Primeros s¨ªntomas
La esdr¨²jula estabilidad del escenario occidental comienza a removerse. ?Hasta cu¨¢ndo va a seguir en uso ese lamentable t¨®pico autoritario que postula per se la pauloviana gobernabilidad de los pueblos? ?Qu¨¦ nueva moda refrescar¨¢ la gastada imagen de la revoluci¨®n conservadora? ?Qu¨¦ impensada idea remozar¨¢ el anquilosamiento euroc¨¦ntrico de la socialdemocracia? No precisamente la saprofitaci¨®n de los verdes intentada por la senilidad Brandt.Entre tanto, la Administraci¨®n de Reagan ha iniciado su cuenta atr¨¢s; la SPD alemana prosigue su irresoluble crisis; en Suecia, dimite todo el equipo policial que indaga el asesinato de Olof Palme; en Francia, la nueva emergencia de la contestaci¨®n estudiantil acaba con el ministro, de Universidades; en Austria, la ausencia de alternativa funciona como Gobierno Waldheim. ?Por d¨®nde explotar¨¢ la empecinada crisis brit¨¢nica? ?Habr¨¢ una segunda vuelta Malvinas? Veintinueve contratos del proyecto guerra de las galaxias han sido firmados ya por euroempresas de punta. Juan Pablo II ha comenzado su nuevo periplo de 40.000 kil¨®metros.
El ruedo nacional
Y aqu¨ª, ?qu¨¦ es lo que pasa? ?Pasa algo nuevo? Sobre este momento, la dimisi¨®n de Manuel Fraga, poniendo en segundo plano los resultados electorales del Pa¨ªs Vasco, polariza la atenci¨®n del escenario pol¨ªtico nacional. La funeral cultura de la piel de toro reitera su masiva celebraci¨®n a costa de la elogiable dignidad con que el l¨ªder de AP dej¨® su presidencia. ?Hay aqu¨ª algo de m¨¢s seguro ¨¦xito que festejar trabajosas jubilaciones, ilustres ancianidades o gloriosos entierros? ?Qu¨¦ fiesta se puede comparar a un buen funeral de masas? ?No nos reconcili¨® a todos un 20 de noviembre? ?Qui¨¦n ha olvidado la muerte de Paquirri? Todos los d¨ªas TVE alimenta la seguridad de nuestras comidas y cenas con los mejores cad¨¢veres que produce el planeta. La cuadrilla de la boina etarra, pen¨²ltimo Ku-Klus-Klan de la furia hisp¨¢nica, ?seguir¨¢ manteniendo su esforzada vigilancia de la revoluci¨®n nacional? La lucha contra el terrorismo, ?seguir¨¢ siendo el imprescindible maniqueo de la democracia espa?ola?
Las multiplicadas investigaciones que aqu¨ª celebraron el A?o Internacional de la Juventud (1985) coincid¨ªan en registrar el clima entre agobio asfixiante e invern¨¢culo familiar que castra, hoy por hoy, el horizonte de futuro de los j¨®venes espa?oles. La dimisi¨®n de Fraga ha sido tambi¨¦n el pen¨²ltimo cap¨ªtulo de ese melodrama intergeneracional que es el parricidio simb¨®lico, determinando todo el proceso de la transici¨®n espa?ola. La nueva clase no tolera mayores de 50 a?os sobre su monopolizado espacio pol¨ªtico. En su entorno, el intelectual org¨¢nico que so?¨® Gransci deviene colectiva organicidad, bajo el doble cors¨¦ de la ret¨®rica electoral y la inexcrutable raz¨®n de Estado. Toda una compleja red burocr¨¢tico-empresarial de n¨®minas y reglamentos impulsa la colectiva idoneidad de nuestra variopinta intelligentzia dentro de los liberalizados l¨ªmites del establecimiento. Que as¨ª refuerza su constitucional pluralismo democr¨¢tico. No hay que pasarse: todo exceso de imaginaci¨®n cr¨ªtica sigue siendo sospechosa disidencia cuando la colectiva pasi¨®n de mando de toda una generaci¨®n se cumple apretando filas en torno a los alzados simulacros de su raz¨®n hist¨®rica.
La aplaudida reforma universitaria desplaza al tercer plano, salvo incidentes puntuales, los peri¨®dicos espasmos estudiantiles. Tiene, adem¨¢s, la ventaja de enviscar en pantanos burocr¨¢tico-reglementarios el posible excedente intelectual que alcance a producir el radiante horizonte de nuestros claustros acad¨¦micos. La reforma de la Administraci¨®n p¨²blica sigue oteando su organizante modernidad. La econom¨ªa funciona, y hasta promueve discusiones entre altos mandarines y avezados aparatchiquis.
Pronto habr¨¢ TV privada
Las elecciones sindicales proclaman la conseguida madurez de nuestra democracia industrial. ?C¨®mo sindicar a esas masas j¨®venes que ahora est¨¢n entre los 15 y los 30 a?os? Por lo dem¨¢s, el Estado sigue robusteci¨¦ndose, vertebrando el tejido civil de la patria. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir en seguridad p¨²blica, en seguridad social, en seguridad internacional, en seguridad pol¨ªtica? Los yonquis cuentan con El Patriarca, y el pen¨²ltimo decreto de Sanidad calmar¨¢, a las abortistas. Los mayores de 50 a?os, salvo posiciones de privilegio, se encuentran demasiado encerrados y fuera de juego. Los menores de 33, acuciados por el cronificado tan-tan del paro y asfixiados por el monopolio generacional de sus inmediatos mayores, se agitan tascando ese colectivo freno hist¨®rico. Las pen¨²ltimas manifestaciones de los de ense?anza media est¨¢n contagiando a los de las ense?anzas superiores: que nadie se imagine en Par¨ªs de la Francia. La colectiva idoneidad intelectual finalmente alcanzada puede ser un pasajero espejismo. Algo as¨ª como los 30 a?os de imperturbable gesti¨®n del cambio y las nuevas tecnolog¨ªas. Felicit¨¦monos: hace 50 a?os, la cosa fue atroz. En telepantalla, la inevitable serie de la guerra civil: la batalla del Ebro y la liberaci¨®n de Barcelona flotando entre recuerdos de viejos rostros, compa?eros en los sesenta. "Ya que no podemos cambiar el mundo, cambiemos de canal, cambiemos de conexi¨®n". El m¨¢s ruinoso negocio de toda la industria cultural en este a?o de gracia fue su masiva conmemoraci¨®n de la vieja guerra. La sagrada memoria de la nueva clase, envasada en filminas y fasc¨ªculos, aburre al p¨²blico actual. A caballo entre el viejo y el nuevo r¨¦gimen, el adi¨®s de Fraga me lleva a la fascinante cuesti¨®n planteada por M¨¢ximo: ?Y si ya no hubiese derecha? Me hago esa misma pregunta desde hace tiempo. Su experimento mental obliga a imaginarse nuestra establecida izquierda sin tener enfrente su consuetudinaria contraposici¨®n. Afortunadamente, cada cual sigue conservando sus dos manos y los guardias de la circulaci¨®n lo tienen claro: el ¨²ltimo fin de semana s¨®lo hubo 64 muertos. Panta rei: la velocidad de la transici¨®n devora su inmediato pasado. As¨ª como barrieron a los cl¨¦rigos y te¨®logos del antiguo r¨¦gimen, con la mutaci¨®n est¨¦reof¨®nica de la democracia industrial los menos profesionales de los mas media desplazan a los antiguos profesores profesionales e intelectuales que una vez concentr¨® la plural academia literaria vertebrada en torno a la Universidad y el Parlemento. La pen¨²ltima vanguardia cr¨ªtica insisti¨® una y otra vez en la perfidia de los manipuladores de masas. Desde nuestro tiempo, posterior al de Adorno, Mills y Marcuse, empezamos a entender algo un tanto distinto. Por encima y por debajo de toda suerte de maquinaciones y manipulaciones particulares, las plurales.masas y muchedumbres solitarias de nuestro sobreurbanizado tiempo se hablan entre s¨ª a trav¨¦s de los media. A trav¨¦s de su interconectada y compleja pluralidad se expresa y configura la sensibilidad de masas dominante en cada momento. En el uso de tan propio y tecnotr¨®nico discurso, articul¨¢ndose en secuencias de modas y acontecimientos, las masas producen y conslimen, exaltan y devoran la particular existencia de aquellos que se imaginan sus gloriosos h¨¦roes y audaces maquinadores. Desde 1976 a 1986, el desarrollo pol¨ªtico de la transici¨®n fue tambi¨¦n la metamorfosis de la literatura heroica de los a?os cincuenta y sesenta en la tecnocracia estereof¨®nica de la democracia industrial avanzada. El desarrollo de la nueva cultura de masas -inicialmente denostado por toda la sociolog¨ªa cr¨ªtica- significa un paso importante hacia una decisiva potenciaci¨®n del individualismo democr¨¢tico. De ah¨ª la universalizada deflaci¨®n de toda suerte de hip¨®stasis -la naci¨®n, el pueblo, la clase social, el partido, el Estado- personificando colectivas pulsiones de masa. Se aflojan sus compulsivos rituales de pertenencia, a la vez que se intensifica la puesta en escena de sus portavoces profesionales, intentando cautivar, con mejor o peor fortuna, la ambivalente atenci¨®n de sus administrados telespectadores. En ese horizonte hay que entender la singular fluidez de las formaciones pol¨ªticas a lo largo de la transici¨®n, la sucesiva metamorfosis del repertorio de siglas y partidos a la b¨²squeda del refrendo electoral. Donde termina Yin comienza Yang. Sobre el ruedo ib¨¦rico, y a partir de ahora, ?qu¨¦ rostro har¨¢ plausible la derecha? ?Qu¨¦ nombre conseguir¨¢ aglutinarla como alternativa pol¨ªtica? A lo mejor resulta que no hay recambio posible por puro agotamiento hist¨®rico. Sobre un escenario como el nuestro, la masiva aceleraci¨®n de los medios transmuta en reliquias extra?as los m¨¢s serios rituales de pertenencia. Por fortuna, sus se?or¨ªas pueden esperar hasta las pr¨®ximas elecciones generales para inventar los nuevos puntos cardinales del futuro pol¨ªtico espa?ol.
Carlos Moya es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa.
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