Receptor
Un d¨ªa decides que est¨¢s harto. Eliges una playa solitaria, un balneario desierto o un punto de la monta?a donde no haya radio, peri¨®dicos ni televisi¨®n, y llegas all¨ª con una maleta sucinta, para hacer una terapia de silencio. Se supone que no quieres suicidarte. S¨®lo te sientes agotado. Buscas esa paz que anuncian los folletos o vas detr¨¢s de tu alma hasta hallarla a la sombra de una vaca. Instalado en ese lugar, tomas el sol, das largos paseos, duermes profundamente, te despiertan los p¨¢jaros, oyes el sonido del mar o la m¨²sica de los abetos, pasas el tiempo contando las palpitaciones de un lagarto extasiado, acompa?as con la mirada toda la trayectoria de una mosca en la habitaci¨®n y mientras tanto el mundo, que es un mel¨®n cebado con dinamita, sigue su ¨®rbita lleno de furia y t¨² no te enteras. Al menos eso es lo que crees.No oyes la radio, no lees la prensa, no ves la televisi¨®n y gracias al aire puro y al apetito que despierta el campo en pocos d¨ªas se te ha puesto cara de pan candeal o de idiota feliz. No obstante, fuera del refugio contin¨²a el tiroteo, la murga de los pol¨ªticos, el fru-fru de los papeles del inspector de Hacienda, y t¨², oliendo flores silvestres, ni los oyes, ni los lees, ni los ves. No existen. Te crees a salvo, pero no es as¨ª. En ese momento, miles de locutores en todos los idiomas de la Tierra retransmiten noticias y su voz se convierte en ondas, traspasan tu cuerpo y depositan en un recodo de tus entra?as los sucesos m¨¢s aciagos. Pu?aladas, atentados, terremotos, inundaciones, presagios de guerra, declaraciones de pol¨ªticos, se transforman en radiaciones que llenan el espacio y acribillan tu carne en todas las direcciones. Cantan los mirlos, las rosas se abren, los lagartos palpitan, el espliego te lija el fondo de la nariz y hay silencio en tu madriguera. De pronto percibes que algo malo ha sucedido. No se trata de un presentimiento. Es que tu bazo ha captado una onda sintetizando una mala noticia que ha sucedido muy lejos de ti. Eres un mortal convertido en antena, en receptor o en condensador de todo cuanto sucede en el mundo. Y no tienes escapatoria.
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