'Novecento' c¨¢ntabro
LOS INCIDENTES producidos ayer en la localidad c¨¢ntabra de Reinosa, con el balance de m¨¢s de medio centenar de heridos, ponen de relieve la pervivencia de residuos de atavismo m¨¢s propios de la Espa?a galdosiana que de un pa¨ªs integrado en las instituciones europeas y que se apresta a entrar en el siglo XXI. Las im¨¢genes de unos trabajadores que, para defender sus puestos de trabajo, primero secuestran a los directivos de su empresa y luego reducen y desarman a una decena de guardias civiles, parecen extra¨ªdas de una pel¨ªcula de ¨¦poca. Pero son cruelmente reales.Tan desastroso resultado es consecuencia de dos factores. La irresponsabilidad de un comit¨¦ sindical que juega con fuego al embarcar a los trabajadores en una aventura descabellada, consistente en tratar de defender sus propios derechos a costa de los de los dem¨¢s, y la incompetencia profesional de los responsables del orden, incapaces de prever las consecuencias de su intervenci¨®n en el conflicto y sumisos hasta la rendici¨®n, y frente a toda la espeluznante ret¨®rica que rodea a la historia de la Benem¨¦rita.
El intento de conseguir notoriedad secuestrando a una persona que acababa de ser nombrada para un cargo p¨²blico -Enrique Antol¨ªn, nuevo consejero de Obras P¨²blicas del Gobierno vasco- descalifica a los dirigentes sindicales que tuvieron tan descabellada idea. Una idea pueril, antidemocr¨¢tica y contradictoria con los intereses de los trabajadores, en nombre de los cuales pretend¨ªan actuar. Las direcciones de los sindicatos implicados en la acci¨®n est¨¢n obligadas a condenar dichas pr¨¢cticas, lindantes con el sindicalismo mafioso o el m¨¢s trasnochado libertarismo.
Pero las circunstancias del caso indican la existencia de una pavorosa improvisaci¨®n por parte de las autoridades responsables de garantizar el respeto a los derechos ciudadanos y el orden p¨²blico. Que una decena de agentes puedan ser aislados en un callej¨®n, violentamente hostigados hasta agotar los medios disuasorios, y desarmados y reducidos por una multitud encolerizada, revela desconocimiento del terreno, inadecuaci¨®n de los recursos empleados y ausencia de una planificaci¨®n racional. Tal como se produjeron los acontecimientos, con armas abandonadas en la v¨ªa p¨²blica y en una situaci¨®n de enorme tensi¨®n emocional, puede considerarse providencial que no se produjeran da?os irreparables. Los responsables de la seguridad en Cantabria y el Ministerio del Interior est¨¢n obligados a explicar los motivos que determinaron tan incre¨ªble espect¨¢culo y a depurar las responsabilidades. Pero, a estas alturas de los tiempos, esto es s¨®lo un deseo te¨®rico. La calle de este pa¨ªs hierve desde hace meses ante la imp¨¢vida mirada de la autoridad competente, convencida ¨¦sta de que hace frente a una conspiraci¨®n mal¨¦vola y no a los errores de su propia, dram¨¢tica, rid¨ªcula, ingenua ineptitud.
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