La ciencia explica la cultura
La ciencia es un modelo de la realidad. S¨®lo que de la realidad sencilla. La realidad compleja es para el arte, la poes¨ªa. El conocimiento es cualquier imagen inevitablemente finita de una verdad presuntamente infinita. Y seamos sinceros: en lo m¨¢s hondo, lo ¨²nico que nos interesa de cualquier conocimiento es su relaci¨®n con ciertas partes de este mundo, los hombres. Y si forzamos a¨²n m¨¢s nuestra sinceridad, incluso estaremos dispuestos a admitir, con el coraz¨®n en la mano, que lo que cada uno busca en todo conocimiento es un indicio de s¨ª mismo. Gozar el arte es creer haber encontrado uno. Y si la ciencia no se goza es porque, en principio y por principio, la ciencia margina al hombre. Llegar al hombre a trav¨¦s de la ciencia significa dar un rodeo que enerva al m¨¢s paciente. El arte, en cambio, es un atajo irresistible. Las grandes revoluciones cient¨ªficas nos llenan de orgullo, pero todas suelen traer consigo una peque?a mala noticia sobre la posici¨®n del hombre en el mundo. Cop¨¦rnico desvela la armon¨ªa del movimiento de los planetas, pero da al traste con una antigua ilusi¨®n: el planeta que habitamos dista una enormidad del centro del universo. Newton dicta leyes que determinan toda la historia, pasada y futura, de un cuerpo, siempre que ¨¦ste sea simple. Pero el hombre es complejo. Einstein inventa para los cuerpos veloces. Pero el hombre es lento. Heisenberg, Planck, Schr?dinger, Bohr y Born inventan para los cuerpos peque?os. Pero el hombre es grande. No hay lugar para el hombre en el mundo que describe la f¨ªsica. Darwin habla con una l¨®gica demoledora, casi tautol¨®gica, sobre la evoluci¨®n de las especies. Y se hace la luz, pero adi¨®s a otra querida ilusi¨®n: el pedigr¨ª del hombre no se salva de parientes irracionales. Freud no est¨¢ menos genial. Nadie hab¨ªa dado tanta importancia al inconsciente. Y ahora se explican muchas cosas. Pero ya no hay raz¨®n para estar tan orgullosos de nuestro (controlado) consciente. ?Es tan peque?o! En fin, en el mundo, entendido como un gran drama escrito por la ciencia, no se prev¨¦ ning¨²n papel de rn¨¦rito para el hombre. El hombre se luce, en todo caso, como dramaturgo como creador de la ciencia. ?sta es, precisamente, la tarea que el hombre realiza con aparente exclusiva mundial y protagonismo: la creaci¨®n de conocimiento susceptible de ser transmitido por v¨ªa no gen¨¦tica, la cultura.La cultura es, para la humanidad, una condici¨®n necesaria -todo ser humano exhibe alguna forma de cultura, arte o ciencia, canta o cocina- y tambi¨¦n es condici¨®n suficiente -lo imposible no es tanto que un chimpanc¨¦ hable, sino que ¨¦ste, a su vez, ense?e a hablar a su prole. La cultura es ¨ªntimamente humana. De ah¨ª nuestra debilidad por todo lo que a ella se refiera. Nos interesa, por ejemplo, su evoluci¨®n en el tiempo, c¨®mo se acumula, c¨®mo cambia y, si progresa, c¨®mo progresa. ?Existen leyes para describir el devenir cultural? La cultura es, despu¨¦s de todo, un fen¨®meno natural; pertenece a la naturaleza con el mismo derecho que la etolog¨ªa m¨¢s primitiva. Y ?no es la ciencia nuestra mejor colecci¨®n de leyes y modelos sobre la naturaleza? Otra vez la dichosa tentaci¨®n cient¨ªfica. Recurrir al m¨¦todo cient¨ªfico (o inspirarse en los resultados de la ciencia) para tratar el fen¨®meno cultural es una tentaci¨®n audaz y viciosa porque, ya lo hemos se?alado, la cultura es una creaci¨®n humana y la ciencia es esa parte de la cultura que empieza por desterrar al creador del dominio de sus objetos. Pero seamos audaces y viciosos e intentemos (a ver qu¨¦ pasa) un ligero ejercicio cient¨ªfico sobre la cultura. Para empezar, dividamos el mundo en dos partes: una merecedora de nuestro inter¨¦s (el sistema) y el resto del universo (su entorno). El sistema se comunica con su entorno a trav¨¦s de la mutua frontera, y la naturaleza de ¨¦sta (su permeabilidad) de termina en qu¨¦ medida se realizan los intercambios. Un ente vivo, por ejemplo, intercambia esencialmente tres cosas con el exterior: materia, energ¨ªa e informaci¨®n. Pues bien, est¨¢ claro que, de todos los sistemas que podr¨ªan ser, nos interesan muy en especial aquellos que son. Y sean los sistemas que son (los que han accedido a la realidad) aquellos que podemos observar, es decir, sistemas dotados de cierta estabilidad, un con cepto matem¨¢ticamente bien definido. Un sistema estable se estremece por una perturbaci¨®n de su entorno, pero recupera su estado inicial si la perturbaci¨®n desaparece. Tales sistemas tienen la propiedad de adaptarse a los cambios del entorno, esto es, responden al cambio externo con la b¨²squeda y captura de un nuevo estado compatible con las nuevas condiciones (reajustan su estructura interna para disfrutar de una renovada estabilidad). Si el binomio sistema/entorno no logra encontrar una situaci¨®n de mutua y pac¨ªfica estabilidad, entonces sobre viene la crisis, la bifurcaci¨®n o la cat¨¢strofe. Ya no hay adapta ci¨®n, sino revoluci¨®n. Inestabilidad significa que el sistema res ponde a la menor variaci¨®n del entorno con un viaje sin retorno, o con un salto brusco de su estado. Por este procedimiento de rebeli¨®n frente al mundo, el sistema puede derivar hacia una lejana y eventual nueva estabilidad (se convierte en un nuevo e imprevisible sistema) o hacia el infinito (desaparece). La f¨ªsica sabe describir estos comportamientos para sistemas no demasiado complejos.
Pero no nos dejemos atemorizar por la complejidad y consideremos, sin m¨¢s, el fen¨®meno de la cultura. En este caso, el intercambio de informaci¨®n es de una trascendencia claramente superior a la de los intercambios de materia y energ¨ªa. Centremos pues nuestra atenci¨®n en esta magnitud (hasta cierto punto bien definida matem¨¢ticamente) y sea un sistema que se adapta en determinadas condiciones ambientales. La estabilidad conquistada corresponder¨¢ a cierta estructura del sistema (y de su entorno), y tal estado de mutuo compromiso se sit¨²a entre dos casos extremos: o permite el intercambio de mucha informaci¨®n, o permite el intercambio de muy poca. Cuando la estabilidad exige una gran comunicaci¨®n entre sistema y entorno, la estructura del sistema tiende a parecerse a la de su entorno, el sistema tiende a confundirse con su vecindad. Es el mimetismo. Da la impresi¨®n como si el sistema quisiera esconderse o, al menos, no ser distinto. El sistema acepta, de alg¨²n modo, el destino de su entorno. Los naturalistas conocen perfectamente el fen¨®meno: es la cripsis. En el caso opuesto, cuando la estabilidad requiere incomunicaci¨®n, la estructura del sistema tiende a ser independiente del resto del mundo, el sistema tiende a diferenciarse. El sistema, se dir¨ªa, desea destacar, hacerse notar, ser distinto y original. Es la aposemasis. Aposemasis o cripsis son t¨¢cticas con distintas posibilidades para la estrategia de la vida. Las dos posturas, contestar el entorno o apuntarse a ¨¦l, pueden tener su inter¨¦s. La presa cr¨ªptica (igual distribuci¨®n de colores, inmovilidad, etc¨¦tera) se defiende no despertando
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reacci¨®n alguna en el depredador. La presa aposem¨¢tica debe compensar su vistosidad provocando reacciones negativas en sus enemigos (repugnancias innatas, jugarretas t¨®xicas, etc¨¦tera). La aposemasis interesa para la atracci¨®n sexual a distancia, la cripsis menos.
Pero volvamos a la cultura para proponer unas definiciones. ?Qu¨¦ es sistema y qu¨¦ es entorno en cultura? La cultura tiene un claro elemento unidad, es el creador individual, el ser humano individuo. Es el sistema. ?Cu¨¢l es su entorno? El creador de cultura se enfrenta (de adapta o se rebela, se estabiliza o desestabiliza) a un doble entorno.
Existe, por un lado, el conjunto de los objetos culturales que definen, en realidad, cada disciplina cultural: la naturaleza para el cient¨ªfico, la sociedad para el soci¨®logo, el paisaje para el paisajista, emociones y sensaciones para ciertos poetas y artistas, las herraduras para el herrero, los hombres en general para el creador en particular. Es el entorno cultural objeto. Pero tambi¨¦n existe el entorno cultural sujeto, es decir, el conjunto de los elementos, m¨¦todos y de m¨¢s creadores que pertenecen a la misma disciplina que un particular creador: para un f¨ªsico son sus colegas, los instrumentos de observaci¨®n, las teor¨ªas vigentes; para un pintor, el resto de los pintores, los materiales, las t¨¦cnicas, la historia de la pintura. Con estos pocos conceptos podemos esbozar ya cuatro fen¨®menos del devenir cultural.
1. Una modernidad cae en la modernez y una vanguardia amarillea, cuando el creador se estabiliza cr¨ªpticamente con el entorno cultural sujeto y aposem¨¢ticamente con el entorno cultural objeto, esto es, cuando se comunica bien con el movimiento a que pertenece y mal con el momento y lugar que le ha tocado vivir. Es tambi¨¦n la ciencia acad¨¦mica y de prestigio que empieza a no explicar demasiadas observaciones.
2. Una modernidad se mantiene tensa, una vanguardia vigente o una ciencia aplicable si lo que acontece es una estabilidad doblemente cr¨ªptica. El conocimiento no se ha agotado, todav¨ªa. Es la fase de explotaci¨®n y aprovechamiento de ciertas ideas.
3. La estabilidad doblemente aposem¨¢tica representa la pat¨¦tica incomunicaci¨®n con ambos entornos culturales. Su trascendencia suele ser inestable, pero de una inestabilidad sin esperanza; no conduce a nuevas estabilidades. Su caracter¨ªstica esencial es la fugacidad. El sistema destaca y sorprende en el dominio de su propia cultura y en el entorno que le toca vivir, ya sea por tibias nostalgias o por errores visionarios. Son, reconozc¨¢moslas, las falsas vanguardias, la modernidad manufacturada, el fracaso cient¨ªfico.
4. Cuando el sistema es aposem¨¢tico con el entorno cultural sujeto y cr¨ªptico con el entorno cultural objeto, entonces, ?ah!, entonces estamos delante del genio. El creador puede romper con sus colegas, m¨¦todos, t¨¦cnicas o conocimientos previos, pero capta con fuerza el mundo de los objetos de su momento y lugar. En este sentido, el genio no se adelanta a su tiempo, sino que es el primero en llegar. Una vanguardia no se adelanta 10 o 30 a?os, sino que 10 o 30 a?os es el tiempo necesario para vencer la pereza o el recelo de su ¨ªntimo entorno cultural, es el tiempo durante el que se completa la doble cripsis.
Fin del ejercicio. Se pueden ensayar otros. Consid¨¦rese, por ejemplo, la pol¨ªtica. Def¨ªnase el sistema y sus entornos. Y proc¨¦dase con el mismo discurso.
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