El Premio Cervantes

En su editorial del pasado d¨ªa 19 titulado Los premios, junto a unas cuantas consideraciones acertadas, se expon¨ªan otras que, a mi entender, lo son mucho menos. Desconozco el funcionamiento del premio Nacional -aunque, a juzgar por los autores y obras seleccionados, me parece que, para bien o para mal, se ajusta a un criterio eminentemente descentralizador- ni el de las Letras. Lo que s¨ª puedo asegurar es que, en el caso del Cervantes, la vara alta que se atribuye al Ministerio de Cultura sencillamente no existe. Tampoco la, significaci¨®n pol¨ªtica del resultado, que tal vez no es lo que el editorialista pretend¨ªa insinuar, pero s¨ª lo que m¨¢s de un lector habr¨¢ cre¨ªdo entender. Mal iba a poder influir el Ministerio de Cultura -caso de haberlo deseado- en la opini¨®n de jurados elegidos por la Real Academia, la academia hispanoamericana de turno -hondure?a en este caso-, el Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericano, el Consejo de Universidades y la Direcci¨®n General de Relaciones culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores, as¨ª como en Torrente Ballester, premio Cervantes del pasado a?o. El ¨²nico jurado elegido por un organismo inegrado en el Ministerio de Cultura -la Direcci¨®n del Libro y Bibliotecas- era precisamente yo, y puedo garantizar que en ning¨²n momento se me ha hecho la m¨¢s m¨ªnima sugerencia respecto a candidato alguno. Para el jurado, como ya se destac¨® en la subsiguiente conferencia de prensa, el problema no fue tanto el de elegir uno de los candidatos cuanto el de no elegir cualquiera de los otros dos candidatos mayoritariamente votados. Presumir otra cosa supone, desde luego, hacer un flaco servicio al Ministerio de Cultura, si era eso lo que se pretend¨ªa. Pero tambi¨¦n a quienes form¨¢bamos el jurado y, sobre todo, a los verdaderos protagonistas de las deliberaciones: Cela, Roa y Buero Vallejo. Y si no era ¨¦se el prop¨®sito, tanto peor.- Luis Goytisolo.