Retrato de un cient¨ªfico seriamente enfermo
En 1958, Kurt Neumann rod¨® La mosca, una pel¨ªcula de ficci¨®n cient¨ªfica que obtuvo un enorme ¨¦xito. En ella, un cient¨ªfico que inventaba una m¨¢quina para desintegrar la materia y proceder a su inmediata reintegraci¨®n era v¨ªctima de un accidente: sus ¨¢tomos se entremezclaban con los de una mosca y se convert¨ªa en un monstruo.Buena parte de la fuerza dram¨¢tica de aquella cinta de Neumann radicaba en lo que manten¨ªa oculto. Durante la mayor parte del metraje, el profesor Andr¨¦ Delambre llevaba la cabeza cubierta por un trapo negro, sugiriendo los efectos del desastre. La actriz Patricia Owens tardaba mucho en desvelar y desvelarnos el terrible secreto, el de un ser humano con cabeza gigantesca de insecto.
La mosca
Director: David Cronenberg. Int¨¦rpretes: Jeff Goldblum, Geena Davis, John Getz, Joy Boushel, Les Carlson, George Chuvalo. Gui¨®n: Charle Deward Pogue y D. Cronenberg. Fotograf¨ªa: Mark Irwin. Decorados: Carol Spier. M¨²sica: Howard Shore. Estadounidense, 1986. T¨ªtulo original: The fly. Estreno en Madrid en cines Carlton, La Vaguada M-2, Paz, Real Cinema y, en versi¨®n original, Urquijo.
Esta versi¨®n dirigida por David Cronenberg prefiere obviar el misterio y centrarse en la enfermedad, en la descripci¨®n minuciosa de sus s¨ªntomas. As¨ª, Brundle, el cient¨ªfico protagonista, ver¨¢ c¨®mo sus cuerpos y h¨¢bitos van transform¨¢ndose lentamente.
Al principio, el cruce gen¨¦tico se manifiesta a trav¨¦s de gestos -cazar una mosca al vuelo-, o de una voracidad nueva, que incluye una especial predilecci¨®n por el az¨²car, unida a un tambi¨¦n nuevo y desmesurado apetito sexual.
Luego, la metamorfosis alcanzar¨¢ al aspecto exterior de ese cuerpo, que aprende a caminar por las paredes y el techo mientras el maquillaje -o las modificaciones org¨¢nicas, a elegir- van desfigurando lo que tiene de humano.
Tono tr¨¢gico
El mayor m¨¦rito de este filme dirigido por David Cronenberg radica en saber dar un tono tr¨¢gico y alejado de grand-guignol a ese proceso de destrucci¨®n. El protagonista de la pel¨ªcula sigue con atenci¨®n su cambio, incluso guarda en un armario del ba?o partes que se han desprendido de su cuerpo. Es un macabro recordatorio de su pasado, pero tambi¨¦n la: expresi¨®n dram¨¢tica de lo que ¨¦l nunca quiere dejar de ser: un hombre.En ese sentido, la inevitable historia de amor que acompa?a a todo cient¨ªfico alcanzado por el rayo letal de lo desconocido adquiere en La mosca una insospechada grandeza, la que ha permitido pensar que David Cronenberg utilizaba ese terrible trastorno gen¨¦tico para hablar, metaf¨®ricamente, del s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
La interpretaci¨®n es l¨ªcita, pero lo es porque el protagonista es un individuo irremisiblemente enfermo que lucha por conservar su dignidad de humano, a pesar de los estragos de un proceso que no puede detener y que le aleja del ser amado.
En el plano estricto de la puesta en escena, David Cronenberg se muestra muy acertado al servicio de los ordenadores para acercarnos visualmente a la aventura del cient¨ªfico.
La mosca es una muy exacta plasmaci¨®n de algunos de los miedos de la ¨¦poca: a una ciencia que avanza incontrolable en el terreno de ingenier¨ªa gen¨¦tica, a los peligros de una promiscuidad sexual como fuente de enfermedades contagiosas, a un mundo que se desea detener tal y como est¨¢ en la convicci¨®n de que s¨®lo puede ir a peor...
En realidad, Brundel sue?a con haber inventado un aparato que le permita una eterna juventud, pues a base de transportarse estar¨¢ en condiciones de someter su c¨®digo gen¨¦tico a la conveniente reprogramaci¨®n.
Pero, tal y como exige la norma, el exceso de sabidur¨ªa y ambici¨®n es castigado con el accidente, con la desafortunada irrupci¨®n de lo imprevisto, y de ah¨ª a un precipitado y extra?o envejecimiento s¨®lo hay un paso, paso que culmina en un parlamento final en el que Brundel se despide de su condici¨®n humana para abrazar la de insecto. Como la energ¨ªa, la materia no parece crearse ni destruirse, sino tan s¨®lo ser objeto de transformaci¨®n.
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