Estudiantes
Los ¨²ltimos meses han vuelto a poner de actualidad un problema largo tiempo dormido: el de los estudiantes. Protagonistas o v¨ªctimas de la Historia, quieran o no, su presencia en claustros y aulas es conflictiva. En Espa?a no es posible hablar de Universidad sin citar a Salamanca. En la famosa revoluci¨®n de mayo en Par¨ªs, ella fue a la vez voz y ejemplo de todo cuanto sucedi¨® por entonces. Incluso alguien escribi¨® en sus muros aquello de "La imaginaci¨®n al poder", que desde entonces inund¨® de pintadas no s¨®lo las universidades europeas, sino tambi¨¦n las de muchas otras, incluidas las de Latinoam¨¦rica y otras muchas latitudes. Desde entonces, y en cada pa¨ªs, los estudiantes, revolucionarios o no, han dejado su habitual pasividad para pasar a una violenta beligerancia.Cuando yo fui a la Universidad las cosas eran bastante distintas. El mundo era distinto tambi¨¦n y las horas pasaban lentamente. Los chicos ¨ªbamos all¨ª por una vocaci¨®n no muy definida; en cuanto a las chicas, para encontrar marido. Desde luego, dicha Universidad no supon¨ªa gran cosa; s¨®lo un deseo de estudiar, unido a alguna forma de salir adelante y en cierto modo de probarse a s¨ª mismo, algo que no siempre estaba al alcance d¨¦ todos. En aquellas peque?as aulas se hac¨ªa todo menos estudiar; se trataba de prosperar. Pocos lo consegu¨ªan, pero al menos era un modo de matar el tiempo. El mundo era perder las horas en los pasillos y en el bar. Era un modo como tantos otros de dar sentido a la vida sin molestar a los dem¨¢s. Era cuesti¨®n de esperar la hora de volver a Madrid, pregunt¨¢ndonos qu¨¦ har¨ªamos aquella tarde, si ir al cine o al teatro o a cualquier otro asunto cultural. Machado, Miguel Hern¨¢ndez o Juan Ram¨®n andaban de lector a lector, igual que Buero o Baroja. Pol¨ªtica no hab¨ªa, ni te¨®rica ni militante, y cierto d¨ªa en el que apareci¨® una pintada que, dec¨ªa: "Universidad al poder", todo el mundo se qued¨® at¨®nito, sin que nadie supiera qu¨¦ hacer. Nada sucedi¨®; si acaso poca cosa, s¨®lo algo de alquitr¨¢n en la pared y unas cuantas visitas r¨¢pidas del decano.
En,el bar, como antes dec¨ªa, se fue parte de nuestra vida; luego en el caf¨¦ y eljard¨ªn de follaje cambiante como la cara de la luna. Al fin, un d¨ªa se acabaron, las clases y se volvi¨® al caf¨¦, que en realidad no. hab¨ªamos abandonado nunca.
Volvimos a ser estudiantes; el cine nos llamaba. En su escuela y con los libros nuestra vocaci¨®n sigui¨® adelante con buenos frutos. De un modo o de otro fuimos conociendo Espa?a cada vez ffi¨¢s profundamente; unos haciendo cortometrajes, otros escribiendo. Segu¨ªa habiendo pol¨ªtica, mas de matizdiverso; ya iban saliendo a la luz del d¨ªa protestas que sol¨ªan acabar en el juzgado. Nuevos aires hac¨ªan esperar un futuro que no acababa de llegar. Era un tiempo como el anterior de la facultad, mas con esperanza .esta vez. Poco a poco se va tomando contacto con otros pa¨ªses. Se viaja, hay asambleas y reuniones que nos ponen en contacto con el extranjero. Un esp¨ªritu de trabajo constante recuerda a la antigua Salamanca, la misma que pon¨ªan de modelo los estudiantes del pa¨ªs en su famoso mayo. Espl¨¦ndidamente dotada para su ¨¦poca, sufri¨® diversos cambios en sus distintos estudios a lo largo de los a?os, y en esos a?os fueron quiz¨¢ en ella lo m¨¢s importante las relaciones de profesores y estudiantes, as¨ª como la profusi¨®n de colegios y estudios particulares creados para impartir ense?anza a trav¨¦s de los siglos. Hasta entonces no tuvieron casa propia donde estudiar ni vivir siquiera, y el estudio era importante, ya que era la ¨²nica forma de aprender lo que all¨ª se dec¨ªa. Las universidades que se alzaban por entonces constaban, aparte de las aulas, de claustro, escaleras y capilla, y de sal¨®n donde recib¨ªan su t¨ªtulo los estudiantes.
Las ganas de aprender fueron creciendo, llegando a sercada vez mayores, sobre todo con sus estudios generales, don-, de, como Cisneros en Alcal¨¢, se habilitaron granjas para profesores y estudiantes, cuyas res?dencias no se hallaban lejos. Alcal¨¢ o Salamanca vieron sus calles llenas de j¨®venes parecidos a los que el mismo Cervantes y otros escritores de su siglo retratan en sus obras.
Se multiplican los estudios reales, como el que fund¨¢ra en Madrid Felipe IV, as¨ª como en Sevilla-, donde se establecen estudios de n¨¢utica, o en C¨¢diz, famosa por sus pilotos. Los jesuitas toman a su cargo la educaci¨®n de la juventud. Sus colegios deb¨ªan tener renta suficiente para mantener a todos los que en ellos estudiaban. Tales colegios pod¨ªan admitir alumnos no eclesi¨¢sticos, que viv¨ªan de rentas que sal¨ªan de la orden.. En la ense?anza de ¨¦stos se ten¨ªa en cuenta su formaci¨®n religiosa, mas tambi¨¦n se estudiaba la gram¨¢tica. Francisco de Borja funda el colegio de Gand¨ªa, y la reina Margarita deja dinero suficiente para el famoso colegio de Salamanca, que desde entonces se llamar¨¢ del Esp¨ªritu Santo. .
1 En lo que se refiere a los estudios primarios, eran asunto de los ayuntamientos y personas p¨ªas. Respecto a las mujeres, se encargaba a las monjas.
La Universidad de nuestro Siglo de Oro, si bien se mira, fue, dentro de lo que cabe, bastante parecida a la que deber¨ªamos tener hoy seg¨²n claman pintadas y carteles. De todos modos, parecida o no a la nuestra, deb¨ªa ser un tiempo hermoso y grato aquel de Francisco de Vitoria, Su¨¢rez o Arias Montano o fray Luis de Le¨®n, donde Alfonso de Castro disputa sobre la Inquisici¨®n. Tratar con Diego Hurtado de Mendoza de viajes y batallas, con G¨®ngora de poes¨ªa, con Quevedo de pol¨ªtica o con el conde de Villamediana sobre sus amores reales o no, o escuchar alg¨²n auto sacramental de alg¨²n autor famoso.
Tiene raz¨®n Cervantes cuando en su Licenciado Vidriera hace que dos estudiantes, hallando a un muchacho de su edad a orillas del Tormes, le pregunten qui¨¦n es y qu¨¦ hace en aquella soledad. Respondi¨® el joven que el nombre de su tierra se le hab¨ªa olvidado y que iba a Salamanca a buscar un amo al que servir s¨®lo para que le diese estudios. Le preguntaron si sab¨ªa leer y respondi¨® que s¨ª y escribir tambi¨¦n, y como al fin expusiera que su m¨¢s,firme deseo era honrar a sus padres y a su patria, le preguntaron c¨®mo har¨ªa tal cosa. Contest¨® que con sus estudios, siendo famoso por ellos.
Dice el autor que los estudiantes lo tomaron a su servicio, d¨¢ndole estudios, tal como se usaba. Desde entonces asegur¨® a quien le quiso escuchar que era graduado en leyes por Salamanca, desde donde pensaba ir a la Corte. Tal hizo, pero en la Corte no le fue bien, pues la Corte, como hoy, alarga las esperanzas de los virtuosos encogidos y mata de hambre a los discretos vergonzosos.
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