El 'Irangate' acosa a Reagan
Los norteamericanos empiezan a dudar de la capacidad de su presidente
La indiferencia que est¨¢ mostrando Ronald Reagan ante la crisis del Irangate, un esc¨¢ndalo que ha abortado ya su revoluci¨®n pol¨ªtica y que el presidente no parece comprender, seg¨²n dicen sus ¨ªntimos, comienza a suscitar dudas sobre la capacidad f¨ªsica, mental y psicol¨®gica del presidente para seguir gobernando con efectividad. La edad de Reagan [en febrero cumplir¨¢ 76 a?os] y la nueva operaci¨®n de pr¨®stata, a la que deber¨¢ someterse a principios de a?o hacen que comience a hablarse, a¨²n t¨ªmidamente, de la senilidad y p¨¦rdida de memoria del presidente como una de las claves de este esc¨¢ndalo y de la cadena de errores pol¨ªticos de la Administraci¨®n en los ¨²ltimos meses.
La p¨¦rdida de facultades de Reagan no parece, en este contexto, ajena a la actuaci¨®n de Reagan en la confusa cumbre de Reikiavik, con Mijail Gorbachov, el pasado mes de octubre. Los m¨¢s pr¨®ximos al presidente aseguran que se cansa m¨¢s f¨¢cilmente; oye peor (lleva aparatos contra la sordera), y cojea m¨¢s que antes. Cada vez habla menos en las reuniones. Aguanta la presi¨®n del cargo. "Hasta ahora se divert¨ªa siendo presidente, pero ya no disfruta", asegura un amigo. Su actitud ante el Irangate es de distanciamiento. Se niega a ver por televisi¨®n los testimonios de sus principales asesores ante el Congreso. "S¨®lo lo hago cuando no hay en otra cadena un partido de f¨²tbol americano", ha dicho.Algunos m¨¦dicos comienzan a sugerir que quiz¨¢ se trate s¨®lo de un problema humano y no de integridad pol¨ªtica. Cuando dice que no autoriz¨® al teniente coronel Oliver North ni al ex consejero de Seguridad Nacional John Poindexter a desviar fondos a la contra, o que Israel no actu¨® de intermediario, puede que no est¨¦ mintiendo, sino que simplemente no se acuerde.
Fallos de memoria
Quiz¨¢s le falla la memoria y est¨¢ diciendo la verdad como ¨¦l la recuerda. Se apunta a que la primera decisi¨®n que inici¨® el esc¨¢ndalo pudo adoptarla, en agosto de 1985, cuando se encontraba convaleciente y bajo medicaci¨®n, tras la operaci¨®n para extirparle un c¨¢ncer de colon. Cunde la impresi¨®n de que vive en un mundo irreal y que este episodio es un gui¨®n de cine en el que al final triunfar¨¢ el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa.
Reagan, como si no tuviera el primer papel, ha comentado: "Espero todos los d¨ªas, como todo el mundo, a ver qu¨¦ va a aparecer. Estoy tan intrigado e interesado como cualquiera". La crisis ha puesto en entredicho su forma de gobernar, delegando todo en una serie de asesores muy fieles en lo personal, pero incompetentes pol¨ªticamente. Hasta ahora, esa despreocupaci¨®n por los detalles era apreciada por los norteamericanos, que comienzan a preguntarse, a ra¨ªz del esc¨¢ndalo, ad¨®nde puede llevar la t¨¢ctica de dirigir el pa¨ªs con piloto autom¨¢tico. "?El presidente lo sab¨ªa, o estaba echando la siesta?", se pregunta la ¨²ltima pegatina que se ve en la calle.
"Alg¨²n d¨ªa ten¨ªa que pagar un precio por este estilo de dirigir la naci¨®n, pero no supon¨ªa que fuera ¨¦ste", ha comentado Richard Neustadt, el primer historiador de la Presidencia. El presidente no se acuerda de cu¨¢ndo autoriz¨® el primer env¨ªo de armas a Ir¨¢n y, parad¨®jicamente, le pide, al Congreso que le cuente lo que han estado haciendo en los dos ¨²ltimos a?os sus principales asesores. "No entiende bien lo que le est¨¢ pasando", ha explicado su amigo y ex consejero de Seguridad Nacional, William Clark, quien ha pedido a los norteamericanos que estas Navidades "recen por ¨¦l". Esta incomprensi¨®n, que le tiene "frustrado", seg¨²n su esposa, Nancy, le ha hecho afirmar: "El pueblo norteamericano me quiere, pero no me cree".
El presidente, en una reciente reuni¨®n del Gabinete, ironiz¨® con esta afirmaci¨®n: "Me debieran dar el Premio Pulitzer, porque soy el primero que lo ha contado todo". El 47% de los ciudadanos cree que est¨¢ mintiendo, y los sondeos, cuando se dispone a volar a su rancho de California para olvidarse durante unos d¨ªas de la crisis, son cada vez peores para un hombre que se ha presentado ante el pueblo como el s¨ªmbolo de una Am¨¦rica fuerte, honrada, optimista y moral. ?Por qu¨¦ ha tenido que ser precisamente Ir¨¢n?, se pregunta la opini¨®n p¨²blica.
Cuesti¨®n de vitalidad
El presidente que prometi¨® que nunca ceder¨ªa ante el terrorismo ha ido a pagar un rescate al r¨¦gimen isl¨¢mico de Jomeini, que humill¨® durante 400 d¨ªas al gran Sat¨¢n americano hundiendo la presidencia de Jimmy Carter.
"Sus confidentes se preguntan si el presidente tiene la vitalidad y el entendimiento necesarios para enfrentarse con la crisis du rante un per¨ªodo prolongado de tiempo", ha escrito en el peri¨®dico The Washington Post Lou Cannon, el primer reagan¨®logo de la prensa norteamericana. Reagan lleg¨® a pensar hace unos d¨ªas que antes de Navidades conseguir¨ªa que declararan North y Poindexter, las figuras claves del esc¨¢ndalo, y que podr¨ªa dejar atr¨¢s, como si se tratara de un mal sue?o, la amenaza m¨¢s grave de su presidencia. Pero en la Casa Blanca ya se habla de una investigaci¨®n que durar¨¢ meses; el fiscal especial, reci¨¦n nombrado, no ha elegido todav¨ªa a su equipo y los comit¨¦s investigadores de las dos c¨¢maras tardar¨¢n semanas en iniciar sus audiencias p¨²blicas.
Esto significa, admiten miembros de la Casa Blanca "meses de incertidumbre y par¨¢lisis en la pol¨ªtica interior y exterior". "La Revoluci¨®n Reagan est¨¢ muerta y con pocas posibilidades de recuperaci¨®n", afirman ya los sectores m¨¢s conservadores. Los intentos de presentar una agenda atractiva para 1987 ofrecen temas tan poco sugerentes como la reforma presupuestaria o de la seguridad social, o una nueva legislaci¨®n comercial. No hay ideas para cargar las pilas al final del segundo mandato. Para muchos, incluso para el Irangate, el reaganismo ya estaba acabado desde que el 4 de noviembre los republicanos perdieron el control del Senado.
La Casa Blanca recuerda a un dinosaurio cuyo sistema nervioso era tan lento que un da?o en la cola tardaba muchos segundos en registrarse en su cerebro, ha escrito George Will, el guru de los columnistas conservadores. "La ausencia de pasi¨®n presidencial alimenta la sospecha de que la incapacidad para sentir refleja la imposibilidad de comprender la crisis que la est¨¢ tragando", asegura Will. Una reuni¨®n, la pasada semana, destinada a producir ideas con gancho para presentarlas en el discurso del presidente al Congreso sobre el Estado de la Naci¨®n, a finales de enero, fue est¨¦ril. "Reagan se limit¨® a escuchar en silencio y el ejercicio aparec¨ªa como algo irreal, porque todos sab¨ªamos que ten¨ªa su mente en otro lado. Par¨¢lisis es una palabra muy fuerte, pero creo que es la ¨²nica adecuada", revel¨® un asistente a la reuni¨®n.
Esta Administraci¨®n ya ha realizado sus principales objetivos: el rearme, la reducci¨®n del papel del Gobierno federal y la reforma fiscal. No tiene soluciones ni voluntad pol¨ªtica para enfrentar el enorme d¨¦ficit presupuestario. Y lo que no se ha conseguido hasta ahora teniendo condiciones m¨¢s favorables -un acuerdo con la URSS de reducci¨®n de armas nucleares-, dificilmente se conseguir¨¢ con un presidente debilitado.
Todos los intentos de la Casa Blanca de pasar a la ofensiva han fracasado. No han logrado que los dos principales implicados cuenten lo que saben, y la petici¨®n presidencial de inmunidad fue rechazada por el Coilgreso. El nombramiento de un fiscal especial, la afirmaci¨®n del presidente de que quiere que se sepa la verdad y las declaraciones de los principales miembros del Gobierno ante el Congreso no disipan la idea, mantenida por el 70% de los norteamericanos, de que la Administraci¨®n est¨¢ encubriendo el esc¨¢ndalo.
Iniciativa dram¨¢tica
Todo el mundo le pide a Reagan que haga algo m¨¢s dram¨¢tico que superar la crisis. ?Pero qu¨¦?, se pregunta el presidente, que cree que ha realizado todos los gestos necesarios. Su ¨ªntimo amigo el senador Paul Laxart le sugiere que acuda, personalmente, a ofrecer un dram¨¢tico testimonio ante el Congreso. Pero los peligros de este paso superan los beneficios, seg¨²n todos los observadores. El l¨ªder de la mayor¨ªa dem¨®crata en la C¨¢mara de Representantes, Jim Wright, solicita un perd¨®n presidencial para North y Pointdexter, y que Reagan asuma todas las responsabilidades, "en un supremo acto de liderazgo". Ni pensarlo, responde la Casa Blanca. Otros, sobre todo Nancy Reagan y sus amigos californianos, piden una limpieza a fondo en el Gobierno y en el equipo presidencial, pero el presidente no ve por qu¨¦ debe destituir a su jefe de gabinete, Ronald Regan. Hay incluso quien cree que North y Poindexter deber¨ªan ser sometidos a un consejo de guerra, por decisi¨®n de su presidente.
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