El papel de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco en Espa?a
El reciente debate sobre los siete a?os de vigencia del Estatuto de autonom¨ªa de Catalu?a y el dram¨¢tico estancamiento de la pol¨ªtica vasca plantean un problema de fondo que raras veces se aborda con franqueza en una y otra nacionalidad. Me refiero a la p¨¦rdida de protagonismo de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco en la pol¨ªtica espa?ola.En los ¨²ltimos a?os del franquismo y comienzos de la transici¨®n, Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco eran dos motores fundamentales de la lucha por la democracia en toda Espa?a. Bajo la direcci¨®n de las fuerzas de izquierda -comunistas y socialistas-, la causa de la democracia y la autonom¨ªa siempre se vincul¨® en Catalu?a a la causa de la democracia en toda Espa?a. A su vez, el Pa¨ªs Vasco era otro foco de la lucha contra el franquismo, y es indudable que las primeras acciones de ETA fueron vistas por mucha gente como actos vindicativos contra la dictadura.
Hoy la situaci¨®n es muy diferente. La hegemon¨ªa nacionalista en el Gobierno de la Generalitat catalana y en el Gobierno vasco han alejado a ambas nacionalidades del quehacer pol¨ªtico del resto de Espa?a. La imagen que ambas han dado y siguen dando a los dem¨¢s pueblos de Espa?a es la imagen del conflicto sistem¨¢tico -justificado o no-, de la crispaci¨®n y del victimismo. Catalanes y vascos ya no aparecen -o no aparecemos- como motores de la construcci¨®n de la democracia, sino como colectivos apartados de la tarea general, ensimismados en la propia problem¨¢tica y cultivadores de la queja por sistema. Nada m¨¢s gr¨¢fico y terrible a este respecto que el episodio de la detenci¨®n del comando Madrid de ETA. La identificaci¨®n del comando fue posible gracias al supuesto de que numerosos ciudadanos vascos que viv¨ªan en Madrid eran sospechosos por el simple hecho de ser vascos. Y el supuesto funcion¨®, puesto que a partir de ¨¦l los miembros del comando fueron detectados. El hecho en s¨ª no puede ser m¨¢s dram¨¢tico, pues el ciudadano vasco que habite fuera de Euskadi ser¨¢ visto desde ahora como posible terrorista y tendr¨¢ que ser ¨¦l, en definitiva, el encargado de demostrar que no lo es. La condici¨®n de vasco, que hace tan s¨®lo unos a?os otorgaba patente de antifranquismo, hoy tiende a ser sin¨®nima de presunto adversario de la democracia.
?Qu¨¦ es lo que ha cambiado para que se haya producido este vuelco? A mi entender, lo que ha cambiado es precisamente Espa?a en su conjunto. Y esto es lo que los nacionalismos catal¨¢n y vasco han perdido de vista cuando siguen pregonando la idea de que todo sigue igual y que las relaciones entre la nacionalidad catalana o la nacionalidad vasca y la naci¨®n espa?ola son las de antes, es decir, las de siempre. Ambos dan por supuesto que la naci¨®n espa?ola es la misma que bajo Felipe II, o Felipe V, o Alfonso III o los dictadores Primo de Rivera y Franco, que es inmutable a trav¨¦s de los tiempos. Esta naci¨®n, atrasada, rural, militarista y burocr¨¢tica, siempre ha oprimido a las naciones catalana y vasca. ?stas, a su vez, son tambi¨¦n inmutables en el tiempo y, pese a su condici¨®n de naciones avanzadas, industriales, europeas y democr¨¢ticas, siempre han sufrido la opresi¨®n de la naci¨®n espa?ola.
Esta visi¨®n del problema tiene, desde luego, justificaciones hist¨®ricas, basadas en muchos datos reales y en otros que no lo son tanto. Pero lo significativo es que se sigue presentando como un dato inmutable, pese a la Constituci¨®n, a los Estatutos de autonom¨ªa y a los 10 a?os de democracia. El sentido peyorativo que se da al adjetivo espa?olista supone que el concepto de naci¨®n espa?ola designa la misma realidad de hace 100 o 50 o 15 a?os atr¨¢s y que, por tanto, el nacionalismo espa?ol sigue siendo el nacionalismo de las glorias imperiales de la derecha m¨¢s reaccionaria.
Pero el hecho es que las cosas han cambiado mucho, que las relaciones no son las de antes y que algunos de sus t¨¦rminos incluso se han invertido. Espa?a es hoy un pa¨ªs democr¨¢tico, integrado en Europa, protagonista en la escena internacional, prestigiado por una transici¨®n a la democracia que muchos dem¨®cratas de todo el mundo consideran mod¨¦lica y visto cromo un elemento renovador en muchos aspectos pol¨ªticos y culturales. Es cierto que con el tr¨¢nsito a la democracia han aflorado nuevas contradicciones y nuevos problemas en la sociedad espa?ola, pero por encima de estas nuevas contradicciones, o incluso a trav¨¦s de ellas, ha surgido un nuevo sentimiento colectivo de pertenencia a esta Espa?a que ya es distinta a la de antes, es decir, un nuevo sentimiento nacional que tiene poco que ver con el nacionalismo reaccionario de las glorias imperiales. Por eso, cuando desde Catalu?a o desde el Pa¨ªs Vasco se acusa a alguien de espa?olista o de nacionalista espa?ol -que viene a ser lo mismo-, ya no se sabe c¨®mo hay que entender el calificativo, si como un insulto o corlio un elogio, porque quiz¨¢ significa que se est¨¢ arrebatando la representaci¨®n del sentimiento nacional a los viejos exponentes del nacionalismo militarista y reaccionario. Es cierto que las cosas no son n¨ªtidas en este terreno, que los dos sentimientos nacionales -el antiguo y el nuevo- se superponen y que cuando vemos que alguien enarbola la bandera espa?ola tenemos que fijarnos en el escudo para saber a cu¨¢l de los dos se refiere. Pero ni se puede ignorar el hecho, ni, menos todav¨ªa, permanecer indiferente ante la pugna, no resuelta, entre uno y otro.
El fracaso de la operaci¨®n reformista encabezada por Miquel Roca Junyent debi¨® ser un primer signo indicativo de la profundidad del cambio. Y digo debi¨® ser porque en Catalu?a no se analiz¨® con la profundidad requerida. Lo cierto es que la operaci¨®n reformista se mont¨® sobre el supuesto a que antes me refer¨ªa. La propuesta de "otra manera de hacer Espa?a" -n¨²cleo central del programa reformista- daba por hecho que la forma en que se est¨¢ haciendo Espa?a bajo la democracia no sirve ni es aceptada por la poblaci¨®n y que desde Catalu?a se pod¨ªa ofrecer un modelo mejor, porque Catalu?a es m¨¢s europea, m¨¢s avanzada, m¨¢s aberta a las nuevas corrientes del mundo, etc¨¦tera. El rotundo fracaso de la propuesta reformista significa que la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos no consider¨® superior ni m¨¢s din¨¢mico, ni m¨¢s europeo, ni m¨¢s abierto el modelo que CiU les ofrec¨ªa desde Catalu?a y prefiri¨® el modelo de Espa?a que se est¨¢ configurando con la democracia actual. La relaci¨®n de a?os atr¨¢s se ha invertido, y bajo los Gobiernos nacionalistas Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco han dejado de ser motores de la Espa?a democr¨¢tica, porque no es posible integrar nada ni encabezar propuestas generales desde el aislamiento.
Ahora, tras el fracaso de la operaci¨®n reformista y el descalabro de Coalici¨®n Popular, ha comenzado a definirse una nueva estrategia de reconstrucci¨®n de la derecha espa?ola. Desde todos los fragmentos resultantes del estallido de Coalici¨®n Popular se lanzan cables para que Converg¨¨ncia Democr¨¢tica de Catalunya se sume a esta operaci¨®n de reconstrucci¨®n, y se hacen incesantes elogios del presidente Jordi Pujol como figura posible de esta nueva derecha espa?ola. La principal novedad pol¨ªtica que aport¨® el debate sobre el Estatuto en el Parlament de Catalu?a fue que el presidente Pujol acept¨® p¨²blicamente el envite. Su discurso tuvo varias referencias a Espa?a, hecho ins¨®lito en el lenguaje nacionalista dentro de Catalu?a, y, en general, mantuvo un tono conciliador respecto a los sectores que pugnan por rehacer la derecha espa?ola.
El problema, para esa derecha, es que los motivos que hicieron fracasar la operaci¨®n reformista siguen estando presentes, que los l¨ªderes que funcionan en un determinado contexto nacionalista dejan de funcionar fuera de ¨¦l y que el nacionalismo catal¨¢n o vasco se encuentra metido en un callej¨®n de muy dif¨ªcil salida: s¨®lo puede aspirar a conservar su hegemon¨ªa si mantiene intacta la ideolog¨ªa del conflicto sistem¨¢tico entre dos naciones -la catalana o la vasca y la espa?ola-, y s¨®lo puede desempe?ar un papel activo en la reconstrucci¨®n de la derecha espa?ola si abanda este planteamiento.
?sta es una gran contradicci¨®n para la derecha, pero que perjudica gravemente a Catalu?a, al Pa¨ªs Vasco y al conjunto de Espa?a. La izquierda, que est¨¢ al margen de esta contradicci¨®n, es la que tiene la responsabilidad de devolver a Catalu?a y al Pa¨ªs Vasco su papel de motores de la democracia en Espa?a.
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