Los ni?os empiezan a morir de hambre en Burj el Barajne
Los asediados palestinos de los campamentos libaneses pidieron bula para comer cad¨¢veres
Apenas quedan perros, gatos, mulos y ratas en el campamento palestino de Burj el Barajne, en la zona sur de Beirut oeste. Sus 20.000 habitantes, cercados desde hace 106 d¨ªas, se los han comido todos. Ahora, los desesperados palestinos han provocado una pol¨¦mica doctrinal entre dirigentes religiosos musulmanes al solicitarles la emisi¨®n de una fatwa o decreto que les autorice a alimentarse de cad¨¢veres humanos. Las armas de los milicianos shi¨ªes de Amal (Esperanza) no han podido vencer la resistencia de los habitantes de los campamentos asediados, pero el hambre es m¨¢s implacable que los proyectiles de gran calibre.
Ayer, los milicianos de Amal impidieron -en contra de lo que hab¨ªan anunciado la v¨ªspera- la entrada en el campamento de camiones con alimentos de la Cruz Roja. [La Comunidad Europea anuncio ayer el env¨ªo urgente de v¨ªveres, a trav¨¦s de la Cruz Roja.]Los ni?os comienzan a morir de inanici¨®n en Burj el Barajne. Lo afirman los portavoces de Al Fatah y lo confirman tres m¨¦dicos occidentales que comparten el destino de los asediados. "Hemos visto a peque?os que buscaban en las basuras algo con lo que calmar su hambre, mientras otros habitantes se alimentaban de sus animales dom¨¦sticos", declaran esos tres m¨¦dicos en una conversaci¨®n telef¨®nica con una agencia de noticias situada en Beirut Oeste.
El campamento palestino de Mar El¨ªas es uno de los pocos que han escapado a la actual fase de la guerra de los campamentos Lo protegen los milicianos drusos de Walid Jumblatt, neutrales en este conflicto que dura ya m¨¢s de tres meses. El pasado lunes hubo un estremecedor entierro en Mar El¨ªas: el de tres palestinos abatidos por Amal cuando intentaban introducir en Burj el Barajne un cami¨®n cargado de harina.
Canibalismo obligado
"No tenemos otra alternativa que alimentarnos de la carne de los que no tienen fuerzas suficientes para seguir vivos", afirman los comit¨¦s populares de Burj el Barajne. En el llamamiento lanzado el pasado fin de semana solicitaban al ayatol¨¢ Jomeini y a diversos religiosos sun¨ªes y shi¨ªes libaneses la autorizaci¨®n para practicar el canibalismo.
En los campamentos palestinos, Mohamed Husein Fadlal¨¢, el l¨ªder espiritual del proiran¨ª Hezbol¨¢ (Partido de Dios), ha dado una respuesta positiva a la demanda. "A falta de otros alimentos", dice Fadlal¨¢, "el islam permite alimentarse de animales muertos, y en ¨²ltima instancia, de cad¨¢veres humanos" Hezbol¨¢ adopta en la guerra de los campamentos una postura neutral.
Por el contrario, el jeque Mehdi Chansedin, vinculado a Amal, ha calificado de "demag¨®gica" la demanda de Burj el Barajne. Los testimonios fidedignos que llegan a los informadores basados en Beirut desmienten las palabras de Chansedin.
Pieza de un ca?¨®n espa?ol
El 80% de los coches son Mercedes, la marca omnipresente en Oriente Pr¨®ximo. Unos funcionan y otros son pura chatarra. Tambi¨¦n es inservible el jeep Toyota en que los chavalillos del campamento aprenden el manejo de los pedales y las palancas de cambio. El jeep tiene incorporada una pieza en la que se lee que aquello era parte de un ca?¨®n de 106 mil¨ªmetros, fabricado en julio de 1984 en la f¨¢brica de artiller¨ªa de Sevilla.
Ain el Helue es el ¨²nico campamento implicado en la actual guerra entre fedayin y Amal que pueden visitar los periodistas. El movimiento shi¨ª impide cualquier intento de aproximaci¨®n a los otros. Ain el Helue est¨¢ a 40 kil¨®metros al sur de Beirut, y para llegar all¨ª hay que atravesar controles de Amal, de los drusos, de los de Walid Jumblatt y de la milicia sunita de Sid¨®n.
Para conectar con las posiciones instaladas en la colina de Magduche, los guerrilleros de Ain el Helue utilizan una tanqueta M-113, de fabricaci¨®n norteamericana, arrebatada por los palestinos a Amal, que, a su vez, la tom¨® del ej¨¦rcito regular liban¨¦s. El interior del artefacto, que huele fuertemente a gasolina, es un polvor¨ªn donde suben y bajan cada poco una docena de guerrilleros bien armados, que se reaprovisionan de cajas de municiones y cartones de Viceroy. Antes de que los combatientes monten en lo que ellos llaman mel-lele, un viejo palestino les ofrece caf¨¦ turco en tazas de porcelana, que hace sonar como casta?uelas. En Burj el Barajne no hay ni caf¨¦. Una de las mujeres que escapado del infierno, Wafika, de 23 a?os, embarazada y madre de un ni?o de 16 meses, afirma que en el campamento s¨®lo se bebe agua de lluvia. Durante los bombardeos, cuenta la mujer que escap¨®, los muertos son enterrados de modo provisional en las ruinas de las viviendas. Cuando vuelve la calma, los cad¨¢veres son desenterrados y arrojados a una fosa com¨²n a la entrada del campamento. Chatila est¨¢ destruido al 70%, seg¨²n el testimonio de Chris Giannon, un m¨¦dico canadiense de 37 a?os que vive en el campamento y que ha logrado hacer llegar un mensaje a la Prensa. A diferencia de Burj el Barajne, privado de electricidad, Chatila dispone de varios peque?os generadores. Pero el combustible acumulado antes de la guerra tambi¨¦n empieza a agotarse.
La guerra de los campamentos no conoce prisioneros y viola todas las treguas pactadas. Sin embargo, bajo el fuego y con el hambre, la vida sigue. Charif es un combatiente de Chatila que recientemente se cas¨® con una joven enfermera, en el interior del campamento acorralado. La ceremonia tuvo lugar en un abrigo subterr¨¢neo, donde resonaban los ca?onazos, y luego hubo una fiesta, donde se bail¨® dabke. Sus jefes concedieron al fedayin un permiso de 48 horas.
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