La verdadera guerra de Alianza Popular
Las diferencias entre Matutes y Herrero de Mi?¨®n son la clave del actual estado de cosas en el partido conservador
"Si Fraga prefiere a alguien como sucesor, ¨¦se es Abel Matutes". La frase, pronunciada por alguien muy pr¨®ximo al dimitido l¨ªder de la derecha, refleja algo obvio desde hace a?os: Manuel Fraga favoreci¨® siempre una soluci¨®n Matutes, soluci¨®n que, seg¨²n m¨²ltiples testimonios, tampoco es mal vista por el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez. As¨ª, la presencia de Matutes, primero presentada como un intento de mediaci¨®n entre Antonio Hern¨¢ndez Mancha y Miguel Herrero de Mi?¨®n, luego impuesta frente a la resistencia del ¨²ltimo, se convirti¨® en un hecho a pesar de los iniciales reparos de las autoridades comunitarias para que pudiese compatibilizar su cargo como comisario europeo con la presidencia de un partido.
Aunque las pr¨®ximas negociaciones en busca de un consenso entre Herrero de Mi?¨®n y Hern¨¢ndez Mancha, ya en v¨ªsperas del congreso extraordinario de AP del pr¨®ximo s¨¢bado, pudieran forzar su retirada, lo cierto es que, hoy por hoy, Matutes mantiene contra viento y marca su intenci¨®n de presentarse a la presidencia del partido. Y ello, dijeron fuentes pr¨®ximas al comisario europeo, aunque este paso significase tener que abandonar el puesto de Bruselas si se abre paso la tesis, defendida por Herrero de Mi?¨®n, de que la compatibilidad entre ambas funciones resultar¨ªa "impresentable" e "invendible" para la opini¨®n p¨²blica. El encuentro secreto celebrado ayer en Barcelona entre Matutes y Herrero no produjo, dijeron medios pr¨®ximos a ambos, grandes resultados.
Que Matutes estaba llamado a ejercer un papel preponderante en la construcci¨®n de la derecha posfraguista estaba cantado desde que, en noviembre de 1985, pocos d¨ªas antes de la celebraci¨®n de las elecciones auton¨®micas gallegas, el pa¨ªs se sorprendi¨® al conocer que el hasta entonces vicepresidente de AP, empresario y banquero balear, Abel Matutes, hab¨ªa sido designado por el Gobierno comisario europeo, junto con el socialista Manuel Mar¨ªn. Hasta entonces, Matutes no hab¨ªa figurado en la terna que Manuel Fraga hab¨ªa presentado a Felipe Gonz¨¢lez para que ¨¦ste escogiese al comisario de la oposici¨®n; por el contrario, el Gobierno hab¨ªa venido rechazando los tres nombres presentados por Fraga -Carlos Robles, Guillermo Perinat, Antonio Navarro-. El propio Fraga fue el primer sorprendido cuando Gonz¨¢lez le insinu¨® que Matutes s¨ª ser¨ªa "bien aceptado" como candidato a eurocomisario.
Dise?o de futuro
Tanto fuentes gubernamentales como de AP creen saber que, en aquella conversaci¨®n entre Gonz¨¢lez y Fraga, comenz¨® a dise?arse el futuro: se trataba de preservar a Matutes de las rencillas internas que, ya entonces, amenazaban el horizonte de la oposici¨®n conservadora y, al mismo tiempo, dotarle de un barniz europeo: "Era importante presentar a Matutes como un hombre que se codea con las autoridades europeas, que sabe moverse en el laberinto de la CU, coment¨®, a la saz¨®n, un colaborador de Fraga.
Ello constituye una muestra evidente de que el Gobierno socialista tampoco ve¨ªa con malos ojos la posibilidad de que, cuando se cumpliesen las previsiones sucesorias -nadie pensaba, en noviembre de 1985, en una dimisi¨®n apresurada de Fraga, y la fecha en la que expira el mandato del comisario europeo, 1988, parec¨ªa muy conveniente-, fuese Matutes el consagrado como delfin en la derecha: el banquero balear siempre cuid¨® muy especialmente sus relaciones con dirigentes del PSOE, hacia quienes extrema sus atenciones de todo tipo cuando pasan sus vacaciones en Ibiza; adem¨¢s, est¨¢ considerado como un hombre dialogante y, seg¨²n admiti¨® misteriosamente un ministro, "con mucho pasado y bastante presente, no siempre bien conocido".
Por otra parte, Matutes es bien aceptado en c¨ªrculos empresariales -superada ya la irritaci¨®n que su nombramiento para la CE produjo en el presidente de la patronal, Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas- y bancarios, donde se le considera uno de ellos, aunque en versi¨®n algo provinciana.
Cuando, el pasado mes de septiembre, Fraga pens¨® seriamente en dimitir ante el "ahogo" a que le somet¨ªan los poderes econ¨®micos, no ofreci¨® su puesto a otro que a Matutes. Todo ello da pie a que sean muchos quienes, desde el aparato de AP, piensen que el verdadero poder se sit¨²a en el comisario europeo, aunque la fachada se llame Antonio Hern¨¢ndez Mancha. Pero tambi¨¦n a?aden estas mismas fuentes que el pol¨ªtico andaluz podr¨ªa resultar en AP lo mismo que Gerardo Iglesias para Santiago Carrillo".
Aunque su situaci¨®n jur¨ªdica en AP nunca ha estado muy clara -Alfonso Osorio, en varios de sus momentos de rivalidad con Matutes, aseguraba que no era miembro del partido. En cualquier caso, constituye un caso claro de doble militancia, dado que jam¨¢s disolvi¨® su grupo S'Uni¨®, autodenominado liberal y miembro de la Federaci¨®n de Partidos de AP-, Matutes es respetado por las bases aliancistas. Lo que no fue obst¨¢culo para que su plan, urdido hace tres a?os junto con Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas y el propio Fraga, para llevar al ex presidente de la CEOE, Carlos Ferrer Salat, a la presidencia adjunta o la vicepresidencia de AP, fuese desmontado por otros dirigentes del partido, como Osorio y Miguel Herrero.
El triunvirato
Sin embargo, la verdadera rivalidad entre Herrero y Matutes, aut¨¦ntica clave de lo que actualmente ocurre en el seno de AP, no iba a comenzar hasta el momento (enero 1984) en que se celebra el trascendental VI congreso del partido, en Barcelona. Todav¨ªa euf¨®rico por lo que considera un resonante triunfo electoral en las legislativas de octubre de 1982, reci¨¦n consagrado oficialmente l¨ªder de la oposici¨®n, con la Coalici¨®n Popular a¨²n suficientemente integrada -aunque en su funcionamiento jam¨¢s hubiesen faltado los problemas-, Fraga se dispone a poner a punto la impresionante maquinaria de su partido para iniciar el asalto al poder: el congreso trata de acentuar el car¨¢cter centrista del partido y, sobre todo, instaura un triunvirato de hombres fuertes que los comentaristas pol¨ªticos ya intuyen que est¨¢n llamados a disputarse, en alg¨²n momento, la sucesi¨®n.
El primer nombre del triunvirato no es otro que el de Abel Matutes, vicepresidente de la Federaci¨®n de pa rtidos de AP -que, en una pirueta jur¨ªdica, subsiste en paralelo al Partido Unido de AP- El segundo es Jorge Verstrynge -de quien Fraga ya parece comenzar a descon
fiar, puesto que, como secretarios generales adjuntos, le sit¨²a a dos hombres seguros: Carlos Robles Piquer, cu?ado del propio Fraga, y ?ngel Sanch¨ªs, con quien el l¨ªder conservador mantiene una estrecha relaci¨®n que se extiende, incluso, a algunos negocios conjuntos. Sanch¨ªs, un empresario y banquero valenciano hecho a s¨ª mismo, que guarda no poco paralelismo con Matutes y mantiene una fuerte vinculaci¨®n con ¨¦ste, estaba destinado a convertirse en una pieza clave en la actual operaci¨®n para colocar al comisario europeo al frente de AP.
El tercer nombre es, evidentemente, el de Miguel Herrero Rodr¨ªguez de Mi?¨®n. Todav¨ªa a finales de 1983, Herrero es apenas un reci¨¦n llegado a AP, procedente de las filas de UCD: hab¨ªa dise?ado cuidadosamente la operaci¨®n para hacer estallar el partido centrista, pero, hasta el momento, solamente dos diputados ucedistas le hab¨ªan acompa?ado en su fuga hacia las filas de Fraga. Este le hab¨ªa encarga do la puesta en marcha de un fantasmal Partido Moderado -pr¨®logo de lo que luego ser¨ªa la Uni¨®n Liberal y, m¨¢s tarde, el Partido Liberal- que jam¨¢s lleg¨® siquiera a constituirse.
Pero, en el VI congreso, Herrero tiene la misi¨®n de defender la ponencia pol¨ªtica, consolidando el avance de AP hacia el centrismo y el olvido de algunos viejos resabios autoritarios. Herrero hace un discurso brillante, algunos peri¨®dicos comienzan a llamarle el delfin y Fraga no parece ver eso con malos ojos.
Es el comienzo de los enfrentamientos abiertos entre Herrero y Verstrynge y de la rivalidad, m¨¢s soterrada, con Matutes. Cuando, en noviembre de 1985, este ¨²ltimo es enviado a Bruselas, Herrero ve el camino libre hacia su triunfo personal en el VII congreso (febrero, 1986), con un Verstrynge debilitado y enfrentado con el jefe m¨¢ximo, Fraga. Resulta, en efecto, el m¨¢s votado en la elecci¨®n, mediante el sistema de listas abiertas, de los miembros de la ejecutiva. Pero ¨¦ste iba a ser el comienzo de toda una operaci¨®n de acoso, intensificada cuando, en diciembre de 1986, reci¨¦n dimitido Fraga, la Junta Directiva Nacional aliancista le consagra como nuevo hombre fuerte provisional de AP. El estilo de Herrero no gusta. Se le achaca un escaso tir¨®n popular. Y, probablemente, se?alan fuentes pr¨®ximas al propio Herrero, la operaci¨®n pol¨ªtica que algunos dise?aron en su d¨ªa no pasa por ¨¦l.
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