Otra versi¨®n sobre la presidencia de Alan Garc¨ªa
De un tiempo a esta parte, el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique -a quien, dicho sea de paso, estimo como amigo y admiro como escritor- publica art¨ªculos de tema pol¨ªtico. Celebro que lo haga, pues a la democracia peruana le faltan valedores en el exterior, y aplaudo, adem¨¢s, que, a diferencia de lo que ocurre con los memorables personajes de sus novelas, el autor de los art¨ªculos pol¨ªticos derroche optimismo en su visi¨®n de la sociedad y la historia. Sin embargo, dos terceras partes de los lime?os no compartimos su entusiasmo respecto al Gobierno aprista declarado a trav¨¦s de dos art¨ªculos publicados en EL PA?S, y tampoco lo comparte m¨¢s del 50% de los hombres de la provincia, como ha quedado claro en las recientes elecciones municipales, realizadas apenas un a?o y medio despu¨¦s de asumir. Alan Garc¨ªa el poder. Y, como la pol¨ªtica es un dominio ajeno a la amistad, quisiera permitirme impugnar una versi¨®n de las cosas que me parece algo desfasada de la realidad.Los reparos que hay que hacerle al Gobierno aprista son pol¨ªticos y morales antes que econ¨®micos. ?No resulta, por ejemplo, una paradoja misteriosa que el mismo hombre que durante cinco a?os acus¨® a Bela¨²nde de permitir que las fuerzas armadas torturaran inocentes en la guerra que libraban contra Sendero Luminoso no dudase, el 18 de junio de 1986, a menos de un a?o de asumir la presidencia, en ordenar a los militares que sofoquen a como d¨¦ lugar los motines que hab¨ªan brotado en las c¨¢rceles de Lima, con la esperanza de que una acci¨®n violenta, de noche, a escondidas de la Prensa y el poder judicial, apagara el fuego y le salvase la imagen durante la reuni¨®n en Lima de la Internacional Socialista? ?No resulta ins¨®lito, adem¨¢s, que tardara una semana en dar la cara y que cuando la dio acusara a unos cuantos polic¨ªas y alg¨²n que otro militar de bajo rango de cosas que en verdad ¨¦l mismo hab¨ªa ordenado, junto con los m¨¢s altos jefes de las fuerzas armadas? ?Hasta qu¨¦ punto puede creerse en la palabra de un hombre que cambia su versi¨®n de los actos que comete seg¨²n las conveniencias personales, sobre todo cuando de por medio est¨¢n nada menos que 400 cad¨¢veres?
El episodio triste del 18 de junio revel¨® que la presidencia est¨¢ en manos de alguien que con tal de salvar el pellejo puede llegar a extremos terribles. Pero tambi¨¦n revel¨® esto: que Garc¨ªa no actuaba sinceramente cuando denunciaba, durante los a?os precedentes, las violaciones de los derechos humanos por parte de los militares. Esto se ha visto corroborado despu¨¦s por otros hechos ins¨®litos: la imposici¨®n permanente del estado de emergencia, el toque de queda y la suspensi¨®n de garant¨ªas, algo que ni siquiera Bela¨²nde se hab¨ªa atrevido a hacer. Resultado de esas medidas draconianas son las muertes inocentes en las calles de Lima, algunas de las cuales han sido denunciadas por diversos grupos en el exterior, incluida Amnist¨ªa Internacional. A ello se a?aden las repetidas detenciones de periodistas en la zona de emergencia y la total falta de acceso a la informaci¨®n por parte de los periodistas sobre las movidas de los militares all¨¢ en Ayacucho, que, seg¨²n han denunciado tanto la izquierda como la derecha, ponen en entredicho la pol¨ªtica antisubversiva del r¨¦gimen.
El otro lado
En el otro lado de la moneda est¨¢ Sendero Luminoso, cuyas acciones criminales crecen geom¨¦tricamente mientras el Gobierno aprista se muestra totalmente incapaz de hacerles frente. Esto lo prueba la serie de atentados dinamiteros, de asesinatos selectivos y de apagones que han espeluznado en estos meses a Lima, a un ritmo que antes no se hab¨ªa visto. El problema n¨²mero uno del Per¨² -lo dicen todos los peruanos- es la violencia. En consecuencia, cualquier -Gobierno que quiera salvar a los peruanos debe proponerse erradicarla. A un a?o y siete meses de gobierno, Al¨¢n Garc¨ªa, en esta materia, lleva una cuenta claramente negativa. La polic¨ªa, que ha sido reorganizada mediante la destituci¨®n de ciertos elementos y su reemplazo por gentes allegadas al partido del Gobierno, no s¨®lo no desbarata c¨¦lulas terroristas, sino que, para colmo de males, se ha convertido en una instituci¨®n dedicada a secuestros y robos.
Hace pocas semanas se supo en Lima que las principales bandas de secuestradores en el Per¨² estaban dirigidas por polic¨ªas.
Ayer, la polic¨ªa traficaba en coca¨ªna y el Gobierno de Bela¨²nde no resolvi¨® el problema; hoy, la polic¨ªa -una parte importante de ella- secuestra y roba, y Alan Garc¨ªa P¨¦rez tampoco resuelve el problema, a pesar de que durante cinco a?os -otra vez- se dedic¨® a acusar a su antecesor de amparar a instituciones corruptas. 1
En este a?o y medio de gobierno se han cerrado m¨¢s programas de televisi¨®n y se ha echado de las pantallas a m¨¢s periodistas que en los previos cinco a?os. Fue clausurado temporalmente un diario de extrema izquierda y fue asaltada la revista Oiga por elementos que, seg¨²n se cree, estaban vinculados al viceministro del Interior, s¨®rdido personaje que se ha dedicado a armar con fusiles norcoreanos a un grupo, paramilitar. De la televisi¨®n sali¨® un joven periodista por ¨®rdenes personales de Garc¨ªa. ?Su pecado? Haberse atrevido a preguntarle al ahora presidente, cuando era candidato, en una entrevista, si era cierto, como se dec¨ªa en la Prensa, que hab¨ªa estado internado alguna vez en cl¨ªnicas psiqui¨¢tricas. Peores cosas se le han preguntado a candidatos en muchas democracias y jam¨¢s ocurri¨® nada. La ciudadan¨ªa tiene derecho a saber qui¨¦n es exactamente el hombre que va a gobernarla durante los pr¨®ximos cinco a?os. A ese periodista siguieron otros, con pecados menos p¨ªcaros. Y, como si fuera poco, el Gobierno amenaz¨® a los directores de los canales privados con cobrarles las deudas que tienen ¨¦stos con el Estado desde hace mucho tiempo si no segu¨ªan una pol¨ªtica informativa y period¨ªstica af¨ªn a Palacio de Gobierno. Son deudas tales que su cobro -enviar¨ªa a la bancarrota a los canales irremediablemente.
La ca¨ªda dram¨¢tica del caudal electoral aprista -sobre todo en la capital, m¨¢s del tercio del universo electoral peruano- lo demuestra. Y la raz¨®n por la que el alcalde nuevo es el aprista y no Barrante o Bedoya es que hubo fraude en algunas mesas y una vertiginosa manipulaci¨®n period¨ªstica. Esto lo han denunciado tanto Barrantes como Bedoya, es decir, tanto la izquierda como la derecha, y ha dado lugar a manifestaciones -gigantescas. Que ¨¦stas tuvieran una cobertura moderada en la Prensa no hace sino comprobar el peligroso autoritarismo del Gobierno. Un autoritarismo parecido al de los sandinistas, cuya Constituci¨®n farsa no tuvo en el mundo el apoyo de nadie, salvo de los obvios y de Garc¨ªa, quien busca fervorosamente ser l¨ªder de los tercermundistas. (Aspiraci¨®n con pocos visos de concreci¨®n.) Los progresistas del mundo admitieron que la Constituci¨®n nicarag¨¹ense -que tuvo vigencia s¨®lo tres horas- fue una farsa. S¨®lo Garc¨ªa P¨¦rez, por una curiosa inversi¨®n de perspectiva, crey¨® ver en ella el sello de la democracia. Digo inversi¨®n de perspectiva porque, a pesar de todo lo dicho, su r¨¦gimen en el Per¨² sigue siendo por ahora constitucional. ?Para los nicarag¨¹enses est¨¢ bien la inconstitucionalidad y no para el resto de latinoamericanos? Vaya sentido del' americanismo aprista, tan predicado por Haya de la Torre, jefe fundador del partido.
El espejismo
Ser¨ªa largo referirse ahora al aspecto econ¨®mico y, adem¨¢s, vale la pena esperar un poco antes de analizarlo, puesto que sus verdaderos resultados podr¨¢n verse dentro de un tiempo. Basta decir lo siguiente: jam¨¢s en su historia republicana import¨® tantos alimentos del exterior el Per¨² (lo incre¨ªble es que toda la campa?a presidencial de Garc¨ªa estuvo centrada en la idea del "retorno a lo nuestro" y "el final de la dependencia alimenticia"). Esto tuvo que hacerse para compensar los efectos inhibitorios del control de precios sobre los productores. La inflaci¨®n que se hab¨ªa reducido vuelve dispararse, presionada por la demanda y por la emisi¨®n monetaria a que obliga el d¨¦ficit fiscal. Las reservas caen estrepitosamente y el Gobierno trata de fomentar el consumo con lo poco que queda, para crear la ficci¨®n del aumento del poder adquisitivo.
A todo esto se a?ade la falta de inversi¨®n y capital: Colombia tiene 50 contratos petroleros con compa?¨ªas extranjeras que respetan sus condiciones y sus leyes; el Per¨², tras la derogatoria unilateral de los antiguos contratos, tiene uno solo, y menor. Los cr¨¦ditos baratos, la reducci¨®n de las tasas de inter¨¦s y el gasto p¨²blico -incluido el subsidio han logrado un crecimiento en algunas ¨¢reas que es importante" como efecto inmediato. Pero el Estado no tiene recursos ilimitados y sus bases se est¨¢n resquebrajando. Quienes lo mantienen hasta ahora son todos los peruanos, y tambi¨¦n quienes lo sufren. ?Hasta cu¨¢ndo este espejismo?
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