Cambio 'dinero fresco' por conformidad ideol¨®gica
La moratoria brasile?a ha abierto la segunda crisis de la deuda externa
Pocas horas antes de que el presidente Jos¨¦ Sarney anunciase la suspensi¨®n de pagos de la deuda externa brasile?a, los vuelos desde R¨ªo de Janeiro, S?o Paulo y Brasilia hacia Washington y Nueva York estaban en overbooking. El rumor se hab¨ªa conocido desde 24 horas antes, y los ejecutivos de los principales bancos norteamericanos viajaban a las sedes matrices a pedir ¨¢rnica e instrucciones. Brasil es el primer deudor del Tercer Mundo, con 108.000 millones de d¨®lares aproximadamente de deuda ex terna.En realidad, Samey se hab¨ªa adelantado a las cuentas. Los departamentos de an¨¢lisis de riesgos de los bancos norteamericanos hab¨ªan previsto una fecha a partir de la cual Brasil pod¨ªa dar el susto en cualquier momento: el 1 de marzo. Sin embargo, el potencial de crecimiento de la econom¨ªa brasile?a, su papel preponderante en la zona, hab¨ªan puesto en sordina el problema Varios d¨ªas antes de la decisi¨®n, preguntados algunos banqueros espa?oles presentes en Brasil, se hab¨ªan manifestado tranquilos respecto a cualquier decisi¨®n unilateral. Y sin embargo, lleg¨®.
Es inevitable hacer una comparaci¨®n entre esta suspensi¨®n de pagos y la que en el verano de 1982 declar¨® el presidente mexicano, Jos¨¦ L¨®pez Portillo, a la que sigui¨® la decisi¨®n de nacionalizar la banca en el pa¨ªs azteca. En aquella ocasi¨®n, el p¨¢nico hizo mella en las principales plazas financieras del mundo occidental, que temieron que el efecto domin¨® se transmitiese al resto de los pa¨ªses de la zona, afectados por parecidos males que M¨¦xico. Ahora, este p¨¢nico ha disminuido en graduaci¨®n; ha habido temor, pero la posibilidad de una moratoria de pagos latinamericana parece haber quedado abortada en tan s¨®lo una semana. Pa¨ªses de todo el mundo han mandado telegramas de simpat¨ªa al Gobierno brasile?o, pero nadie m¨¢s ha seguido la misma senda. Es cierto que algunas naciones vecinas, como Argentina, han aprovechado la coyuntura para pedir mejores condiciones en la reestructuraci¨®n de sus cr¨¦ditos, pero de las declaraciones no se ha pasado a los hechos.
Los cambios
Entre la crisis mexicana y la crisis brasile?a (ambos pa¨ªses conjuntan m¨¢s del 50% de la deuda externa latinoamericana) han sucedido algunas cosas que explican la relatividad de las situaciones. En primer lugar, se han disipado las amenazas de creaci¨®n de un club de deudores que hiciese causa com¨²n frente a los pa¨ªses y bancos acreedores. Al final, la defensa de este club ha quedado en manos de la oposici¨®n pol¨ªtica, sindical, religiosa, y del presidente cubano, Fidel Castro, que hasta hace poco tiempo, con una mano ped¨ªa la condonaci¨®n unilateral de la deuda y con la otra pagaba escrupulosamente a los financieros occidentales.
En los ¨¢mbitos del poder se han multiplicado los foros de discusi¨®n de los distintos Gobiernos latinoamericanos. En primer lugar, la reuni¨®n de Quito de 1984, en la que se traz¨® la filosof¨ªa del di¨¢logo pol¨ªtico entre acreedores y deudores para solucionar un problema de ra¨ªces inicialmente econ¨®micas. Los mandatarios latinoamericanos entendieron que la deuda externa se hab¨ªa convertido en una dificultad multilateral y no de cada pa¨ªs deudor con sus prestamistas. De Quito naci¨® el Acuerdo de Cartagena, una de cuyas variantes m¨¢s radicales ha sido la postura peruana, defendida por Alan Garc¨ªa, de establecer un tope al pago de la deuda, cuantificado por un porcentaje del valor de las exportaciones de cada pa¨ªs.
Norberto Gonz¨¢lez, secretario ejecutivo de la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina (CEPAL), lo ha explicado desde Santiago de Chile hace pocos d¨ªas: la reuni¨®n de jefes de Estado y de Gobierno latinoamericanos en Quito "tuvo un resultado pr¨¢ctico, porque precisamente de all¨ª parti¨® todo el proceso actual de consultas permanentes que mantienen entre s¨ª los Gobiernos, ya que antes de Quito, los presidentes de los bancos centrales ni siquiera se hablaban por tel¨¦fono".
Sin embargo, esta voluntad de di¨¢logo de los deudores no se ha correspondido, en general, por un paralelismo de actitudes en los pa¨ªses ricos. Ante cada cumbre de los siete grandes (reuniones de los jefes de Estado y de Gobierno de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo), Am¨¦rica Latina mandaba una carta pidiendo negociar. La respuesta, en caso de haberla, era gen¨¦rica y s¨®lo llena de buenas intenciones, pero vac¨ªa de contenido. Ahora, cuando Brasil ha suspendido pagos, los ministros de Econom¨ªa y Hacienda de los cinco y de los siete se reun¨ªan en Par¨ªs para abordar la ca¨ªda del d¨®lar y los tipos de cambio en el mundo. Asist¨ªa tambi¨¦n el nuevo ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), Michel Canidessus. La crisis de la deuda no figuro ni siquiera en el orden del d¨ªa. Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal norteamericana, declar¨® ante una comisi¨®n del Senado norteamericano que ser¨ªa un error magnificar la suspensi¨®n del servicio de la deuda de Brasil, calificando la moratoria de "temporal".
Las renegociaciones
La segunda variante entre crisis y crisis, quiz¨¢ la m¨¢s importante, ha sido el proceso de renegociaciones continuas de las deudas externas de los pa¨ªses latinamericanos. Lo que hasta 1982 eran casos puntuales se generaliz¨®. Una y otra vez se reun¨ªan los representantes oficiales con los bancos internacionales y reescalonaban en distintas condiciones el pago de los pr¨¦stamos. La CEPAL, en su Balance preliminar de la econom¨ªa latinoamericana, 1986, defin¨ªa as¨ª los ¨²ltimos acontecimientos del proceso: "Mil novecientos ochenta y seis result¨® ser un a?o lleno de acontecimientos en lo que se refiere a las negociaciones de la deuda. El a?o se inici¨® cuando a¨²n se o¨ªan los ecos de las exigencias cada vez mayores hechas por los pa¨ªses deudores durante 1985 para que se compartieran en forma m¨¢s equitativa los costos de la crisis de la deuda, sentimiento que fue captado en su plenitud en las Propuestas de emergencia para las negociaciones sobre la deuda y el crecimiento, presentadas en la declaraci¨®n de Montevideo del Consenso de Cartagena a mediados de diciembre de ese a?o".
Ahora bien, las renegociaciones de la deuda tienen un efecto significativo, ya que el principal de esta deuda (400.000 millones de d¨®lares en Am¨¦rica Latina, un bill¨®n de dolares en el conjunto del Tercer Mundo, seg¨²n cifras del Banco Mundial) no es pagado por casi nadie. Las renegociaciones contienen el reescalonamiento de los pagos y un cambio en las condiciones de tiempo y cuant¨ªa para los tipos de inter¨¦s, Sigue en la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior adem¨¢s de aportaci¨®n de nuevos pr¨¦stamos para los deudores. Con el dinero fresco que les llega, los pa¨ªses pagan el servicio de la deuda (intereses y amortizacio nes) para evitar que la legislaci¨®n contable de la banca internacional principalmente norteamericana ponga en bancarrota a las entidades m¨¢s afectadas por el problema. En Estados Unidos, cuando pasan tres meses sin que se satisfagan los intereses de los cr¨¦ditos los bancos han de anotarlos como fallidos.
El c¨ªrculo vicioso
As¨ª pues, se trata de un c¨ªrculo vicioso: se dan nuevos pr¨¦stamos para pagar los intereses de los cr¨¦ditos anteriores, de modo que se va formando una bolsa de nieve muy dificil de detener. Mientras tanto, el Gobierno norteamericano -el m¨¢s implicado- y los organismos internacionales -Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial- condicionan la llegada de dinero fresco (para pagar intereses y, lo que sobre, para potenciar el crecimiento econ¨®mico) a la ortodoxia de los programas de ajuste. La revista Bussiness Week defin¨ªa hace pocos meses esta estrategia del siguiente modo: "El plan de Reagan es atar a los pa¨ªses pobres m¨¢s estrechamente a nuestras faldas econ¨®micas. En lugar de mantener unos v¨ªnculos dudosos sobre sus econom¨ªas, los inversores norteamericanos ostentar¨¢n abiertamente grandes partes de ellos. La Administraci¨®n Reagan y los profetas del laissez faire tienen un nuevo programa para los pa¨ªses deudores del mundo: cambiar la desgravaci¨®n fiscal por la conformidad ideol¨®gica. Si los pa¨ªses pobres liberalizan sus econom¨ªas, nueva inversi¨®n privada fluir¨¢: este acuerdo se anuncia como una mejora sobre el anterior tipo de programaci¨®n, en el que las infusiones del FMI se cambiaban por programas de austeridad". Es el siguiente giro de tuerca: la capitalizaci¨®n de la deuda (ver recuadro aparte).
Ahora, la coyuntura es la siguiente: Brasil debe abrir un proceso de renegociaci¨®n de la deuda que puede durar muchos meses; Argentina hace lo mismo; Ecuador ha anunciado que no puede pagar los intereses correspondientes al mes de febrero; Venezuela y Chile acaban de finalizar una nueva reestructuraci¨®n; Per¨² hace meses que tiene rotas todas las conversaciones con los acreedores, efectuadas al margen del FMI, y condiciona su vuelta al sistema a nuevos acuerdos comerciales con pa¨ªses fuera del ¨¢rea (la URSS, el m¨¢s significativo). Y queda aparte el caso de M¨¦xico.
Miguel de la Madrid, el presidente mexicano, anunci¨® el a?o pasado la dif¨ªcil situaci¨®n de la naci¨®n. "S¨®lo mediante la corresponsabilidad y el sacrificio de ambas partes lograremos pagar nuestra deuda" (de m¨¢s de 100.000 millones), afirm¨® en un discurso televisado. Desde entonces, M¨¦xico se ha convertido en el conejillo de Indias del plan Baker. El secretario del Tesoro norteamericano, James Baker, present¨® un programa para ayudar a los pa¨ªses m¨¢s endeudados del mundo en la asamblea de Se¨²l del Fondo Monetario Internacional, en octubre de 1985.
Este programa parece haber fracasado hoy rotundamente. Sin embargo, aplicando lo sustancial de su filosof¨ªa, M¨¦xico consigui¨® un paquete de rescate financiero consistente en la recepci¨®n de 7.700 millones de d¨®lares de dinero fresco de la banca privada (el resto, hasta 13.700 millones, lo adjudican organismos internacionales y banca oficial). Durante meses se ha afirmado que dicho paquete estaba a punto de ser cerrado. Sin embargo, las resistencias de las entidades financieras (en este caso, especialmente de los bancos europeos y de algunas entidades medias norteamericanas, estas ¨²ltimas a punto de la quiebra) a conceder nuevos pr¨¦stamos, ponen un interrogante al futuro. Los bancos acreedores de M¨¦xico son m¨¢s de medio millar, que el 20 de marzo pr¨®ximo han de haber firmado el acuerdo. Ante la posibilidad de que para esa fecha no se hubiera llegado al acuerdo definitivo, las autoridades mexicanas est¨¢n ejerciendo presiones psicol¨®gicas sobre el 3% de bancos que todav¨ªa no ha depositado el dinero fresco. La psicolog¨ªa podr¨ªa convertirse en realidad si el equipo de Miguel de la Madrid aplicase, como ya se ha especulado, una moratoria parcial de pagos de la deuda con los bancos que no accedan a las nuevas condiciones.
Es decir, si, por ejemplo, un peque?o banco estadounidense se rebela y no concede nuevos cr¨¦ditos, M¨¦xico no le pagar¨ªa los intereses pendientes en un plazo superior a los tres meses, con lo que ese banco deber¨ªa apuntar como fallido el cr¨¦dito pendiente de amortizar, lo que le llevar¨ªa, en el peor de los casos, a la bancarrota. Es un ejemplo m¨¢s de c¨®mo la crisis de la deuda externa puede afectar de igual modo a acreedores y a deudores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.