La filosof¨ªa da que hablar
Plat¨®n dec¨ªa ser reacio a la traducci¨®n del hablar filos¨®fico en escritura, aunque ¨¦l mismo fuera un gran escritor. Tem¨ªa que desapareciera la peculiaridad del ¨¦xtasis filos¨®fico al fijar su habla por escrito. Y, sin embargo, se dice que el origen mismo del pensar filos¨®fico est¨¢ ligado a la aparici¨®n y generalizaci¨®n de la escritura fon¨¦tica, aqu¨¦lla que permite escribir "tal como se habla" y reflexionar y codificar este habla. Para muchos empero, este presunto comienzo de la filosof¨ªa no es sino el signo mayor de su decadencia, en tanto que "amor a la sabidur¨ªa", su conversi¨®n en ret¨®rica de la argumentaci¨®n, su mudanza en genero literario.El segundo acto de la alianza entre filosof¨ªa y escritura tiene lugar en el Renacimiento: la invenci¨®n de la imprenta y la generalizaci¨®n de la forma libro y la traducci¨®n del hablar filos¨®fico del lat¨ªn a las lenguas populares inician la filosof¨ªa moderna. Podr¨ªa decirse que lo que se inaugura entonces alcanza su forma acabada y cumplida durante el siglo pasado, con los comienzos del libro y el surgimiento del periodismo. El hablar filos¨®fico se cargar¨¢ entonces con nuevas y graves exigencias. Nietzsche fue, sin duda, de los primeros en denunciar el peligro con el que las nuevas condiciones de expresi¨®n desafiaban al viejo "amor a la sabidur¨ªa". El quehacer filos¨®fico iba a escindirse, solicitado por dos polos muy precisos: de un lado, la filosof¨ªa de los eruditos y los profesores, ensimismada y endog¨¢mica, abocada a la tarea de la conservacion de una tradici¨®n, y del otro, la filosofia de y para los periodistas, urgida por las necesidades de novedad y de actualidad tan ajenas al asunto del pensar. ?Cu¨¢l es la parte m¨¢s perecedera de una filosof¨ªa -se preguntaba Nietzsche - sino aquello que la engasta sobre la piel de su ¨¦poca, y que hoy, en buena medida, no es sino dato arqueol¨®gico o mera ideolog¨ªa? ?Y qu¨¦ diferencia espec¨ªfica marca a los grandes fil¨®sofos sino el talante para distanciarse de su tiempo, para pensar en clave intempestiva? El periodismo impone la exigencia de que "se escriba de lo que hoy da que hablar" -la clase erudita exige que "se hable hoy de lo que se escribi¨® anta?o "Nietzsche sospechaba que la tensi¨®n propia del pensar filos¨®fico quedaba condenada si deb¨ªa desarrollarse bajo estas condiciones de expresi¨®n; todo su arte del estilo no fue sino un intento por escapar, por impedir que su discurso fuera recuperado por una u otra de las amenazas modernas.
Las condiciones de expresi¨®n que Nietzsche adivinaba en su tiempo son, maximalizadas, las nuestras de hoy. Inmersa de modo m¨¢s o menos pl¨¢cido en la industria cultural, urgida por las exigencias de actualidad del periodismo y el historicismo de la clase erudita, la filosof¨ªa se ve emplazada a hablar para dar que hablar: para proponer un nuevo ismo, un m¨¦todo, una alternativa, para llenar un vac¨ªo, ofrecer una imagen, vender un producto.. . Es evidente que, en uno y otro ¨¢mbito, el auditorio es dispar y, por tanto, los criterios de aceptabilidad para su discurso son tambi¨¦n espec¨ªficos, pero la coacci¨®n es la misma. Ante el asunto del pensar, el fil¨®sofo se encuentra hoy con exigencias tan apremiantes como las que condicionaban el pensar de un monje del siglo XI, cuando menos, por m¨¢s que su existencia sea hoy m¨¢s confortable, aunque tambi¨¦n m¨¢s desesperada. Las exigencias de actualidad del periodismo cultural y el historicismo de la clase acad¨¦mica hallan su punto de encuentro obligado bajo la forma de la peri¨®dica reactualizaci¨®n de fil¨®sofos y filosof¨ªas. Regularmente se celebra la actualidad de un fil¨®sofo o de una filosof¨ªa -regularmente, retales hist¨®ricos vuelven a darnos que hablar-
Puede que porque se cumpla el tantos aniversario de un fil¨®sofo o de un texto reputado, o con ocasi¨®n de la publicaci¨®n de una nueva edici¨®n cr¨ªtica de sus obras (por ejemplo, el caso de Nietzshe, en los sesenta, o el m¨¢s reciente de Heidegger)
Puede que conduzca a ello un c¨²mulo de coincidencias entre las monograf¨ªas a las que los profesionales se ven obligados por mor de la necesaria especializaci¨®n, o puede que sea el resultado de una reflexi¨®n que busca, en un movimiento regresivo, su asiento definitivo (cre¨ªamos que Marx, luego pensamos que Hegel, para finalmente darnos cuenta de que es en Kant donde hay que buscar la ra¨ªz de nuestros problemas). Es posible tambi¨¦n que estas reactualizaciones se apoyen en supuestas similitudes entre determinadas condiciones hist¨®ricas y las actuales (por ejemplo, el redescubrimiento en toda Europa de la Viena fin de si¨¨cle, o la recuperaci¨®n italiana de ciertos malditos alemanes, de Benjamin o Rosenzweig), o puede que adopte la forma de una explosi¨®n de reconocimiento tras largo tiempo de mutuo desd¨¦n (por ejemplo, el descubrimiento estadounidense de la fenomenolog¨ªa y la hermen¨¦utica, en parte v¨ªa Derrida, y la recuperaci¨®n europea, francesa y alemana, de buena parte de la tradici¨®n anal¨ªtica anglosajona).
En todo caso, la exigencia de peri¨®dicas actalizaciones de lo hist¨®rico que den que hablar, en las que el periodismo y la erudicci¨®n hallan su momento de complicidad, impone condiciones que tal vez sean excesivas, que tal vez alejen a la filosof¨ªa definitivamente de lo que est¨¢ por pensar-. Tal vez la filosof¨ªa sobreviva entonces s¨®lo en los en los resquicios, en las grietas -como un animal herido. O quiz¨¢ es que la filosof¨ªa se ha convertido ya en otra cosa,que sea otra la tensi¨®n de su escritura en tanto que espacio el que cruzan sus armas -ese fr¨ªo silencio que es el pensar y la mano lenguaraz, como si lo que la filosofia pretendiera mostrarnos s¨®lo fuera accesible atrav¨¦s de sus silencios ... De cualquier modo, es bien curioso que la filosof¨ªa, hoy, aunque a menudo no parezca hablar, en definitiva, sino de este problema siga present¨¢ndose y hablando de s¨ª misma como si tal problema no existiera, como si no fuera su problema, de espaldas a aquello que que hablar.
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