Hu¨¦rfanos de Zeffirelli
No es muy probable que Franco Zeffirelli se acordara la noche del s¨¢bado de que en el Liceo de Barcelona se pon¨ªa una Boh¨¨me de cuya direcci¨®n esc¨¦nica, seg¨²n los papeles, se le hac¨ªa responsable a ¨¦l en primera instancia y a Antonello Madau-D¨ªaz, como realizador, en segunda. Al cineasta cab¨ªa suponerle esa noche celebrando el ¨¦xito, siempre dificil en una ciudad como Mil¨¢n, de su centenario Otello escal¨ªgero con Pl¨¢cido Domingo, Mirella Freni y Carlos Kleiber -palabras muy, pero que muy mayores- y no recordando que en un rinc¨®n de Europa se repon¨ªa una producci¨®n suya, facturada en los a?os 60 y que posteriormente ¨¦l mismo hab¨ªa revisado para varias otras adaptaciones.La orfandad puede ser, en muchos casos, una circunstancia interesante. Como ha dicho Umberto Eco, lo mejor que puede hacer un autor tras acabar una obra es morirse y dejar que sea ella quien hable por ¨¦l. A pacto, claro est¨¢, de que sea efectivamente ella y no otra obra la que siga en la brecha tras la defunci¨®n.
La boh¨¨me
De Giacomo Puccini. Int¨¦rpretes: C. Gasd¨ªa, L. Lima, M. A. Peters, E. Serra, V. Esteve y A. Zanazzo en los principales papeles. Producci¨®n: Teatro alla Scala de Mil¨¢n. Direcci¨®n esc¨¦nica: F. Zeffirelli, realizada por A. Madau-D¨ªaz. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo, dirigidos por Jos¨¦ Collado. Liceo, 7 de febrero.
Las dudas que puedan nacer, a este respecto, de la producci¨®n lice¨ªsta parecen del todo leg¨ªtimas: si en varios momentos se intuyen aut¨¦nticos destellos zeffirellianos -especialmente en. el acto de la Barri¨¨re d'Enfer, sencillo por su linearidad dram¨¢tica-, en otros cabe la leg¨ªtima suposici¨®n de que si el realizador italiano hubiera tenido el don de la ubicuidad se habr¨ªa opuesto en¨¦rgicamente a los resultados o, como m¨ªnimo, habr¨ªa suprimido su nombre del programa. En cualquier caso, se puede asegurar que no habr¨ªa dado su placet a esa tremenda aglomeraci¨®n de coro y comparsas en el acto del Barrio Latino que obliga a los protagonistas a situarse peligrosamente al borde del foso y, casi, a pedir t¨ªmidamente permiso cuando tienen que cantar. Y, muy probablemente, tampoco se hubiera sentido muy satisfecho de la iluminaci¨®n, sempiterno problema del teatro.
Sea como fuere, esta Boh¨¨me merece verse y escucharse. Es esta una obra que incita a la disparidad de opiniones: si tal aseveraci¨®n vale en general para toda la ¨®pera, resulta particularmente acertada cuando del llamado repertorio verista se trata.
Son¨® la orquesta que dirigi¨® con acierto Jos¨¦ Collado, poderosamente incluso en los frecuentes momentos de cl¨ªmax hasta envolver por completo las voces. La Mim¨ª de Cecilia Gasd¨ªa fue in crescendo: si su Mi chiamano Mim¨ª dej¨® sumido al p¨²blico en algunas perplejidades, luego mejor¨® considerablemente sus prestaciones hasta morir muy dignamente. A esta chica de apenas 26 a?os puede que una carrera tan fulgurante como la que est¨¢ haciendo llegue a da?arla. No se lo deseamos, pues la materia prima es francamente buena.
Luis Lima en el papel de Rodolfo fue muy aplaudido: si no posee una voz ancha y grande, sabe en cambio compensar sus l¨ªmites con una gran honestidad interpretativa y haciendo suyo el personaje hasta las ¨²ltimas consecuencias. A Puccini le hubiera gustado eso.
Correcto el resto del reparto: de Enric Serra (Marcello) hay que admirar una vez m¨¢s su s¨®lida profesionalidad que le lleva a estar siempre en el sitio y el momento justos; su oponente, Mi ?ngeles Peters, acaso no sea una Musetta todo lo p¨ªcara que ser¨ªa deseable, pero cumple. Buen Schaunard el de Viceng Esteve y corriente el Colline de Alfredo Zanazzo.
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