Jomeini, Managua y el coronel North
El pozo sin fondo del Irangate' puede tragarse a la 'contra' nicarag¨¹ense
Ir¨®nicamente, Oliver North, el nuevo h¨¦roe nacional del presidente y de la derecha norteamericana, ha enterrado la guerra de la contra y con ella la revoluci¨®n Reagan. Esta es la lamentaci¨®n que se escucha estos d¨ªas en Washington en boca de los true believers, los verdaderos creyentes en que este presidente pasar¨ªa a la historia por derrocar a los sandinistas en Nicaragua. L¨ªderes republicanos moderados, los dem¨®cratas en el Congreso y los fieles aliados de Washington en Centroam¨¦rica estiman que el contragate da?ar¨¢, irremediablemente, a la pol¨ªtica de ayuda a los rebeldes antisandinistas.
Para los ide¨®logos conservadores de este pa¨ªs, la gravedad del esc¨¢ndalo iran¨ª no reside en la incoherencia pol¨ªtica de vender armas al ayatollah Jomeini, rompiendo con la pol¨ªtica antiterrorista de EE UU, ni en el inmoral intercambio de armas por rehenes, o en su posible ilegalidad o el desprecio demostrado por el Congreso, sino en que el estallido del esc¨¢ndalo ha hecho a?icos el canal de financiaci¨®n secreto para las guerras encubiertas de Reagan, en especial para la guerra sucia de Nicaragua.Lo que se comienza a investigar ahora a fondo no es tanto los tratos con Jomeini como el esfuerzo de la Casa Blanca y la CIA para, a espaldas del Congreso y, probablemente, de la ley, mantener armada y pertrechada a la guerrilla contra mediante una te¨®rica red privada. Integrada por ex mercenarios de Bah¨ªa de Cochinos, ex agentes de la CIA, ex generales del Pent¨¢gono y millonarios saud¨ªes dirigidos desde los s¨®tanos de la Casa Blanca por un Consejo de Seguridad Nacional, operaba sin la supuesta autorizaci¨®n, ni siquiera conocimiento, del presidente.
"No nos enga?emos, en este asunto lo que est¨¢ en juego no es si t¨¦cnicamente se viol¨® o no alguna ley, sino si vamos a detener el comunismo en Centroam¨¦rica". Esta frase del director de comunicaciones de la Casa Blanca, Patrick Buchanan, refleja el sentir de estos sectores, para quienes el fin, acabar con los comandantes de Managua, justifica la utilizaci¨®n, incluso, de medios ilegales. Cada d¨ªa que pasa aparece m¨¢s claro que la conexi¨®n iran¨ª era una tapadera para financiar secretamente, cuando el Congreso lo hab¨ªa prohibido, la guerra de los contra.
Los Boeing 707 de la compa?¨ªa Southern Air Transport, medio de transporte que usa habitualmente la CIA, fletados y pagados por la Agencia Central de Inteligencia, llevaron las armas norteamericanas desde la base de Kelly, en Tejas, a Israel.
El laberinto de las armas
Aprovechando el viaje de vuelta de vac¨ªo, y para abaratar la operaci¨®n, cargaban, en Lisboa, armas sovi¨¦ticas, sobre todo fusiles ametralladores AK-47 Kalashnikov, procedentes de los arsenales capturados por Israel a la OLP en la invasi¨®n de L¨ªbano, y los colocaban en El Salvador y Honduras, desde donde se enviaban a su destino final, los rebeldes en Nicaragua.
.En el plazo de una semana, el presidente, el vicepresidente, George Bush, y el secretario de Estado, George Shultz, han reafirmado la inaceptabilidad de un "r¨¦gimen marxista-leninista" (existe una orden del Consejo de Seguridad Nacional para que siempre se adjetive as¨ª a los sandinistas) en Centroam¨¦rica. "Que no haya dudas, los pueblos libres de Am¨¦rica no ser¨¢n abandonados a la dominaci¨®n comunista. No se ha deteriorado nuestro compromiso ni debilitado nuestra resoluci¨®n", asegura Ronald Reagan, en un intento de salvar, al menos ret¨®ricamente, su objetivo m¨¢s importante de pol¨ªtica exterior.
En la primera ocasi¨®n que se ha presentado para demostrar al mundo que el esc¨¢ndalo no ha paralizado a la diplomacia norteamericana, el pasado fin de semana Shultz recomend¨® al presidente la utilizaci¨®n de helic¨®pteros norteamericanos para ayudar a Honduras a responder a una incursi¨®n nicarag¨¹ense en la frontera com¨²n. Pero la operaci¨®n de puente a¨¦reo no significa, como se hubiera temido en otro momento, y como ahora denunci¨® un congresista dem¨®crata, un paso hacia la intervenci¨®n directa norteamericana.
El entusiasmo verbal de los altos cargos, que insisten en que los "errores" cometidos en la ejecuci¨®n de la pol¨ªtica iran¨ª no tienen por qu¨¦ afectar a la justa causa de la contra, es irreal. Los miembros del Gobierno dedican m¨¢s tiempo a intentar salvarse de las salpicaduras del contragate; el director de la CIA, William Casey, ya ha sido alcanzado, y muchos piensan que la marea le llegar¨¢ tambi¨¦n a Shultz. El Congreso, dominado por completo por la oposici¨®n dem¨®crata, no quiere ni o¨ªr hablar de aumentar la ayuda a los rebeldes antisandinistas.
Incluso se piensa que el desembolso de los ¨²ltimos 40 millones de d¨®lares, de los 100 aprobados ya, para comprar defensas antla¨¦reas y armas pesadas, va a encontrar problemas cuando se discuta en febrero en el Congreso.
Los l¨ªderes rebeldes, desde Miami, confiesan que sin un Reagan fuerte, capaz de poner todo su peso y popularidad de su lado, .estamos acabados". El "yo tambi¨¦n soy un contra", lanzado por el presidente hace unos meses, es la frase menos de moda actualmente en Washington.
Desmarque centroamericano
Los aliados de Reagan en Centroam¨¦rica tratan nerviosamente de desmarcarse de un presidente poco fiable y de una guerra que, progresivamente, estiman perdida. El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, tuvo el inusual valor -habitualmente los l¨ªderes centroamericanos se convierten en alfombras a su llegada aqu¨ª de afirmar ante Reagan, hace pocos d¨ªas, que no cuente con su pa¨ªs para intentar abrir desde ¨¦l un frente sur contra Nicaragua. "Los contra, militarmente, no tienen nada que hacer", dijo Arias.
En Honduras, el embajador. de Reagan, Everett Brigg, ha sido presionado por los militares hondure?os a aceptar un acuerdo verbal por el que los 12.000 contra que, hasta ahora, no ha querido ni podido controlar, salgan del pa¨ªs y pasen a Nicaragua antes de abril pr¨®ximo. Pero ni los m¨¢s optimistas en el Pent¨¢gono creen seriamente que los rebeldes, con 100 millones de d¨®lares de ayuda y a pesar del entrenamiento que vayan a recibir en EE UU, pueden establecerse en el interior de Nicaragua sin ser aplastados por el Ej¨¦rcito sandinista.
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