Ojo a Bush
Entre los perdedores de 1986 probablemente haya que incluir al vicepresidente norteamericano, George Bush, pero habr¨¢ que hacerlo con cuidado: puede estar llamado a jugar un papel clave en el a?o que acaba de empezar.Con los vicepresidentes, nunca se sabe. John Adams habla del "oficio m¨¢s insignificante inventado por el hombre... Hoy no soy nada, pero ma?ana puedo serlo todo".
Es dif¨ªcil sacar una palabra favorable para Bush de los recortes de prensa de 1986. Hace un a?o se encontraba en los primeros puestos de, las listas de popularidad como candidato republicano a la presidencia para 1988, y desde entonces empez¨® a caer, hasta quedarse detr¨¢s de Robert Dole, el portavoz saliente de la mayor¨ªa en el Senado, y fuera de los titulares.
Pero 1987 puede ser bastante distinto. Bush puede ser invisible, objeto de abusos y risas, pero no es la clase de persona a la que uno entregar¨ªa el sombrero propio, por error. Tiene oficio y experiencia para ayudar a la Administraci¨®n a salir del actual esc¨¢ndalo a prop¨®sito de Ir¨¢n y Nicaragua. Es, despu¨¦s de todo, el ¨²nico funcionario, aparte del presidente, que ha sido elegido por todos los ciudadanos.
Ser¨¢ miembro del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) del presidente. Preside el Senado, donde tiene un despacho y es respetado por su car¨¢cter; tampoco hay que olvidar su anterior pertenencia a la C¨¢mara de Representantes y su experiencia como ex jefe de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA), ex enviado a China y ex jefe de la delegaci¨®n ante las Naciones Unidas. Ninguna otra personalidad en el Gabinete de Reagan o en la Casa Blanca, y ning¨²n otro candidato a la presidencia en 1988, puede alcanzar la experiencia de Bush en los negocios, en el Congreso y en la Casa Blanca.
Y otra cosa en su favor: aunque una vez conden¨® lo que denomin¨® "econom¨ªa de vud¨²" de Reagan, y ha demostrado que ten¨ªa raz¨®n, ha mantenido la confianza del presidente y le ha vuelto tranquilamente la cara cuando ha pensado que Reagan estaba desvi¨¢ndose de su ruta.
El problema ahora en Washington no es lo que el teniente coronel Oliver North y el vicealmirante John Poindexter hicieron en el enredo de dinero y armas desde Ir¨¢n hasta Nicaragua. El problema es c¨®mo salir de este esc¨¢ndalo y c¨®mo afrontar los asuntos del control del presupuesto, el comercio de armas y el armamento nuclear. Es dif¨ªcil pensar en alguien dentro o fuera de la Casa Blanca que haya tenido, m¨¢s experiencia en manejarse con estos enredos que Bush.
Las cosas est¨¢n cambiando. Estamos pasando, casi sin darnos cuenta, de una especie de reinado de Reagan, que ya dura seis a?os, hacia una regencia limitada para los pr¨®ximos dos a?os, y Bush podr¨ªa ser el personaje principal en este ¨²ltimo acto.
En gran parte depender¨¢ de qui¨¦n est¨¦ al lado del presidente. Muchas personas est¨¢n deseando hablarle en privado: ex presidentes, ex secretarios de Estado, ex directores del NSC. Todos quieren colarse por la puerta de atr¨¢s sin que se enteren la entrometida Prensa. Bush conoce las cartas de la baraja. Pero est¨¢ atrapado, seg¨²n parece, entre su lealtad a Reagan y su ambici¨®n por sucederle.
Es un vagabundo; nacido en Massachusetts, creci¨® en Connecticut con una madre maravillosa y un padre al que adoraba; fue un afortunado magnate del petr¨®leo en Tejas; nunca demasiado seguro de d¨®nde estaba su casa cada noche. Probablemente sea un error menospreciarle, en especial si se mira a su esposa. Son gente seria, de los mejores que tiene Washington, con los dones de la inteligencia, la amistad y la compasi¨®n. En definitiva, podr¨ªa marcar una diferencia en los dos a?os pr¨®ximos y, si no, irse a casa sin remordimientos.
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