Pelear el cante
Los buenos cantaores, como los buenos aficionados, saben que es necesario pelear el cante si se quieren agotar las capacidades expresivas de un arte que es fundamentalmente comunicaci¨®n. Jos¨¦ Menese se volc¨® en esa pelea para salvar un recital que se le escapaba de las manos, y ciertamente no por su culpa.Es la grandeza de este cantaor que ante la adversidad se crece y se hace un aut¨¦ntico gigante. Ocurri¨® en la segunda parte, que abri¨® por tientos, un g¨¦nero por el que suele transitar c¨®modamente.
Despu¨¦s cant¨® por sole¨¢ y Menese dio la medida del gran cantaor que es, uno de los m¨¢s convincentes de nuestro tiempo. Soleares, siguiriyas y ton¨¢s fueron el veh¨ªculo para damos un cante hermoso y dificil, a veces terrible, siempre jondo, verdadero, admirable.
Recital de Jos¨¦ Menese y Enrique de Melchor
Madrid, Organizaci¨®n Nacional de Ciegos, 10 de diciembre.
Para llegar a eso Menese hubo de sufrir una primera parte en que todo pareci¨® concitarse contra una posible calidad art¨ªstica. En el primer cante su voz atronaba; en el segundo desapareci¨® la amplificaci¨®n de sonido; en el tercero y en el cuarto cant¨® con los t¨¦cnicos de sonido brujuleando a su alrededor. As¨ª, claro, no hay quien cante ni las cuarenta teniendo todos los triunfos en la mano, y el cantaor tom¨® el buen acuerdo de adelantar el descanso para que resolvieran de una vez los problemas.
El toque de Enrique de Melchor sufri¨® avatares semejantes a los del cante de Menese. En la primera parte hizo lo que pudo, que no fue mucho.
En la segunda, que abri¨® en concierto con dos excelentes composiciones suyas, acompa?¨® a Menese con la perfecci¨®n en ¨¦l habitual, y en algunos momentos -las siguiriyas, por ejemplo- obtuvo sonidos de una rara belleza.
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