Una biblia, un pastel y dos pistolas para unos 'moderados' que nunca existieron
Robert McFarlane fue el hombre elegido por Ronald Reagan para realizar la m¨¢s esperp¨¦ntica misi¨®n de la diplomacia norteamericana: viajar a Teher¨¢n, en mayo de 1986, con un avi¨®n cargado de armas y llevando una biblia firmada por el presidente, dos colts y un pastel en forma de llave, como signo de buena voluntad hacia los moderados en el r¨¦gimen isl¨¢mico iran¨ª. (En un segundo viaje el pasado octubre, los enviados norteamericanos no fueron recibidos por los iran¨ªes.) McFarlane a quien los que le conocen describen como el perfecto subordinado, leal y muy, trabajador, pero lo contrar¨ªo a un creador de pol¨ªtica exterior, como su antiguo jefe, Henry Kissinger- fue, sin embargo, el responsable de disfrazar el Irangate como una inteligente jugada. geoestrat¨¦gica para asegurarse la buena voluntad de sectores pragm¨¢ticos iran¨ªes con vistas a la sucesi¨®n de Jomeini.Este hombre discreto tuvo que disfrazarse para ello de piloto irland¨¦s, con pasaporte falso incluido, y discutir durante cuatro d¨ªas con los cl¨¦rigos isl¨¢micos en un hotel de Teher¨¢n, acompa?ado por el teniente coronel Oliver North, el personaje que pasar¨¢ a la historia como el que dio el golpe de gracia pol¨ªtico a la Administraci¨®n de Reagan. Ahora parece -evidente que los iran¨ªes, como lo hicieron antes los israel¨ªes, jugaron con EE UU con vistas a un estricto cambio d¨¦ rehenes por armas. No hab¨ªa moderados con los que tratar. Documentos reci¨¦n aparecidos indican que el vicepresidente George Bush, otro de los cad¨¢veres pol¨ªticos que se cobrar¨¢ el Irangate, ya fue advertido por Israel de que el trato era con radicales, porque no hay moderados en Ir¨¢n.
La insistencia de Reagan en que la operaci¨®n era, fundamentalmente, una jugada pol¨ªtica de altos vuelos, en la que el pago de un rescate era s¨®lo un ingrediente, carece ya de credibilidad.
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