La suerte limpia
En el Ripa, en la Iconolog¨ªa que el mitopoeta perugino Cesare Ripa public¨® a finales del siglo XVI, la Fortuna era descrita como una joven de alas desplegadas y diadema de estrellas que baila sobre el mundo. Desnuda ¨ªntegramente, pero con una venda en los ojos, la Fortuna dispensa a los mortales sus mercedes, que caen a raudales desde unos cuernos de la abundancia observados por padre Tiempo con reconcomio.En la serie de grabados m¨¢s c¨¦lebre de la Iconolog¨ªa, la de la edici¨®n Hertel de 1760, esos mortales que aguardan la ca¨ªda de la lluvia dorada est¨¢n en poses muy barrocas, con los brazos en aspa y el cuerpo escorzado, y son cuatro: el Joven sin oficio ni beneficio; la Pobreza, encadenada al pedrusco de su destino; el Comercio, siempre tan buscavidas, y una figura oscura, un labriego tal vez, que mira arrobado un casco militar mientras del cuerno le cae encima una mitra obispal.
Hubo un tiempo, largo tiempo, en que los jerogl¨ªficos y explicaciones de Ripa, traducidos gr¨¢ficamente en las ediciones ilustradas que siguieron a la original, inundaron el mercado de los forjadores de imagen de la cultura europea. Pintores y escritores, emblemistas, arquitectos, beb¨ªan sin recato en sus fondos, y son muy numerosos -Panofsky y sus secuaces han desvelado varias docenas- los cuadros y programas decorativos renacentistas que basan su figuraci¨®n en la pictograf¨ªa de Ripa.
Hoy el Ripa se ve en las bibliotecas de estudioso y la Suerte no es ya en el consciente colectivo aquella descocada cieguecita tan bailona. Hoy se la presenta perfumada y as¨¦ptica, un poco burocr¨¢tica: flor de loto, o con el uniforme del colegio de hu¨¦rfanos de San Ildefonso.
Por eso el ritual hispano del d¨ªa 22 es tan famoso. Y me atrevo a decir que esas im¨¢genes que todos los habitantes del pa¨ªs llevamos en la mente desde ni?os -el bombo, las bolitas, el corbat¨ªn de adultos, pero la cantinela infantil de los voceadores- son nuestra m¨¢s potente representaci¨®n de la actual Fortuna. Y de esa forma nos estamos acostumbrando sin darnos cuenta a una suerte limpia y tecnol¨®gica, c¨ªfrada, matem¨¢tica, cuando la suerte, la que siempre ha valido la pena jug¨¢rsela, es astrosa y un poco sucia.
Hubo un d¨ªa, as¨ª, en que las quinielas se entend¨ªan, eran humanas: estaban a la altura de la mirada o del pie balomp¨¦dico. Hoy los boletos son impenetrable bosque de signos que s¨®lo las pe?as de inform¨¢ticos logran atravesar. Y qu¨¦ me dicen de la primitiva.
Al anunciarse su reinstauraci¨®n yo corr¨ª alborozado a la expendedur¨ªa -siendo hombre que tienta a la suerte sin tentarse la ropa antes-, pensando en una vuelta de la loter¨ªa entendida como toma y daca a palo seco, al estilo de las inolvidables t¨®mbolas y'rifas de altavoz de nuestra pubertad, cuando el culmen de la suerte era irse de la barraca con un botell¨®n de Calisay o un juego de vasitos de duralex. Luego ha resultado que la primitiva es una postrimer¨ªa de las ciencias del azar y sus guarismos s¨®lo est¨¢n al alcance de los que saben trigonometr¨ªa.
En cuanto a la loter¨ªa llamada, quiz¨¢ inconstitucionalmente, nacional, ¨¦sa ya es el colmo de la limpieza. Los d¨¦cimos de participaci¨®n tienen un grabadito tan somero que hace aflorar las historiadas papelas de anta?o, y las listas de premios que se publican en los peri¨®dicos al d¨ªa siguiente en nada evocan los saltos de la rueda de la fortuna: m¨¢s parecen las listas de aprobados de unas oposiciones a 100 plazas vacantes de Polic¨ªa Municipal.
"Cada hombre labra su propia fortuna", dec¨ªa el poeta de los emblemas. Y as¨ª es, pero en los tiernos desinfectados y comodones que corren, el que juega y concursa ni siquiera da ya su nombre ni la cara. Los novelistas de renombre se ponen otro, a menudo con g¨¦nero cambiado, cuando juegan a la loter¨ªa editorial de los premios, y en vez de dejarnos disfrutar del espect¨¢culo que siempre ha constituido la repentina riqueza del pr¨®jimo, vi¨¦ndole descorchar y ser besado y sableado por los suyos, hoy los que aciertan en un sorteo se tapan la cara con una manta y celebran su suerte ante notario.
La suerte ya no es ciega. Ve y prev¨¦; con mirada de rayo l¨¢ser computadorizado. Por eso ayer contemplaba con la nostalgia de los Iodos de la antigua fortuna la seriec¨ªsima ceremonia de los ni?os cantores de San lldef¨®nso. ?D¨®nde est¨¢n las opulentas ciegas de anta?o? ?De los despechugados del sorteo, qu¨¦ se hizo?
Yo prefiero contratularme con los que se llevan el apartamento de La Manga en el programa del Un, dos, tres... de Televisi¨®n Espa?ola. ?sos s¨ª que pierden los ojos y la verg¨¹enza y se ensucian en la persecuci¨®n de la madre Fortuna.
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