Pedro Sainz Rodr¨ªguez, ministro de Educaci¨®n
La personalidad de Pedro Sainz Rodr¨ªguez fue compleja, como corresponde a los hombres que hacen la historia. Fue pol¨ªtico, fue intelectual y fue... ministro de Educaci¨®n. Todo ello en una etapa ciertamente dif¨ªcil de la historia de Espa?a. Como pol¨ªtico, particip¨® en la conspiraci¨®n que llev¨® a Espa?a a una de las mayores cat¨¢strofes de su historia: la guerra civil de 1936. No s¨®lo particip¨® en el levantamiento, sino que tuvo responsabilidades de gobierno, ya que en 1938 fue nombrado ministro de Educaci¨®n Nacional, cargo que ostent¨® hasta la terminaci¨®n de la guerra civil. Obra suya fue la ley de 20 de septiembre de 1938, de la que habremos de ocuparnos posteriormente.
Hombre de profundas convicciones mon¨¢rquicas, comprendi¨® pronto que la segunda restauraci¨®n no estaba cerca en la mente del fundador del nuevo Estado. Parti¨® al exilio y, desde Portugal, trabaj¨® por la vuelta de la monarqu¨ªa en la persona de don Juan de Borb¨®n. Su regreso a Espa?a no fue ya para dedicarse a la pol¨ªtica, sino para entregarse de lleno a una de sus pasiones favoritas: el estudio de la historia y de la literatura. En verdad, fue uno de los mejores conocedores de nuestra literatura m¨ªstica del Siglo de Oro.
Esta apresurada semblanza no oculta la complejidad de su personalidad. Desde su vuelta a Espa?a llev¨®, en general, una vida de silencio, alterada a veces por alguna entrevista o por alguna meditaci¨®n personal. El hombre que particip¨® activamente en una guerra civil debi¨® de comprender, a?os m¨¢s tarde, que aquello no fue el fin de una etapa de decadencia o de degradaci¨®n y el comienzo de una era gloriosa -la del nuevo Estado-, sino una triste, cruenta y traum¨¢tica ruptura con la mejor tradici¨®n cultural espa?ola, aqu¨¦lla que desde que Espa?a existe como naci¨®n hunde sus ra¨ªces en la tolerancia y en la libertad.
Pol¨ªtica hostil y beligerante
No fue as¨ª en aquellos a?os. La pol¨ªtica educativa que se realiz¨® en la Espa?a nacional fue hostil y beligerante. La vieja pugna entre ilustrados y reaccionarios, cristianos y carlistas, liberales y conservadores, se sald¨® con el triunfo de los valores tradicionales, exalt¨¢ndose ¨¦stos hasta m¨¢s all¨¢ del l¨ªmite de la diferencia y transform¨¢ndose en valores ¨²nicos, incompatibles y excluyentes. Todo ello explica algo que resulta dif¨ªcil hacer comprensible a la juventud de hoy: la depuraci¨®n masiva del profesorado, la censura exhaustiva de los libros de texto, las bibliotecas escolares de una sola dimensi¨®n. Es en este contexto en el que Pedro Sainz Rodr¨ªguez fue ministro. Como hombre que rinde tributo a su ¨¦poca, la ley por la que se reforma el bachillerato est¨¢ llena de una mentalidad beligerante y trascendente. Late en ella una preocupaci¨®n por reformar un nivel educativo que aparece como ¡°el instrumento m¨¢s eficaz para influir en las transformaciones de una sociedad y en la formaci¨®n intelectual y moral de sus futuras clases directoras¡±. Se trata, pues, de una concepci¨®n que responde a nuestra tradici¨®n m¨¢s conservadora, aqu¨¦lla que ve en el bachillerato una educaci¨®n de car¨¢cter proped¨¦utico, contraria a otra tradici¨®n liberal para la cual este nivel educativo es considerado como una prolongaci¨®n de la ense?anza primaria y como un elemento fundamental para la formaci¨®n del hombre y del ciudadano.
El destinatario del nuevo bachillerato de 1938 es, como acabamos de ver, una elite. Su estructura es unitaria: un bachillerato de siete a?os. Su contenido ser¨¢ cl¨¢sico y human¨ªstico.Es precisamente en el contenido del nuevo bachillerato donde puede apreciarse m¨¢s directamente la obra de Pedro Sainz Rodr¨ªguez. La voluntad de reforma se dirige hacia la cultura cl¨¢sica, a la que Espa?a se considera que debe volver. No faltar¨¢n, pues, el lat¨ªn y el griego. Se a?adir¨¢ tambi¨¦n el aprendizaje de dos lenguas vivas, siendo obligatorio que una de ellas fuera el alem¨¢n o el italiano. Casi 40 a?os m¨¢s tarde Sainz Rodr¨ªguez recordar¨¢ que ¡°la gran influencia del bachillerato cl¨¢sico en la cultura espa?ola se not¨® mucho despu¨¦s¡±, haciendo alusi¨®n con ello a los buenos humanistas que salieron de este bachillerato.
Si uno de los pilares de este bachillerato ser¨¢ la cultura cl¨¢sica, el otro pilar ser¨¢ la formaci¨®n patri¨®tica y religiosa. Mucho se ha hablado de la influencia de Men¨¦ndez Pelayo en nuestro hombre. Sin duda, su influencia, o al menos la de una vertiente importante de su pensamiento, se encuentra reflejada en el pre¨¢mbulo de esta ley de 1938, pero tambi¨¦n debe rese?arse la no menos notable presencia de Ramiro de Maeztu, del Maeztu de su segunda etapa: ¡°El catolicismo es la m¨¦dula de la historia de Espa?a. Por eso es imprescindible una s¨®lida instrucci¨®n religiosa..., la revalorizaci¨®n de lo espa?ol, la definitiva extirpaci¨®n del pesimismo antihisp¨¢nico y extranjerizante... Se trata as¨ª de poner de manifiesto la pureza de la nacionalidad espa?ola...¡±.
Fue un plan que hall¨® fortuna, dada la vida media de los planes de estudio de bachillerato entre nosotros. El plan de Sainz Rodr¨ªguez se mantuvo hasta 1953. Dejando ahora a un lado las cuestiones ideol¨®gicas, el mismo rigor y seriedad se manifestaron en el anteproyecto de ley de reforma de la ense?anza universitaria, que Sainz Rodr¨ªguez dej¨® redactado. En cambio, la ley de 1938 consagr¨® el nacionalcatolicismo en la ense?anza, signific¨® el retraimiento de la escuela p¨²blica y prepar¨® el camino para el triunfo del principio de subsidiaridad.
?Qu¨¦ pensar¨ªa Sainz Rodr¨ªguez en su senectud preclara sobre su etapa de ministro? Algunas declaraciones suyas hacen pensar que fue una etapa poco acorde con el natural humanismo de este hombre que dimiti¨® de su cargo por discrepancias pol¨ªticas, que se opuso a la represi¨®n generalizada de la posguerra, que sufri¨® un largo exilio y que apost¨® por la restauraci¨®n de una monarqu¨ªa democr¨¢tica en la figura del conde de Barcelona.
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