?Nueva presidencia?
Ha sido un dato muy curioso el que esta vez las elecciones de la Conferencia Episcopal hayan suscitado un inter¨¦s tan marcado en todos los medios de comunicaci¨®n. All¨¢ los soci¨®logos que investiguen las causas de este ascenso de la noticia eclesi¨¢stica. Quiz¨¢ ello se deba al pasotismo pol¨ªtico que va invadiendo a nuestra sociedad.Acaba de ser elegido presidente de la Conferencia Episcopal el cardenal ?ngel Suqu¨ªa, arzobispo de Madrid. Somos de la misma generaci¨®n y coincidimos muchas veces en la iglesia espa?ola de Roma cuando ¨¦l, era rector del seminario de Vitoria (¨²nico entonces para todo el Pa¨ªs Vasco) y yo era lo que sigo siendo hasta hoy. Pasaron los a?os y ?ngel Suqu¨ªa fue nombrado obispo de Almer¨ªa. Las noticias que sobre ¨¦l llegaban all¨ª eran buenas en general. Poco tiempo despu¨¦s M¨¢laga qued¨® vacante, y tras un frustrado nombramiento episcopal (de cuya trama prefiero no hablar) quedaron finalistas para M¨¢laga otro candidato (cuyo nombre discretamente omito) y el obispo de Almer¨ªa, ?ngel Suqu¨ªa. Fue entonces cuando algunos miembros del clero malague?o (que yo anim¨¦) escribieron una carta al nuncio dici¨¦ndole que de los dos finalistas, el que mejor ser¨ªa recibido en M¨¢laga ser¨ªa don ?ngel Suqu¨ªa. Cuando fue nombrado para esta di¨®cesis, me consta que supo de mi intriga a favor de su nombramiento, y se alegr¨® de ello.
Con esto quiero decir que todo lo que se ha escrito en los medios de comunicaci¨®n estos d¨ªas sobre la idiosincrasia de ?ngel Suqu¨ªa es demasiado maniqueo. Aqu¨ª en M¨¢laga puso orden en una especie de caos pastoral que hac¨ªa estragos en esta dif¨ªcil di¨®cesis. Y a pesar de que su ideolog¨ªa no fue nunca, ni con mucho, revolucionaria, defendi¨® en¨¦rgicamente a los curas que por sus actitudes comprometidas chocaban peligrosamente con las autoridades franquistas. Esto era debido a. su sentido de solidaridad con el mundo eclesi¨¢stico.
Yo no estoy preparado para hacer un juicio sobre su gesti¨®n en Santiago de Compostela y ahora en Madrid. Lo ¨²nico que s¨¦ es que en los congresos de teolog¨ªa de la Asociaci¨®n de Te¨®logos Juan XXIII ha habido con ¨¦l ciertas fricciones, que a la postre se han superado. Y una vez yo mismo le escrib¨ª una carta amistosa para invitarle a que depusiera ciertas sospechas y se abriera a un di¨¢logo. En aquella ocasi¨®n se saldaron los escollos.
?Ser¨¢ un buen presidente?
Como ya se ha dicho por activa y por pasiva, la presidencia de la Conferencia Episcopal no es homologable a los cargos an¨¢logos de instituciones civiles o econ¨®micas. Su funci¨®n es fundamentalmente coordinadora. El poder est¨¢ en manos de la asamblea, y la ejecuci¨®n cotidiana, por as¨ª decirlo, est¨¢ a cargo de la comisi¨®n permanente. Aparte de eso, las diversas comisiones episcopales trabajan con bastante autonom¨ªa.
Precisamente estos d¨ªas estoy explicando en el Centro de Estudios Teol¨®gicos el evangelio de san Marcos, y, siguiendo los excelentes estudios del biblista franc¨¦s E. Trocm¨¦, les he puesto de relieve a los alumnos algo que est¨¢ impl¨ªcito pero muy vivo en todo el relato de este evangelio, que es el m¨¢s primitivo.
En la comunidad donde se escribi¨® aquel evangelio hab¨ªa un sordo conflicto con la comunidad judeocristiana de Jerusal¨¦n, ya que esta ¨²ltima parec¨ªa entronizar a Santiago, pariente de Jes¨²s, como su sucesor din¨¢stico y como real presidente de la Iglesia. La comunidad de Marcos se levanta contra esto: en la Iglesia no hay m¨¢s presidente que Cristo, que sigue estando presente despu¨¦s de su resurrecci¨®n. Con esto quiero decir que en los par¨¢metros de la Iglesia una presidencia nunca puede rivalizar con la funci¨®n de cabeza o jefe, que ¨²nicamente le compete a Cristo. El propio San Pablo lo repite hasta la saciedad: Cristo es la ¨²nica cabeza de su cuerpo, que es la Iglesia. En el interior de la Iglesia no puede haber m¨¢s cabezas que el propio Cristo.
Es verdad que esto se ha olvidado muchas veces, hasta convertirse en la tentaci¨®n t¨ªpica de los jerarcas eclesiales. La historia de la Iglesia nos ofrece cuadros lamentables a este respecto. Pero, a decir verdad, no son estos los momentos peores, aunque nunca se puede decir "de esta agua no beber¨¦".
Finalmente, yo quisiera hacer una lectura de esta elecci¨®n, que no podemos olvidar que ha salido a la quinta vez. En el mundo eclesi¨¢stico est¨¢ profundamente arraigado el sentido de corporaci¨®n y de independencia. Pues bien, desde el punto y hora que los medios de comunicaci¨®n han pontificado sobre los dos candidatos, mandando a uno al para¨ªso y al otro al purgatorio, es muy posible que en muchos casos el subconsciente episcopal se haya rebelado contra este maniqueismo y, dejando aparte la propia ideolog¨ªa, los obispos se hayan decidido a votar al "malo de la pel¨ªcula" para afianzar la libertad de opci¨®n.
En todo caso, la Conferencia Episcopal tiene m¨¢s importancia en sus relaciones ad extra que en sus relaciones ad intra. Quiero decir que la magia de cada di¨®cesis apenas se modifica porque el presidente de la Conferencia Episcopal tenga una determinada trayectoria.
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