Un anacronismo: la Universidad como barrera y como nivel
Hablaba yo, en el ¨²ltimo art¨ªculo que he publicado aqu¨ª (Neoliberalismo y privatizaci¨®n de la educaci¨®n, 28 de enero de 1987), de la "destrucci¨®n", entre comillas, del deterioro y la crisis de la Universidad, y de la creciente irrelevancia cultural de las ense?anzas que, con todas las excepciones que se quieran, se imparten en ella.Esto es verdad, lo sabemos muchos y lo van sabiendo cada vez m¨¢s un n¨²mero ya elevado de espa?oles. Pero hay much¨ªsimos otros, especlalmente de las clases medias-bajas, que todav¨ªa no lo saben y que sufren el espejismo de la vieja imagen, a¨²n vigente para ellos, a¨²n no desacreditada, de la Universidad. Y no s¨®lo eso. Para las clases altas, el que sus hijos vayan a la Universidad se da por supuesto, va de so?, es un derecho perfectamente establecido, al que, por lo mismo, se puede renunciar. Pero los otros siguen viendo en los pelda?os o grados de la ense?anza una barrera que cierra el paso al ascenso social y que, si se traspasa, se convierte en un signo de elevaci¨®n en el nivel social. (El lector del oficio habr¨¢ advertido que, desde el principio, estoy haciendo uso del t¨ªtulo de un libro, otrora famoso, de Goblot.) Esta visi¨®n as¨ª estratificada, por m¨¢s que a algunos de nosotros, los que estamos arriba, nos parezca anticuada en cuanto al prestigio -palabra que, etimol¨®gicamente, quiere decir enga?o- y significaci¨®n otorgados a la Universidad, es la todav¨ªa percibida por los m¨¢s. Y, en cualquier caso, sigue siendo verdad que poder ingresar en la Universidad constituye una condicici¨®n necesaria, aunque no suficiente, de estimable nivel social. Por eso, y ya que los espa?oles est¨¢n sufriendo tanta frustraci¨®n en sus concebidas esperanzas de democratizaci¨®n, ?c¨®mo nos puede extra?ar que reclamen, cuando menos, esta universitaria oportunidad?
?Qu¨¦ remedios cabe aplicar a esta situaci¨®n? El primero de todos, pues no puede descuidarse el hecho de que vivimos en una ¨¦poca de "civilizaci¨®n de la Imagen", ha de consistir en una correcci¨®n de la imagen misma. Correcci¨®n que, en primer lugar, puede lograrse mediante la creaci¨®n y valorizaci¨®n de otros estudios, igualmente oficiales, de nuevas tecnolog¨ªas. Pi¨¦nsese en el modo como se ha conseguido -y esto ha de ponerse en el haber de la actual pol¨ªtica de Educaci¨®n la dignificaci¨®n y generalizaci¨®n de la ense?anza general b¨¢sica, hasta el punto de que hoy, la principal clientela de los colegios privados, salvo si son extranjeros o unos, muy contados, colegios laicos, tiende a proceder de familias modestas, para las cuales un colegio de pago es un signo externo de nivel social. Se va ahora a la especializaci¨®n del bachillerato en cinco formas diversificadas, lo que, a mi juicio, es un error. En cambio, ser¨ªa no s¨®lo un acierto, sino la satisfacci¨®n de una necesidad social, la implantaci¨®n p¨²blica de nuevos estudios tecnol¨®gicos. Existen, en verdad, las escuelas de formaci¨®n profesional, pero es dif¨ªcil imaginar un r¨®tulo menos apto que ¨¦ste -en la l¨ªnea de las viejas escuelas de artes y oficios- para la suscitaci¨®n de una imagen nueva y atrayente.
Otro eficaz remedio ser¨ªa el acercamiento y la apertura reales de la Universidad a toda la sociedad. ?C¨®mo no se ha creado a¨²n el t¨ªtulo universitario de graduado, equivalente al bachelor y recuperador de nuestro cl¨¢sico bachiller, primer grado universitario? Las gentes suponen que en Estados Unidos todo el mundo tiene acceso a la ense?anza superior, lo que no es rigurosamente verdad; pero no sospechan siquiera que la mayor parte de los universitarios se quedan en ese primer grado, sin llegar a hacer ning¨²n estudio graduado. Los cuatro cursos americanos podr¨ªan ser reducidos aqu¨ª a tres, y este primer t¨ªtulo ser¨ªa conferido tambi¨¦n por los llamados colegios universitarios. La Universidad misma, todas las universidades, podr¨ªan abrirse a cursos libres y a la concesi¨®n, tras ellos, de los correspondientes diplomas. S¨ª, la democratizaci¨®n real de la Universidad es una tarea pendiente.
En un art¨ªculo escrito aqu¨ª y ahora no puede eludirse el tema de las actuales reivindicaciones expresas de los estudiantes. Pues bien, las tasas debieran ser proporcionales a la renta familiar, y no iguales para todos; las becas, muy considerablemente aumentadas, y la selectividad, preparada muy de antemano por una buena orientaci¨®n desempe?ada por tutor¨ªas, a lo largo de la ense?anza media, y el examen mismo de selectividad, sustituido por procedimientos y pruebas verdaderamente responsables. Cualquiera que se haya dedicado a la ense?anza, y m¨¢s si se ha iniciado en estudios de decimolog¨ªa, sabe que en un examen aislado o, como dicen, puntual, de los al uso, sin el menor conocimiento previo del examinando por parte del examinador, y en una prueba entre memor¨ªstica y azarosa, salvo los casos fuera de duda, por sobresalientes o por totaImente recusandos, la probabilidad de acertar en la calificaci¨®n de apto o no apto no es mayor que la de remitir la decisi¨®n a la suerte del cara o cruz.
Trataba el otro d¨ªa de la creciente privatizaci¨®n de la ense?anza superior como una tendencia por ahora, al parecer, irrefrenable. En la ense?anza media de ninguna manera debe favorecerse esa tendencia. Por eso, como su contrapeso, y como ampliaci¨®n de la ense?anza obligatoria, est¨¢ cumpliendo una funci¨®n actualmente muy positiva la apertura de nuevos espacios culturales municipales y, concretamente, la creaci¨®n de casas de cultura. Cultura viva, participatoria, cultura como din¨¢mica cultural, impulsada por todo un voluntariado de tutores, monitores y animadores.
La educaci¨®n plena no puede, no deber ser mera instrucci¨®n: requiere vida, inquietud, apertura de perspectivas. Eso es lo que, oscuramente, buscan los estudiantes que ahora se manifiestan. Es verdad que hay tambi¨¦n los que no se manifiestan, los que ya est¨¢n dentro de la Universidad y esperan, al salir, ser empleados e irse, entre tanto, y para decirlo con la acepci¨®n de la jerga de las carreras de caballos, situ¨¢ndose como colocados. O dicho de otro modo, ahora en el lenguaje burocr¨¢tico, permanecen a la expectativa de destino. Expectativa y destino, cobrando un sentido trascendente... y, en muchos casos, decepcion ante.
Los otros, los que se agitan, mueven y protestan, es posible que no sepan bien lo que quieren. Pero saben muy bien lo que no quieren. Y a nosotros, adultos, nos ocurre, en otras instancias, algo semejante. Pas¨® la ¨¦poca en la que cre¨ªamos poseer la ut¨®pica receta para arreglar el inundo. Hoy sabemos, por lo menos, y sabemos bien, lo que no queremos.
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