Amparitxu, la otra parte
P. S.
No se puede hablar de Gabriel Celaya sin hablar de Amparitxu, la mujer a la que, dice ¨¦l, le debe todo. Amparitxu es m¨¢s bien bajita, tiene los ojos rapid¨ªsimos y es una de esas mujeres vascas que, se intuye, no te ofrecen una merienda que parece un banquete de primera comuni¨®n ni te dicen ya que vuelvas cuando quieras porque la casa se les convertir¨ªa en un parador. Ya les ha ocurrido.Por un momento intenta ayudar a una periodista a saber cu¨¢les son los otros dos escritores que son ingenieros en Espa?a. Y cuando entre todos recordamos que son Salvador P¨¢niker y Juan Benet, ya est¨¢ diciendo: "Adem¨¢s: yo hoy no estoy ni para ingenieros, ni para poetas. Estoy para Tele Norte, que es la que se ve en San Sebasti¨¢n". Y les sonr¨ªe a los periodistas de Euskal Telebista con m¨¢s calidez a¨²n. Pero s¨ª est¨¢ para poetas. No hace otra cosa que estar pendiente del suyo, le corrige cuando se equivoca, le ayuda cuando tropieza, contesta por ¨¦l al tel¨¦fono y le excusa, le acaricia tambi¨¦n la cabeza blanca como a un ni?o cuando dice que el traslado a San Sebasti¨¢n es urgente.
Tiene Amparitxu un acento inequ¨ªvoco que basta o¨ªr para imaginarla comiendo tapas de champi?ones en el barrio viejo de San Sebasti¨¢n o apostando con indiferencia sumas de respeto en el front¨®n de Vergara.
"Mi mujer tiene muy mal car¨¢cter", dice Celaya, "casi tan malo como el m¨ªo", y Amparitxu, vestida con un jersei y un pantal¨®n blancos, observa impasible desde su sof¨¢. Interviene a menudo. Por ejemplo cuando al poeta le llega la inevitable pregunta de qu¨¦ piensa hacer con los 5 millones del premio. "Poner parches, arreglar la casa para venderla mejor", dice Amparitxu sin apelaci¨®n. "Y comprar un abriguito", a?ade, en un tono un poquito m¨¢s bajo. "Porque me dejar¨¢s comprar un abriguito, ?no Gabriel?" "S¨ª, claro", dice Celaya. "Es que no ser¨¢ un abriguito cualquiera", advierte ella con honradez. "Entonces te dar¨¦ para medio abrigo", dice ¨¦l.
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