Mar¨ªa Asquerino
Bella de noche, los ojos hondos, la mirada ondeante, la voz grave, la belleza un poco sombr¨ªa, toda ella, Mar¨ªa, Mar¨ªa Asquerino, como una creaci¨®n de la noche, cuando m¨¢s las trat¨¦ en el Oliver de Marsillach, conflictivos 70, ahora hace o va a hacer La reina castiza, de Valle-Incl¨¢n, en el Bellas Artes, con veintitantos actores m¨¢s. La hab¨ªamos entrevisto en los primeros abriles madrile?os, diez o quince a?os antes, en el Eslava de Escobar, en alg¨²n c¨®ctel, aqu¨¦lla era Mar¨ªa Asquerino, ¨¦sa, ¨¦sta, y aqu¨ª est¨¢, desde siempre, desde un siempre inmediato y c¨¢lido, como amiga y compa?era de viajes (pol¨ªticos y en avi¨®n), entresubida al pedestal valleinclanesco de lo que puede ser su mejor personaje, Isabel II, la isabelina / isabelona Isabel de don Ram¨®n Mar¨ªa de? Valle-Incl¨¢n, a quien los fascistas del prefascismo trataron de desbaratar la firma.Es el papel de su vida, s¨ª, aunque nuestra reina era rubia, pero esto son cosas que salva el teatro con sus afeites y calavera lorquiano / hamletiana. S¨®lo Mar¨ªa, mi querida Mar¨ªa, gran dama de la noche que empez¨® -hay que agarrarse- como "existencialista" en el Gij¨®n, puede hacer la hembra cachonda y solemne, rubia y nocturna, remadrile?a y entrada, que fue Do?a Isabel. Espa?a, cuando entonces, era un matriarcado, y Bocaccio, hoy, es un matriarcado donde la Asquerino tiene mesa de preferencia y de rinc¨®n.
Valle-Incl¨¢n crea el teatro espa?ol del siglo XX, del que son deudores Lorca y Paco Nieva, la l¨ªnea teatral espa?ola que se universalizar¨ªa de entonces ac¨¢, con el sabido precedente ritual de Calder¨®n. Mar¨ªa es la c¨®mica madriles con mayor carga y confusi¨®n de Historia que poner al servicio de un personaje que ha tenido malos bi¨®grafos y buenos escritores.
Ya cuando la Do?a Jimena de Gala, Mar¨ªa achulapaba un poco el remoto e ignorado s¨ªmbolo femenino, ya dejaba latir en s¨ª una reina castizo / cachonda, ya estaba haciendo, sin saberlo, un algo de Isabel II. Mar¨ªa Asquerino es hoy la mujer en quien mejor se nos explica Madrid, de lo popular a lo nocturno, de lo intelectual a lo meramente hist¨®rico. Y tiene uno que volver una vez m¨¢s sobre el don metaf¨®rico de la mujer, que los primeros en teorizar fueron los surrealistas. Mar¨ªa, met¨¢fora de aquella / esta Espa?a. Desde ahora, te tratar¨¦ como a una reina, Mar¨ªa.
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