Donald Regan, el amigo del presidente
El 'primer ministro' de Reagan, pr¨®xima v¨ªctima del Irangate'
El puesto de jefe del gabinete presidencial no est¨¢ previsto por la Constituci¨®n de Estados Unidos ni sometido al sufragio de los ciudadanos, pero Ronald Reagan ha delegado la presidencia en los dos ¨²ltimos a?os en Donald Regan, que se ha convertido de hecho en un primer ministro al estilo europeo o incluso en un presidente en funciones. El poder o la influencia que puedan ejercer el vicepresidente o los secretarios de Estado o Defensa palidecen ante el peso de este hombre de 67 a?os de edad, al que se califica de astuto, agresivo y arrogante, y que act¨²a, seg¨²n sus cr¨ªticos, como un aut¨®crata. Junto con un presidente que ha olvidado lo que ocurri¨®, aparece como el primer responsable de los manejos de la Casa Blanca en el turbio asunto del Irangate.
La incapacidad de Regan para proteger del Irangate al presidente y para superar la par¨¢lisis que ha enterrado a la revoluci¨®n Reagan, unidas a su confusa actuaci¨®n en el esc¨¢ndalo, le van a costar el puesto en el que ha acumulado un inmenso poder. En el verano de 1985 Nancy Reagan se quej¨® del preeminente papel que Donald Regan jug¨® durante la operaci¨®n de c¨¢ncer de colon del presidente. Ahora, la enemistad de la primera dama, que acusa a Regan de no haber sido capaz de proteger a su marido y de haber colocado su presidencia al borde del abismo, va a ser decisiva para sumarle a la lista de las v¨ªctimas del Irangate.
A pesar de su poder y de su control sobre el presidente, su papel en el esc¨¢ndalo sigue siendo poco claro. Asegura que los fontaneros del Consejo de Seguridad Nacional actuaban por libre y afirma que no ha sido encubridor ni sab¨ªa nada del desv¨ªo de fondos a la contra.
Donald Regan, un multimillonario procedente de Wall Street, coordina la pol¨ªtica interior y su influencia en la pol¨ªtica exterior supera en ocasiones a la ejercida por los secretarios de Estado o de Defensa, a pesar de su relativa ignorancia en los temas exteriores. En las cumbres de Ginebra y Reikiavik fue el principal asesor del presidente.
Desde que se deshizo de Robert McFarlane como consejero de Seguridad Nacional, se convirti¨® en la ¨²nica fuente de poder en la mansi¨®n presidencial.
Sus intentos de influir en pol¨ªtica internacional, sustituyendo a McFarlane por el gris bur¨®crata John Poindexter, le han conducido finalmente a su perdici¨®n y, probablemente, a la de la presidencia de Ronald Reagan.
Regan dirige la Casa Blanca como si se tratara de una gran empresa y ¨¦l fuera el presidente del consejo de administraci¨®n y principal ejecutivo. Enfrentado al desastre iran¨ª y a su grado de conocimiento previo del mismo, Regan contest¨®: "?Sabe el presidente de un banco las manipulaciones que un cajero realiza en los libros contables? Evidentemente no".
Controla la agenda del presidente y el acceso al Despacho Oval del presidente, al que no penetra nadie sin su conocimiento, decide la redacci¨®n final de los discursos presidenciales y tiene casi la ¨²ltima palabra en el nombramiento de los embajadores.
La filosof¨ªa del presidente, tal como manifest¨® a la revista Fortune, es "rodearse de la mejor gente que se pueda encontrar, delegar autoridad y no interferir". Esto explica el poder acumulado por Regan.
Hasta ahora, el presidente est¨¢ cumpliendo su idea al pie de la letra con los graves resultados de una presidencia paralizada, que, como mal menor, tiene que admitir una suprema incompetencia en su pol¨ªtica exterior, y que es posible que haya violado las leyes. Los investigadores del Irangate han llegado a la conclusi¨®n que Ronald Reagan realmente no se acuerda de si autoriz¨®, o cu¨¢ndo lo hizo, el primer env¨ªo de armas a Jomeini.
Donald Regan es, sobre todo, el amigo del presidente. Y, como ¨¦l, es optimista y poco reflexivo, poco propicio a las construcciones intelectuales y nada del mundo pol¨ªtico y legislativo cl¨¢sico de Washington.
Una de las misiones que Regan tiene encomendada a uno de sus ayudantes es buscarle todos los d¨ªas el ¨²ltimo chiste para que ¨¦l pueda cont¨¢rselo al presidente. "Le hemos buscado uno de su edad, se?or presidente, para que puedan divertirse juntos", le dijo el anterior jefe de gabinete, James Baker.
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