed Jomeini, 42 a?os, el amable e ir¨®nico contrapunto de su estricto padre.
Ahmed no tiene partidarios conocidos. Su ¨²nico prestigio es el de estar cerca del gu¨ªa, el de saber a qui¨¦n dispensa sus favores el que hasta su muerte ser¨¢ ¨¢rbitro de la situaci¨®n iran¨ª.
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