Cruz y raya
Ni siquiera la literatura er¨®tica es ya lo que era; como la nostalgia, como el cine o como la democracia. Lo ¨²nico que sigue siendo lo que era es precisamente el amor. Entre los griegos las cosas estaban claras aunque inclinadas, menos entre los latinos, y de todas formas, el Satiric¨®n, de Petronio, es una trivialidad al lado de los grandes textos asi¨¢ticos. Asia nos llevaba una diferencia de siglos, desde el Kama Sutra, hind¨² hasta El tapiz de la plegaria de carne, chino. Los fabulistas, desde La Fontaine hasta F¨¦lix Mar¨ªa de Samaniego, no se ocultaban demasiado para escribir textos er¨®ticos. Los hemos ocultado nosotros despu¨¦s. De todas formas, la explosi¨®n en Europa lleg¨® en aquel siglo llamado de las luces que empez¨® con Moll Flanders, el brit¨¢nico Defoe, hasta el tr¨¢gico marqu¨¦s de Sade, pasando por las aventuras del caballero de Faublas, Venus en el claustro, o aquel folletinista exasperado que fue Restif de la Bretonne. El abogado Chorier utilizaba el nombre de aquella docta renacentista espa?ola Luisa Sigea para escribir su S¨¢tira sot¨¢dica. En esta ¨¢spera Es- a?a, un siglo despu¨¦s, Joaqu¨ªn L¨®pez-Barbadillo lanzaba una colecci¨®n er¨®tica espl¨¦ndida para su tiempo y su espacio que hoy es tesoro bibliogr¨¢fico, reservado para suscriptores, pues el mayor aficiente de la literatura er¨®tica fue siempre el de la clandestinidad. As¨ª ten¨ªa que ser: un mundo editorial clandestino para una actividad asimismo clandestina. Pero ahora la libertad nos ha dejado a todos a la intemperie. Al menos el t¨ªtulo de esta colecci¨®n, la m¨¢s longeva de nuestro mercado, La Sonrisa Vertical, esconde una met¨¢fora. El amor, como el sindicalismo, es mejor horizontal porque dura m¨¢s. La colecci¨®n tiene cuerpo y alma, aunque no respectivamente: los de Beatriz de Moura y Luis Garc¨ªa Berlanga, editora y director. Y al menos hay que reconocer que como tal colecci¨®n se libra del principal defecto de la literatura er¨®tica: su monoton¨ªa. Es una colecci¨®n desigual, desconcertante, dispersa en formas y fondos, y mejor `para ella. Empez¨® con el erotismo verbal hisp¨¢nico de Camilo Jos¨¦ Cela y su Cipote de Archidona; despu¨¦s vino una cantante alemana; luego, una muchacha rusa, ya empezaba la penetraci¨®n francesa, con algunas felices excepciones brit¨¢nicas como la an¨®nima Mi vida secreta o las memorias de Frank Harris. Entre los franceses modernos los seud¨®nimos son transparentes, y ya se sabe que J¨¦an de Berg es Alain Robbe-Grillet, que lord Auch era Georges Bataille y que Albert d¨¦ Routisie era Luis Aragon. Es una peque?a diferencia, ya que Sade fue siempre Sade.
Una botica
De todas formas, La Sonrisa Vertical es tambi¨¦n un premio para escritores, desde Susana Constante y Jos¨¦ Luis Segu¨ª hasta Vicente Mu?oz Puelles, Jos¨¦ Jara, las excursiones de Leopoldo Azancot y Francisco Umbral -que, en virtud de su propia escritura, no tuvo que disfrazarse de nadie-, el colectivo denominado Ofelia Dracs, Pedro Sempere, Pablo Casado, Garc¨ªa Cervera o el inquietante Matarife, de Rafael Arjona. Mercedes Abad fue la ¨²ltima guinda de esta tarta acaso demasiado dulce y que a veces empalaga- m¨¢s de lo debido. Pero aqu¨ª hay de todo, como en botica: formalismo, vanguardismo, meditaciones y desenfado a manos llenas. El erotismo es un g¨¦nero por su forma, no por sus contenidos.
Pero aqu¨ª hay obras maestras, que desbordan cualquier g¨¦nero: Mi vida secreta, ya citada; La historia del ojo, de Bataille; la Irene, de Aragon -que ahora se acaba de publicar por vez primera en Francia con el nombre de su autor, recogiendo otros textos anejos-; la celeb¨¦rrima Historia de 0; El mal de la muerte, de Marguerite Duras, que despu¨¦s revel¨® la verdad de este libro, publicando otro peor, Ojos azules, cabellos negros. Y Alfred de Musset, Henry Miller o el gran fant¨¢stico Hoffmann, para sorpresas agradables. Todo lector de literatura er¨®tica, como dir¨ªa uno de sus autores, Manuel Hidalgo, es verdaderamente un "pecador impecable". Pues si ahora ya- todo vale, el erotismo podr¨ªa desaparecer como tal, y es preciso seguir ocultando cosas para poder revelarlas despu¨¦s. Igual ser¨ªa una de las maneras para que la literatura er¨®tica pudiera seguir siendo lo que fue: una liberaci¨®n. Aunque, como siempre, el placer lo sigan dando las palabras. La cruz es el significante, y la raya, el significado.
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