Un millar de personas presenci¨® la ¨²ltima acci¨®n teatal de Albert Vidal
Albert Vidal volvi¨® a demostrar su poder de convocatoria. M¨¢s de 1.000 personas pasaron el martes por la galer¨ªa Metr¨°nom, de Barcelona, tras guardar cola pacientemente, para presenciar la acci¨®n antropol¨®gico-parateatral Exposici¨®n de personajes vivos, ideada por el vanguardista catal¨¢n. La experiencia, a la que el p¨²blico accedi¨® en grupos de 150 personas, se repiti¨® varias veces. B¨¢sicamente, consist¨ªa en la observaci¨®n de una serie de gente inm¨®vil sobre peque?os pedestales en los que constaba su actividad profesional.
Para Vidal, se trataba de propiciar una reflexi¨®n sobre la sociedad actual. Entre el p¨²blico hubo comentarios para todos los gustos. "Oye, ?t¨² hubieras dicho que un arque¨®logo era as¨ª... tan normal?". "Para ser piloto ese t¨ªo es muy bajito, ?eh?". "El anticuario es tope". "Algunos no se parecen en nada a lo que son". "?Lo entiendes? La idea es sencillamente... genial". "300 pelas por ver lo que ves todos los d¨ªas menudo morro".Pudo o¨ªrse de todo entre la ingente masa de espectadores que se agolpaba contra las vallas delimitadoras para observar a las personas-estatuas instaladas en Metr¨°nom. Hubo entusiasmo, s¨ª, ante la propuesta de echar una mirada reflexiva a ese paisaje humano cotidiano, aqu¨ª codificado y museificado, pero tambi¨¦n alguna decepci¨®n. Se produjeron risas nerviosas y cierto malestar interesante cuando la luz cay¨® sobre los espectadores y ¨¦stos se convirtieron, a su vez, en sujetos observados.
"Vete al bar de delante a ver, que se me ha ido all¨ª mucha gente", dec¨ªa Vidal poco antes de iniciarse la acci¨®n. Instrucciones de ¨²ltima hora mientras algunos personajes llegaban a la carrera: "No teneis que estar en posici¨®n marcial, sino todo lo contrario; no mireis a la gente". Un abigarrado conjunto humano atend¨ªa al director: el ganadero, el arquitecto, el herrero, el relaciones p¨²blicas... alg¨²n famoso, gente an¨®nima en su mayor¨ªa. Cerca de 30 personas; el programador cultural junto a la cocinera. "Es, en realidad, como si fuera una exposici¨®n de esculturas... que sois vosotros". "Eliminad tics. Se?or Albert no se distraiga
El p¨²blico entr¨® a oscuras, acompa?ado por vigilantes de museo. Lleg¨® hasta una especie de plazoleta central. Vidal dio las luces sobre los personajes. Todos afrontaron el reto con una gran profes¨ªonalidad; se concentraron en ser ellos mismos. Algunos lo lograron con una intensidad indescriptible. Las miradas de los espectadores se deslizaban sobre los cuerpos. "No s¨¦ que miramos", comentaba alguien. La gente se apretuj¨® para ver al luncionar¨ªo de Hacienda. Sorpresivos reconocimientos: "?Co?o, mi zapatero!"; "?Lorenzo!, c¨®mo te han puesto ah¨ª, hombre". Tras el cambio de luces y de focos de atenci¨®n, volvi¨® la oscuridad y se oy¨® la voz de Vidal: "Ya pueden salir, gracias por visitar nuestra exposici¨®n; hasta la vista". Aplausos entusiastas y algunos bravos.
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