El futuro est¨¢ al caer
El Club de Roma, creado en 1968 por Aurelio Peccei, Alexander King y otros ciudadanos del mundo -que ya por entonces conceb¨ªan los problemas del planeta con una visi¨®n global e interdisciplinaria- ha celebrado recientemente una de sus conferencias en Yaund¨¦, capital de Carner¨²n. All¨ª; un centenar de muy diversas gentes, entre ellas el autor del art¨ªculo, tuvieron ocasi¨®n de analizar los diversos problemas de ?frica en la prospectiva del cambio milenario. El horizonte 2000, dice el profesor Tamames, est¨¢ cerca. Y a?ade: "Como alguien dijo, el futur¨® est¨¢ al caer".. ?Y qu¨¦ futuro? En este art¨ªculo, Ram¨®n Tamames pide la atenci¨®n de los pa¨ªses desarrollados hacia los problemas de ?frica desde un nuevo punto de vista.
La atenci¨®n a los temas africanos en los pa¨ªses de este Norte en que vivimos (en el sentido de la terminolog¨ªa Norte / Sur, de zonas comparativamente ricas e mdustrializadas frente a ¨¢reas pobres en v¨ªas de desarrollo), generalmente se polariza en las tendencias de la pobreza, la explosi¨®n demogr¨¢fica y las dificultades de desarrollo. Pero se trata de una atenci¨®n m¨¢s bien espasm¨®dica, convulsiva, que s¨®lo surge cuando a tantos males se unen las calamidades -no tan naturales como a veces se dice- de la desertif¨ªcaci¨®n, la sequ¨ªa y el hambre de decenas de millones de personas.El paradigma de esas calamitosas emergencias es el Sahel, con su geograf¨ªa de estepas ¨¢ridas y sabanas que discurren en la inmediata ?frica subsahariana, desde el oc¨¦ano Atl¨¢ntico hasta el Indico, en una franja que incluye m¨¢s de una decena de pa¨ªses, desde Senegal hasta Sud¨¢n, abarcando tambi¨¦n, por prolongaci¨®n de su misma problem¨¢tica al cuerno de ?frica, con dos de los territorios m¨¢s golpeados por tales crisis, Etiop¨ªa y Somalia, en los que el fantasma de la guerra concurre para agravarlo todo hasta el m¨¢ximo.
Pero con ser bien serios los problemas del Sahel, con ser cada vez m¨¢s frecuentes y mas intensas las sequ¨ªas en un ¨¢rea tan extensa (y con todo lo que de potencialmente irreversible tiene la desertificaci¨®n producida por el sobrepastoreo y por la disminuci¨®n de vegetaci¨®n, por las necesidades de energ¨ªa primaria de una poblaci¨®n r¨¢pidamente creciente, etc¨¦tera), lo cierto es que la atenci¨®n al porvenir de ?frica no puede limitarse a esos momentos de urgencia-l¨ªmite. No basta con que los pa¨ªses del Norte atiendan a esas circunstancias con ayudas en forma de alimentos financiados con fondos p¨²blicos y que en no pocas ocasiones ni siquiera pueden llegar a su destino por corrupciones o dificultades de transporte. Como tampoco bastan, a nivel de calor popular, ni las carreras por ?frica ni los conciertos musicales masivos, con todo lo que tienen de forma de expresarse para millones de j¨®venes tambi¨¦n verdaderos ciudadanos del mundo de hoy.
Muy atr¨¢s qued¨® el ?frica del buen salvaje o del blanco omnipotente como colonizador. Como las visiones casi id¨ªlicas de las Memorias de la baronesa Von Blixen pertenecen definitivamente al pasado. El continente negro, con sus 30 millones de kil¨®metros cuadrados, tiene ya hoy una poblaci¨®n muy pr¨®xima a los 500 millones de habitantes; con un crecimiento que podr¨ªa situarla en torno al a?o 2000 en la cota del millar de millones de habitantes. Ser¨¢n 70 las ciudades millonarias por su poblaci¨®n, y tres los conglomerados urbanos por encima de los 10 millones de pobladores (Lagos, Kinshasa y Abiy¨¢n). Con todo lo que ello habr¨¢ de significar de destrucci¨®n ambiental, de hacinamiento con las m¨¢s variadas formas y niveles de miseria y con un dualismo -ricos muy ricos y pobres muy pobres- de evoluci¨®n exponencial, y con situaciones de degradaci¨®n casi inimaginables desde todos los puntos de vista.
Estos nuevos problemas de ?frica, para los propios africanos y para los ciudadanos m¨ªnimamente responsables del planeta, no han hecho m¨¢s que empezar. Los factores ya mencionados de demograf¨ªa, de deterioro ecol¨®gico, de penurias econ¨®micas, se transformar¨¢n en una sinergia negativa, en una aut¨¦ntica bomba de reloj¨¦r¨ªa, a menos que el munao torne conciencia de lo que se cierne sobre todos nosotros.
D¨¦ficit de lideres
Por lo dem¨¢s nadie podr¨¢ negar que el ?frica subsahariana pasa hoy por un grave d¨¦ficit de l¨ªderes. Los dirigentes de la primera emancipaci¨®n -los Kenyatta, Nkruma, Seku Tur¨¦; Lumumba, Nyerere... - no tuvieron un relevo en figuras comparables. En el ?frica de hoy parece haberse desvanecido el sue?o liberador de un modelo de vida vinculante de lo africano con las nuevas formas de vida, y el ideal de unidad ha dejado paso en el ¨¢rea subsahariana a una constelaci¨®n de Gobiernos autoritarios que tienen su base m¨¢s en sus guardias pretorianas y en sus ej¨¦rcitos que no en la fuerza del proyecto com¨²n. Burocratiz aci¨®n, militarizaci¨®n y corrupci¨®n son otros tantos males que hoy se agregan a la larga lista de las dolencias africanas.
Pero no todo son desgracias y complicidades. La conferencia del Club de Roma, con participaci¨®n mayoritaria de funcionarios, economistas, soci¨®logos y periodistas africanos -la mayor¨ªa con una excelente preparaci¨®n-, supuso una puesta al d¨ªa del an¨¢lisis sobre las preocupaciones apuntadas. Pudimos comprobar que, salvo en un peque?o n¨²mero de pa¨ªses con una panor¨¢mica algo m¨¢s equilibrada, en la mayor parte del continente es patente una ralentizaci¨®n del crecimiento econ¨®mico que hace muy incierto el futuro. Ello se debe en gran medida a la brutal disminuci¨®n de los ingresos por recursos petroleros en pa¨ªses como Nigeria y Gab¨®n y a la ca¨ªda de los precios de gran n¨²mero de materias primas; como asimismo ha habido una disminuci¨®n comparativa de la ayuda oficial al desarrollo, que por lo dem¨¢s sigue practic¨¢ndose con criterios de ayuda vinculada, que la caracterizan como formas de directa penetraci¨®n neocoloniales.
A esas dificultades que inciden en el sistema productivo y en el comercio exterior del ?frica subsahariana se agregan las provenientes de una deuda externa que ha crecido r¨¢pidamente en los ¨²ltimos tiempos. Y respecto de cuyo pago se plantea un claro dilema: el cumplimiento convericional de los compromisos que lleven a postergar la atenci¨®n a las necesidades m¨¢s perentorias de un panorama como -el que comentamos; o la moratoria, que podr¨ªa tener como secuela una crispaci¨®n de los medios financieros internacionales que tan alegremente prestaron grandes sumas en la segunda mitad de los a?os setenta y en los primeros de los ochenta.
Las hermosas postales que llegan de ?frica, con el verdor de las selvas de la zona ecuatorial, o los filmes y v¨ªdeos de animales en libertad en los parques nacionales, o la m¨²sica r¨ªtmica de todo el continente, no son sino desdramatizadores ilusorios de las perspectivas a que estamos refiri¨¦ndonos.
En nuestra conferencia se puso de relieve la necesidad de una visi¨®n de conjunto. Y ya hay referencias en los proyectos del tipo del llamado Plan de Lagos, del a?o 1980, y en el reciente programa de las Naciones Unidas. Pero hoy por hoy son m¨¢s bien declaraciones de buenas intenciones.
En lo profundo se palpa lo mucho que se precisa un modelo de desarrollo no mim¨¦tico del occidental que afronte las tendencias bien funestas que hoy se vislumbran, como pretensi¨®n de algunos pa¨ªses, de convertirse en grandes potencias; o como -en el otro extremo del problema del racismo- buscar en la africanizaci¨®n la soluci¨®n de todos los aspectos de la vida africana.
El problema demogr¨¢fico
En relaci¨®n con ese modelo africano que est¨¢ por alumbrar, pero del que ya hay bastantes indicios (de los que Bertrand Schneider, secretario del Club de Roma, ofreci¨® muestras en una de las intervenciones de la conferencia), es preciso abordar con determinaci¨®n el problema demogr¨¢fico; buscar formas de desarrollo que den prioridad a la autosuficiencia alimentaria, combinando- para ello las mejoras agron¨®micas y el cooperativismo en las zonas rurales; potenciar los valores africanos de convivencia con las tecnolog¨ªas blandas adaptadas al medio ambiente. Como son nece sarios programas de forestaci¨®n en las zonas donde el desierto avanza hoy implacablemente, y como ha de exigirse la mejora de la empresa p¨²blica, pues las insuficiencias y burocratizaciones alcanzan en ellas niveles incompatibles con su trascendencia en pa¨ªses de escasa iniciativa industrial privada.
Parece indispensable, adem¨¢s, una nueva conciencia por parte de las multinacionales, que hoy literalmente siguen saqueando ?frica. Y para ello es preciso el fortalecimiento de los programas de ¨¢mbito continental, puesto que son muy pocos los pa¨ªses con capacidad de desarrollo autosostenido propio. A la postre, hace falta un esp¨ªritu de ayuda oficial al desarrollo que no se desconecte de la necesidad de una nueva prospectiva africana, de definitivo apartamiento de los pa¨ªses del continente negro de la carrera armamentista, que hoy le amenazan por igual desde el Norte y el Sur, por el Este y el Oeste.
Para muchos, los problemas de ?frica comenzaron a ser realmente conocidos en lo que llama?nos Occidente, en 1960, con la emancipaci¨®n acelerada de por entonces. Pero como dec¨ªamos al principio, los m¨¢s graves problemas de. hoy, derivados del contagio con la sociedad industrial y urbana, no han hecho m¨¢s que empezar. Si se quiere que esas dificultades no se conviertan en un drama, primero, y en una tragedia, despu¨¦s (y de ambos escenarios posibles existen ya amplios testimonios premonitorios), para nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, deber¨ªamos prestar a estos temas la atenci¨®n que merecen e, igualmente, integrarlos en la trama de nuestras preocupaciones y tambi¨¦n de nuestra solidaridad.
Al amanecer, el armat¨¢n -viento del Norte, procedente del desierto con arena en suspensi¨®n- y el vapor de la humedad del bosque ecuatorial hacen del paisaje de las siete colinas de Yaund¨¦ una visi¨®n llena de grandeza y misterio. Con el avance del d¨ªa luce ya el sol, aunque sea tenuemente, pero con calor. Viendo tanto esplendor natural no puede por menos pensarse que ojal¨¢ tanta belleza y tantas ilusiones como hay en nuestra vecina ?frica se incorporen al acervo de nuestra propia cultura y dejen de sernos ajenas; en una nueva mentalidad corno la que el Club de Roma auspicia, de verdaderos ciudadanos del mundo.
es catedr¨¢tico de Estructura Econ¨®mica de la universidad Aut¨®noma de Madrid y miembro del Cap¨ªtulo Espa?ol del Club de Roma.
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