M¨¦xico sobrevive
A pesar de que el pa¨ªs no se sulfura en los albores del quinto a?o de una larga crisis, el desgaste mexicano crece y los atrasos se acumulan. La desesperada b¨²squeda de soluciones a dificultades que no ceden, agigant¨¢ndose con el tiempo, socava ella misma las bases materiales y pol¨ªticas de una estabilidad vieja de casi medio siglo y que parece pertenecer a un pasado a?orado e irrecuperable. En el frente econ¨®mico, en el social y pol¨ªtico, aun en el ¨¢mbito internacional, M¨¦xico cierra un a?o pavoroso. Y el que viene no augura mejora alguna.Con una excepci¨®n quiz¨¢, y es de talla. Al cabo de meses de arduas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con sus acreedores privados y con el garante de ¨²ltima instancia que se ha vuelto Paul Volcker, titular de la Reserva Federal de Estados Unidos, el presidente Miguel de la Madrid logr¨® un acuerdo aceptable. Le permitir¨¢ aceitar los rodajes del mecanismo sucesorio mexicano, recuperando cierto crecimiento econ¨®mico y la consiguiente creaci¨®n de empleos para 1987 y 1988. El paquete financiero de 13.700 millones de d¨®lares acordado por la comunidad financiera internacional, bajo una presi¨®n feroz del Gobierno norteamericano, servir¨¢ para estimular una econom¨ªa que habr¨¢ decrecido m¨¢s del 4% este a?o y cuya inflaci¨®n superar¨¢ el ciento por ciento.
El precio que M¨¦xico pag¨® fue alto, por no decir exorbitante: su ya inmensa deuda externa de 95.000 millones de d¨®lares alcanzar¨¢ 110.000 millones el a?o entrante; se archiva cualquier veleidad de reducci¨®n significativa de pagos de intereses (por debajo de las tasas de mercado) o de cancelaci¨®n de parte de la suerte principal de la deuda; se acepta una condicionalidad cruzada de reformas estructurales de la econom¨ªa mexicana que, de ser cabalmente cumplida, encerrar¨ªa riesgos no despreciables para el futuro del pa¨ªs.
No tanto por las reformas en s¨ª mismas. Impera ya un acuerdo relativo en M¨¦xico sobre la necesidad de alg¨²n grado de apertura de la econom¨ªa hacia el exterior, de reducci¨®n de? sector estatal y de racionalizaci¨®n del sistema de subsidios y de protecci¨®n social existente; pero una cosa es llevar a cabo estos cambios a ritmos propios, en una econom¨ªa de expansi¨®n, con disponibilidad de recursos para auxiliar a los damnificados de la reconversi¨®n -en un pa¨ªs sin red asistencial: seguro contra el desempleo, seguro social para toda la poblaci¨®n-, y otra muy distinta es lo que amenaza con suceder.
Reformas m¨ªnimas
Es posible que el Gobierno ponga en pr¨¢ctica s¨®lo aquellas reformas m¨ªnimas requeridas para mantener el flujo de desembolsos del paquete financiero, que dichas reformas aparezcan ante la opini¨®n mexicana como antipopulares-(por los despidos y las alzas de precios que entra?an) y hechas bajo la presi¨®n del exterior -aunque ello no sea necesa riamente cierto- y que todo esto se haga en condiciones de virtual estancamiento econ¨®mico. De tal suerte que nadie quedar¨¢ sa tisfecho: los acreedores de M¨¦xico, de por s¨ª reticentes ante la perspectiva de otorgar nuevos pr¨¦stamos (muchos bancos europeos y algunos bancos norteamericanos peque?os y media nos simplemente se negaron a hacerlo), se sentir¨¢n defraudados por la insuficiencia de las reformas; ¨¦stas no surtir¨¢n efecto por haberse hecho con cuentagotas y el pa¨ªs ni habr¨¢ dado un paso adelante en la soluci¨®n del terri ble problema de la deuda externa ni habr¨¢ comenzado a sentar las bases para un crecimiento eco n¨®mico ftituro estable y sostenido. Pero ante la intransigencia de los acreedores y la falta de imaginaci¨®n del Gobierno de Estados Unidos, tal vez esta era la ¨²nica soluci¨®n que el presidente De la Madrid ten¨ªa a su alcance.
El coste social de la austeridad y de la transferencia de,casi 50.000 millones de d¨®lares por servicios de la deuda externa durante el pasado quinquenio ha sido espantoso. Los salarios reales han ca¨ªdo en m¨¢s del 40%; los ya raqu¨ªticos niveles de alimentaci¨®n y salud de los mexicanos han descendido, y, en tiempos recientes, comienzan a reducirse los vol¨²menes de ventas de los productos m¨¢s b¨¢sicos (el pan, por ejemplo). La infraestructura del pa¨ªs se ha visto a su vez seriamente perjudicada por falta de mantenimiento, inversi¨®n y renovaci¨®n tecnol¨®gica.
Pero lo peor tal vez sea que se ha cancelado la capacidad de absorci¨®n de mano de obra de la econom¨ªa mexicana. En parte, por un aumento vertiginoso del n¨²mero de j¨®venes que arriban al mercado de trabajo en estos a?os, y en otra medida, por el retroceso econ¨®mico, resulta imposible crear el mill¨®n de empleos anuales que se requieren hasta el a?o 2000. El despertar reciente de un movimiento estudiantil en las calles de Ciudad de M¨¦xico -por primera vez desde principios del decenio pasado- tiene mucho que ver con la aplicaci¨®n de reformas universitarias semejantes a las que han movilizado a los j¨®venes de Francia y Espa?a. Pero tambi¨¦n tiene que ver con la desesperaci¨®n ante un porvenir sin empleo, sin alegr¨ªa.
Todo esto no pod¨ªa carecer de consecuencias pol¨ªticas, y en 1985 ¨¦stas empezaron a surgir, aunque tal vez por donde menos se esperaban. Lo que se ha llamado -con algo de hip¨¦rbole-la insurrecci¨®n electoral del norte del pa¨ªs extendi¨® sus brotes a otros Estados de la misma regi¨®n y a nuevos sectores sociales y pol¨ªticos. En torno a las elecciones del Estado de Chihuahua en julio se produjeron varias modificaciones en el comportamiento pol¨ªtico tradicional, importantes en s¨ª mismas y sobre todo por lo que anuncian. La Iglesia se asom¨® a la actividad pol¨ªtica a cielo abierto por primera vez en muchos a?os; el voto por el partido conservador PAN se extendi¨® a grupos sociales distintos de las tradicionales clases medias altas, y fuerzas y personalidades de izquierda y de derecha se unieron para denunciar el fraude electoral y reclamar la anulaci¨®n de las elecciones.
Elecciones limpias
As¨ª, la gran paradoja pol¨ªtica del M¨¦xico contempor¨¢neo se perfila ya: frente a presiones de dentro y de fuera, una reforma electoral de fondo, pero circunscrita precisamente al ¨¢mbito electoral, favorecer¨ªa a la derecha en ciertas zonas, mientras que una verdadera democratizaci¨®n del pa¨ªs -que incluyera la celebraci¨®n de elecciones limpias, pero que no se limitara a ellas- beneficiar¨ªa a las fuerzas sociales que tradicionalmente se identifican con la izquierda: trabajadores, campesinos, empleados, intelectuales, etc¨¦tera. S¨®lo ql statu quo favorece al Gobierno y al PRI, pero su conservaci¨®n se vuelve cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil.
Esta situaci¨®n contradictoria confunde a muchos mexicanos y deja francamente perplejo a Estados Unidos. Durante el a?o que concluye, ¨¦ste oscil¨® entre agresiones y humillaciones de corte desestabilizador y abrazos y sonrisas de dulce reconciliaci¨®n. En mayo, el senador ultraderechista Jesse Helins celebr¨® audiencias sobre M¨¦xico que se transformaron en un verdadero carnaval de insultos, exageraciones y verdades a medias. De ah¨ª que, en agosto, el presidente Ronald Reagan haya invitado a su hom¨®nimo mexicano a Washington para sanar heridas.
Estados Unidos no sabe muy bien qu¨¦ hacer: por un lado, teme los efectos pol¨ªticos de la crisis econ¨®mica mexicana; por otro, la agrava. Duda de la vigencia y de? vigor del sistema pol¨ªtico existente, pero termina por entender que no tiene alternativa en M¨¦xico, a pesar de sus coqueteos espor¨¢dicos con el PAN. Pero sobre todo no parece comprender que sus dos grandes objetivos en M¨¦xico son incompatibles. Desea, por una parte, un vecino norteamericanizado, esto es, que lleve a cabo reformas econ¨®micas de liberalizaci¨®n a ultranza e inmediata, que abra y transforme su sistema pol¨ªtico sui generis y que abandone lo poco que queda de su pol¨ªtica exterior nacionalista en Centtoam¨¦rica y en las Naciones Unidas, aline¨¢ndose por completo con Estados Unidos. Pero el Gobierno mexicano que resultar¨ªa de esta conmoci¨®n desgarradora ser¨ªa tan d¨¦bil que jam¨¢s podr¨ªa cumplir con la otra gran meta de Estados Unidos, a saber: guardar la estabilidad y el orden internos, en general, y en particular, controlar el narcotr¨¢fico y coadyuvar a la regulaci¨®n de la inmigraci¨®n indocumentada de mexicanos a Estados Unidos. La incoherencia norteamericana no s¨®lo proviene del no querer o no saber escoger entre ambas opciones, sino, ante todo, de ignorar la existencia misma del dilema.
Claro, ¨¦ste es estadounidense, pero las consecuencias las vive M¨¦xico, que probablemente sufri¨® el a?o m¨¢s tenso que se recuerda en materia de relaciones con su poderoso vecino.
Vienen cambios en M¨¦xico, aunque s¨®lo sean los que acontecen cada seis a?os. La sucesi¨®n presidencial se resuelve en 1987, y el nuevo presidente, que asumir¨¢ sus funciones en diciembre de 1988, se ver¨¢ fuertemente presionado para que encabece cambios en el frente de la deuda externa, buscando un alivio real en lo tocante al problema electoral, abriendo la posibilidad de triunfos electorales de la oposici¨®n a escala regional, y en el comienzo de una redistribuci¨®n significativa de la enorme riqueza de M¨¦xico a favor de la inmensa mayor¨ªa despose¨ªda de la naci¨®n.
Las dificultades de Reagan gracias al esc¨¢ndalo del Iranagua, la estabilizaci¨®n al alza del precio del petr¨®leo y la extraordinaria resistencia y nobleza del pueblo mexicano -que perdona todo, aunque no olvida nadason factores reales de aliento. S¨®lo falta que el sistema pol¨ªtico mexicano est¨¦ a la altura del desafio con que se enfrenta. No es seguro que as¨ª sea, pero tampoco hay recambio a la vista. Una paradoja m¨¢s de la larga epopeya mexicana.
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