Por una justicia impopular
De todos los t¨¦rminos que suelen manejar los bobos y los enga?abobos, seg¨²n sea su advertencia e intenci¨®n en tal manejo, el de pueblo ha llegado a ser uno de los m¨¢s conspicuos. Hoy, desde luego, es ya una voz castrada, simple muletilla de indigencia pol¨ªtica, cuando no legitimaci¨®n trivial de lo indefendible, pero incluso desde su origen -bastante m¨¢s estimable- promet¨ªa abusos. Cualquier d¨ªa de ¨¦stos rastrear¨¦ para ustedes en Lammennais, Michelet y compa?¨ªa los supuestos bastante tenebrosos que acompa?aron al uso moderno y a veces liberador de la palabra pueblo: ver¨¢n entonces que es cosa curiosa.Basta ahora indicar que, si bien el patriotismo es el ¨²ltimo refugio de los bribones, el recurso al pueblo es la palanca seudorreligiosa (por tanto, indiscutible, como todo lo sagrado) para forzar sin mayor esfuerzo dial¨¦ctico el mecanismo delicado y falible con que la ilustraci¨®n sustituy¨® al teocratismo pol¨ªtico anterior. Digo forzar, no corregir.
Veamos un poco el resultado de aplicar el aguarr¨¢s populista al colorido algo empa?ado y difuso de la justicia. Son m¨²ltiples y bien documentadas las deficiencias de la magistratura en Espa?a: casos de corrupci¨®n manifiesta, aplicaci¨®n restrictiva de disposiciones legales con atisbos emancipatorios (la indignante cuesti¨®n a¨²n del aborto), lentitud de procedimientos, gremialismo compulsivo, miedo a la transparencia informativa, etc¨¦tera. Todo ello hace que determinados voceros no vacilen en pedir como logro revolucionario la instauraci¨®n de una justicia popular.
El otro d¨ªa, gentes en cuyas manos populares no quisiera caer, me recordaban con vehemencia que la aut¨¦ntica justicia est¨¢ en el pueblo, y no en los jueces. No consider¨¦ oportuno ni prudente recordarles que ya Plat¨®n se?alaba algunas dificultades obvias de este planteamiento simplista. Ellos invocaban el caso de cierta se?ora que hab¨ªa ejecutado sumariamente a un marido muy malo que ten¨ªa; los vecinos de la pareja, por lo visto, solicitaron un¨¢nime y tumultuosamente la absoluci¨®n de la detenida. Pobre mujer, claro, y pobre marido. Vaya usted a saber s¨ª los vecinos -que quiz¨¢ ni siquiera sean de fiar como jueces respecto a lo que ocurre en sus propios domicilios- estaban tan inapelablemente bien enterados de la verdad del asunto como parec¨ªa darse por supuesto.
Pero es que los peri¨®dicos m¨¢s recientes cuentan otros casos en los que el pueblo se echa a la calle, como suele decirse, para reclamar su justicia. Un d¨ªa son otros vecinos, los de un pap¨¢ irritado que mat¨® a palos a un chico de quince a?os que ocupaba el lecho virginal de su hija, tambi¨¦n adolescente, con plena anuencia de ¨¦sta (el consentimiento lo ten¨ªa el chico, no el pap¨¢). Los convecinos se solidarizaron masivamente con el agresor, porque el chico era muy golfo y adem¨¢s fumaba porros. Otro d¨ªa son los conciudadanos de unos incendiarios que han prendido fuego a la vivienda de unos gitanos: "Hemos sido todos", dicen. "?Viva Fuenteovejuna!". Peligrosa aplicaci¨®n jur¨ªdica de nuestro siempre peligroso c¨ªvicamente teatro cl¨¢sico...
La posible inculpaci¨®n por delito econ¨®mico de un pol¨ªtico catal¨¢n lanza a la calle a sus conmilitones nacionalistas, que dif¨ªcilmente pueden tener una informaci¨®n detallada sobre los entresijos de una cuesti¨®n que no parece al alcance pericial del primer llegado. No se sabe si esta toma de postura estuvo exclusivamente motivada por su convicci¨®n intuitiva de la inocencia del investigado -inocencia cuyo reconocimiento posterior por los encargados del caso celebro, claro est¨¢- o por la decisi¨®n de apoyarle, aunque hubiera violado todas las leyes divinas y humanas, lo que me parece por lo menos algo exagerado.
En fin, hay otros desdichados lugares donde el pueblo sale a la calle para pedir m¨¢s metralletas y se decide en asamblea cu¨¢l muerte es un cr¨ªmen y cu¨¢l una simple ejecuci¨®n, mientras que en otros sitios una convo catoria de manifestaci¨®n en pro de la pena de muerte -o la tortura- a los terroristas convocar¨ªa a no menos almas populares, etc¨¦tera. No hace falta seguir, el tema est¨¢ de moda informativa. La invocaci¨®n del pueblo y de lo popular funciona en este terreno como la coartada para el apasionamiento visceral y la b¨²squeda gregaria del chivo expiatorio. "El pueblo lo quiere" significa: la opci¨®n que hemos tomado debe ser la buena, y no necesita ser contrastada. S¨®lo el pueblo puede rescatar o condenar al individuo, sin miramientos para con esas zarandajas legales que impiden civilizadamente considerarlo como simple ¨¢tomo de la nebulosa popular. Quieras o no quieras, ser¨¢s lo que queramos, y sobran los mediadores.
Deseo una Justicia ¨¢gil, una justicia no venal, una justicia transparente, una justicia consciente de las condiciones sociales en que act¨²an los individuos, una Justicia independiente de los pol¨ªticos, una justicia refractaria a todos los gremialismos, incluido el de la magistratura misma: una Justicia que aplique siempre el lado m¨¢s abierto y luminoso de la ley. Por tanto, deseo que sea una justicia rigurosamente impopular... por el bien de lo que en cada miembro del pueblo teme al pueblo.
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