La tragedia del amor imposible
El p¨²blico
De Federico Garc¨ªa Lorca (1930). Int¨¦rpretes: Alfredo Alc¨®n, Antonio Duque, Pedro Mar¨ªa S¨¢nchez, Chachi, Tom¨¢s Alonso Mart¨ªnez, Carlos Manuel D¨ªaz, Joan Miralles, Ismael Abell¨¢n, Asunci¨®n S¨¢nchez, Esther Gala, Maite Brik, Angel Pardo, Vicente Diez, Macho Bresso, Carlos Bresso, Carlos Belasco, Jos¨¦ Luis Santos, Maruchi Le¨®n, Manuel de Blas, Paola Domingu¨ªn, Juan Echanove, Chema de Miguel Bilbao, Valent¨ªn Paredes, Jos¨¦ Coronado, Carlos Iglesias, Gaspar Cano, Francisco Lahoz, Maruja Boldoba, Manuel M¨¢rquez, Walter Vidarte.
Escenograf¨ªa y vestuario: Fabi¨¤ Puigserver con Frederic Amat. M¨²sica de Josep Maria Arrizabalaga. Direcci¨®n: Llu¨ªs Pasqual. Estreno, teatro Mar¨ªa Guerrero. Madrid, 16 de enero.
Nunca cre¨ª que los textos que forman El p¨²blico, de Lorca, supusieran una obra homosexual, sino una tragedia del amor como acto incompleto o imposible; como un fracaso de la totalidad. amorosa sexual, como aparece constantemente en su teatro de s¨ªmbolos heterosexuales, sea La casa de Bernarda Alba, Yerma o Bodas de sangre. La tensi¨®n homosexual que efectivamente aparece en toda la escritura, y ahora en la representaci¨®n, es una parte expresiva de un todo amoroso.Cuando se acude a una primera representaci¨®n de un texto y un autor muy conocidos no se pueden evitar los prejuicios; se tiende a creer que la lectura hecha por uno mismo y su imaginaci¨®n a solas es lo que vale, y este) puede llevar a la injusticia de no aceptar la interpretaci¨®n dada por el director de escena. En este caso, he sentido la tendencia de creer que Llu¨ªs Pasqual ha entendido la obra en este mismo sentido de lo tr¨¢gico y lo imposible, de la persecuci¨®n del uno por el otro de los amantes, huida siempre por la transformaci¨®n, por la transmutaci¨®n de la materia amada; que ha unido sin suturas visibles los distintos fragmentos hasta darles una unidad y que ha exaltado, sobre todo, lo que parece b¨¢sico en la obra: la angustia entre lo real y lo fingido, tomada por la met¨¢fora del teatro, de lo que subyace en el teatro o lo que debe salir al aire libre y crear una posibilidad de transformaci¨®n. Ser¨ªa El p¨²blico, incluso, un auto sacramental invertido, una eucarist¨ªa laica; casi el rev¨¦s de lo que fue El gran teatro del mundo, o una especie de rebeli¨®n contra la idea calderoniana del Autor Omn¨ªmodo -en este caso, el personaje es el Director de Escena- y las formas de libre albedr¨ªo: el mismo t¨ªtulo de El p¨²blico ser¨ªa, si se aceptase ese caso, la toma de posici¨®n o de conciencia del otro extremo de Calder¨®n. Quiz¨¢ no menos pesimista, pero s¨ª con una ambici¨®n libertaria. Cuando se habla en esta obra de la destrucci¨®n del teatro no s¨®lo se est¨¢ diciendo algo al pie de la letra, sino el de un orden establecido, el de unos residuos ideol¨®gicos de una violencia sobre el amor y el sexo: habr¨¢ que repetir que como todo su teatro y como toda su poes¨ªa: algo que le llev¨® a la muerte.
Creo que la labor art¨ªstica de Llu¨ªs Pasqual es la de hacer todo esto ostensible con un texto evidentemente incompleto, en el que su autor hab¨ªa sido cr¨ªptico en el lenguaje y en la superposici¨®n de escenas, pero al mismo tiempo sincero y espont¨¢neo en la expresi¨®n de su forma de pensamiento tr¨¢gico. La forma de unidad que da a un texto desunido, la continuidad de acciones tan evidentemente dispares como la crucifixi¨®n y las siete palabras con la canci¨®n del pasto bobo, la cuidadosa elaboraci¨®n de met¨¢foras esc¨¦nicas como la superposici¨®n de telones o los peque?os detalles de atrezzo, la continuidad, el trabajo unido de los actores -dentro de las inevitables diferencias de calidad entre ellos-, son los valores esenciales que creo encontrar. Es decir, que, seg¨²n mis lecturas y mis sentimientos hacia Lorca y esta obra, hay una concordancia entre lo escrito y lo bellamente representado. Lo cual, naturalmente, no impide que se intenten otros caminos de esclarecimiento.
Arena azul
Otros aspectos de: la representaci¨®n parecen secundarios. La conversi¨®n del entero patio de butacas del Mar¨ªa Guerrero en enorme espacio de arena azul me parece m¨¢s bien parte del intento bien conseguido y bien trabajado de la fabricaci¨®n del acontecimiento que algo en favor de la obra; incluso se pueden encontrar razones en contra, como la de la limitaci¨®n (del n¨²mero de espectadores por representaci¨®n o la diferencia de ¨®ptica o de audici¨®n, incluso de la apreciaci¨®n del trabajo de los actores, seg¨²n la localidad que se ocupe. Est¨¢ inscrito dentro de la pol¨ªtica de acontecimiento, de una exposici¨®n de magnitudes y de posibilidades econ¨®micas, y es un feri¨®meno extrateatral que, sin embargo, se va convirtiendo peligrosamente en condici¨®n del teatro regulador, del teatro de Esta.do (o de municipio, o de cualquier otra alotrop¨ªa) y va teniertdo su mimetismo en lo que queda de teatro privado.
El vestuario y la escenograf¨ªa de Fabi¨¤ Puigserver est¨¢n, naturalmente, perfectamente inscritos en toda la encarnaci¨®n de la obra, en su belleza visual, como es costumbre en este creador y en su larga colaboraci¨®n con Llu¨ªs Pasqual. La m¨²sica de Arrizabalaga tiene la virtud tarribi¨¦n de ser lorquiana, de encajar sin estridencias.
Hay una buena interpretaci¨®n de conjunto, rota por algunas intervenciones p¨¦simas, pero elevada por otras: por el ¨ªmpetu desgarrado de Alfredo Alc¨®n, por la cantidad de matices de voz y colocaci¨®n de Pedro Mar¨ªa S¨¢nchez, sobre todo en su relaci¨®n con Maruchi Le¨®n en su met¨¢fora de Julieta: una actriz joven que comienza y que, m¨¢s que obtener rasgos profundos de su personaje, pone su presencia. Como hay iron¨ªa en la breve aparici¨®n de Walter Vidarte, br¨ªo y expresi¨®n en los que hacen los caballos... Y la peque?a pero justa y medida aparici¨®n de Echanove, que fue especialmente aplaudida.
Para saber la acogida del p¨²blico habr¨¢ que esperar m¨¢s tiempo. El aforo est¨¢, como queda dicho, enormemente reducido por el aprovechamiento de todo el espacic, para escenario, y el par de cientos de localidades disponibles estaba repartido de antemano entre espectadores de calidad, de forma que el verdadero p¨²blico -el que da t¨ªtulo y carne metaf¨ªsica a la obra- tuvo que estar ausente. Hay pocas dudas de que la reacci¨®n va a ser favorable y el espectaculo va a gustar o, probablemente, a entusiasmar. La comprensi¨®n de esta obra es menos dif¨ªcil de lo que lo hubiera sido en su tiempo; adem¨¢s de la forma facilitadora que le da Llu¨ªs Pasqual est¨¢ el transcurso del tiempo y la acumulaci¨®n de teatro y otros medios de expresi¨®n de la literatura dram¨¢tica que han ido formando a los espectadores eriestos casi 60 a?os, y una manera m¨¢s libre de ver los problemas sexuales y amorosos. Lo cual demuestra -otra vez- que Lorca fue un adelantado en su tiempo; sobre el propio superrealismo que le alimentaba -o al que alimentaba ¨¦l- y sobre el existencialismo, el teatro del absurdo, la libertad de unidades, las abreviaturas de lenguaje que le iban a continuar.
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