Democracia y sofisma
La pol¨¦mica sobre el aborto ha suscitado amagos de contribuci¨®n te¨®rica, como la ofrecida -a modo de regalo de Reyespor el penalista Gimbernat (EL PA?S, 6 de enero). Confieso que me agrad¨® la novedad, pero debo reconocer que esperaba m¨¢s consistente l¨ªnea argumental. Acertada me parece la afirmaci¨®n de, que nadie puede aspirar en una sociedad pluralista a que legalmente se le conceda el monopolio de la verdad. Basta pa sar algunas p¨¢ginas para encontrar el problema planteado con rigor por Adela Cortina: mientras el mon¨®logo lleva al autoritarismo, la democracia exige la actitud dial¨®gica, que se apoya en una argumentaci¨®n capaz de merecer asentimiento. A mi modo de ver, tal di¨¢logo est¨¢ re?ido con el sofisma, al que cabe acercarse peligrosamente cuan do la pol¨¦mica se desfigura, sus tituyendo sus elementos reales por otros trucados. As¨ª ocurre cuando se inventa a unos se?ores que no s¨®lo se niegan a abortar, sino que se empe?an en no dejar abortar a los dem¨¢s, para enfrentarlos a otros que ni pretenden estar en posesi¨®n de la verdad absoluta ni convencer a los dem¨¢s para que aborten, sino que ¨²nicamente aspiran a que les dejen en paz, en vez de meterlos en la c¨¢rcel por actuar de acuerdo con sus ideas. No entrar¨¦ a preguntar qu¨¦ haremos con el que roba de acuerdo con sus ideas, o si existe alguna conducta condenable moralmente de modo tan indiscutible como para merecer sanci¨®n penal. Lo que me parece inexacto es considerar que mientras los primeros pretender¨ªan imponer su propia opci¨®n moral, los segundos pondr¨ªan la suya entre par¨¦ntesis para liberar a la sociedad de conflictos perturbadores. Me temo que hay un error de planteamiento, porque no veo el modo de incluir ni a Gimbernat ni a m¨ª mismo en un falso dilema. No creo que mi colega penalista quiera que le dejen abortar en paz, pasando de lo que hagan los dem¨¢s; tampoco yo, insatisfecho con negarme a abortar, me empe?o, por ende, en complicar la vida al pr¨®jimo. La verdad es que ni Gimbernat quiere abortar ni yo me niego a hacerlo, por la sencilla raz¨®n de que ni ¨¦l ni yo, mal que nos pese, podremos hacerlo por muy generosas que lleguen a ser las leyes de spenaliz adoras. Por tanto, si ¨¦l y yo perdemos el tiempo (y aspiramos a hacerlo perder al sufrido lector) ser¨¢ por otra cosa: porque a ¨¦l le preocupa tanto como a m¨ª lo que hagan o dejen de hacer terceras personas, dada la relevancia social que derivar¨¢ de que las dejemos o no en paz.El aut¨¦ntico dilema viene marcado en realidad por una doble respuesta. En primer lugar, si existe o no un ser humano desde la concepci¨®n. En segundo lugar, si -de existir tal vida humana puede sacrificarse, y en qu¨¦ grado, a otros bienes y derechos, como la libre voluntad de la madre. No es posible eludir esta doble respuesta; huir de ella es el peor modo de tomar partido. Proponer sin m¨¢s, en aras de una falsa asepsia, que a las madres que quieran abortar las dejemos en paz, y con ellas a los que apsiren a enriquecerse con tan pac¨ªfica tarea, me parece encerrarse en el mon¨®logo encubierto del que pretende imponer una opci¨®n moral sin molestarse en argumentarla.
Si hay un ser humano, dejar a su madre en paz supone autorizar un acto de guerra contra su hijo, permiti¨¦ndole que se desembarece de ¨¦l. Si no hay un ser humano o, al menos, no es digno de protecci¨®n penal, alguien deber¨ªa molestarse en exhibir argumentos. Sobre ellos. podr¨ªa articularse incluso un proyecto de ley, lo cual -como es bien sabido- no ha sido el caso. El PSOE se ha limitado a mantener la penalizaci¨®n del aborto, se?alando tres excepciones tasadas. El Tribunal Constitucional exigi¨® un nuevo proyecto que garantizara que tales excepciones no llevar¨ªan a una normalizaci¨®n de cualquier conducta abortista. El problema surge cuando se comprueba que las excepciones legalmente viables son todo lo escasas que la normativa, tomada en serio, hac¨ªa prever.
Democracia y sofisma son dificilmente compatibles. La conexi¨®n entre moral y derecho en una democracia pasa por una argumentaci¨®n adecuada, susceptible de ulterior reflejo en un debate parlamentario.-
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