De nuevo los masones
Al concluir la lectura del minucioso estudio que la profesora G¨®mez Molleda acaba de publicar acerca de la masoner¨ªa en la crisis espa?ola del siglo XX (Mar¨ªa Dolores G¨®mez Molleda: La masoner¨ªa en la crisis espa?ola del siglo XX. Taurus, 1986), nos invade una sensaci¨®n de desconcierto y de amargura. Desconcierto por las conclusiones que del libro se deducen; amargura por cuanto esas conclusiones a?aden, como contraste, al horror de la represi¨®n sistem¨¢tica desencadenada hace medio siglo contra los miembros de la c¨¦lebre asociaci¨®n.El estudio aludido, que aborda un an¨¢lisis en profundidad de las actividades de la masoner¨ªa espa?ola a lo largo de la etapa que cubren la primera dictadura y la II Rep¨²blica -hasta el momento en que ¨¦sta inicia el camino hacia el grave conflicto de 1934-, es, para empezar, una demostraci¨®n irrefutable en contra de las tesis que animaron la exaltaci¨®n de los cruzados de 1936: las que se desplegaron en obras tan parciales y virulentas como las del inefable Mauricio Carlavilla -"Maurice Karl"- o, desde un plano aparentemente m¨¢s objetivo, las del periodista metido a historiador Joaqu¨ªn Arrar¨¢s, seg¨²n las cuales la frustrada democracia de 1931, su programa y sus objetivos fueron condicionados y orientados por una "conjuraci¨®n judeo-mas¨®nica", a cuyo dictado actu¨® el r¨¦gimen en todo momento. Aunque hace tiempo que semejantes esque mas partidistas se miran como t¨®picos inaceptables, no es menos cierto que la obsesi¨®n antimas¨®nica (animada por una fant¨¢stica, casi terror¨ªfica valoraci¨®n de la aut¨¦ntica potencia y de los fines de la orden, reducidos en este trabajo a "hacer liberalismo pr¨¢ctico") fue una constante en los c¨ªrculos intelectuales de Acci¨®n Espa?ola; y que Acci¨®n Espa?ola provey¨® de materiales ideol¨®gicos a los grandes responsables del alzamiento y la represi¨®n iniciados en jullo de 1936.
Lo que el estudio objetivo de la profesora G¨®mez Molleda nos descubre es, por lo pronto, la escasa entidad num¨¦rica de la implantaci¨®n mas¨®nica en Espa?a durante el primer tercio de este siglo, ¨¦poca en la que, por a?adidura, se halla dividida en dos ¨¢reas: la m¨¢s importante, el Gran Oriente; y, con menos amplitud y efectivos, la Gran Logia (la primera no llegar¨¢ en ningun momento a al canzar los 5.000 afiliados; la se gunda, en su momento de m¨¢xima crecida -1930- cuenta s¨®lo con 1.877). En segundo t¨¦rmino, y durante todo este per¨ªodo hist¨®rico, en el seno de la or den se mantiene continuo debate -y continua tensi¨®n- entre los partidarios de una actitud marginal a la acci¨®n pol¨ªtica concreta y los que entienden que es deber de los masones implicarse en la lucha de los partidos para sacar adelante aquellas que constituyen la esencia program¨¢tica -aspiraci¨®n y mensaje- de una asociaci¨®n aplicada a "la regeneraci¨®n del hombre", a su "liberaci¨®n" de antiguas "ataduras": seg¨²n la puntualizaci¨®n de Mar¨ªa Dolores G¨®mez Molleda, "forma institucionalizada de la protesta de las clases medias espa?olas". As¨ª, por ejemplo, reza el texto de una di¨¢fana comunicaci¨®n del Supremo Consejo del Grado 33, en mayo de 1926: "La pol¨ªtica de la masoner¨ªa no es la de laborar por la forma de gobierno de un pa¨ªs, ni porque la jefatura de un Estado est¨¦ en manos de una determinada persona; la pol¨ªtca consiste en transformar a los hombres de todas las esferas sociales en seres amantes de la liberlad, de la fraternidad y del progreso; para conseguirlo tiene la masoner¨ªa ¨®rganos apropiados, creados en el transcurso de siglos de experiencia". Y en pleno triunfo de la democracia republicana, Augusto Barcia proclamar¨ªa, en el Bolet¨ªn del Gran Oriente Espa?ol "Nuestra misi¨®n es conservar la Rep¨²blica limpia de todas las mezquindades partidistas... Nada de pol¨ªtica en los templos. Hoy menos que nunca. Toda idealidad y doctrina, hoy m¨¢s que siempre ... ".
De hecho, durante la dictadura, y a falta de un ¨¢gora parlamentaria, los masones espa?oles, entre los que contaban figuras importantes de la intelectualidad y de los sectores marginales al r¨¦gimen de la restauraci¨®n, sumaron su esfuerzo -propaganda, est¨ªmulos directos e indirectos a lla subversi¨®n generalizada- en el empe?o de derrocar los famosos obst¨¢culos tradicionales, es decir, los diques opuestos al triunfo de los viejos ideales acu?ados en torno a la paradigm¨¢tica Revoluci¨®n Francesa -principios democr¨¢ticos, plenitud de los derechos humanos- que el golpe de 1923 parec¨ªa amenazar. La actitud "intervencionista" fue mantenida entonces, entre otros -frente al idealismo de Barcia o de De Buen-, por Mart¨ªnez Barrio, clave de la masoner¨ªa andaluza; ¨¦l lograr¨ªa, como te¨®rico del reajuste doctrinal de la obediencia", convertir el Gran Oriente Espa?ol en "plataforma de convergencia de la izquierda". Se comprende que en 1931 se viera elevado a la categor¨ªa de gran maestro. Pero la "convergencia de la izquierda" s¨®lo hab¨ªa de tener eficacia integradora -para la masoner¨ªa en lo que afecta al despliegue secularizador -pol¨ªtica anticlerical, pcil¨ªtica de ense?anza- desarrollado en los primeros tiempos del r¨¦gimen. En cambio, y por lo dem¨¢s, los partidos republicanos tienen una mayor virtualidad como factores de tensi¨®n y confrontaci¨®n entre los miembros de la orden; pi¨¦nsese en el caso de Lerroux, trasplantando descle la Gran Logia al Gran Oriente en el empe?o de dar batalla ala izquierda aza?ista; y en Aza?a, ingresando en el Gran Oriente en 1932, para "modular" la secta con arreglo a sus fines-, y en la gran ofensiva de Mart¨ªnez Barrio contra el Gobierno social aza?ista, en torno a la "resaca" por lo de Casas Viejas. Como escribe la profesora G¨®mez Molleda, la situaci¨®n efectiva de la masoner¨ªa durante la etapa republicana ser¨¢ de todo punto diferente a la del per¨ªodo anterior. El marco pol¨ªtico esta blecido en Espa?a con el adve nimiento de la II Rep¨²blica postular¨¢ por s¨ª mismo la vuelta de la orden a su verdadero terreno: el inici¨¢tico-filos¨®fico. Pasado el momento excepcional del r¨¦gimen de autoridad en el que se hab¨ªan justificado a actividades que no le eran propias, los resortes internos de la orden ensayaron ese funcionamiento en sentido inverso". En este sentido, es muy significativa la marea alzada en los primeros meses de 1934 contra el gran maestro y contra el gran consejo, desde el seno de las mismas logias, cada vez m¨¢s inquietas por el desplazamiento que la pol¨ªtica supone respecto a la pr¨¢ctica de las obligaciones espec¨ªficas de sus miembros dentro de la obediencia. La conclusi¨®n, Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior como antes dec¨ªamos, es diametralmente opuesta a la idea que sobre la secta y su manipulaci¨®n directa de la pol¨ªtica activa se hab¨ªan formado los "cruzados" de 1936. Resalta as¨ª con mayor claridad el horror de la represi¨®n indiscriminada que contra los masones desencaden¨® la guerra civil; antes de que se articulase la famosa ley de 1940, la gran ofensiva antimas¨®nica de 1936 provoc¨® de hecho muchos cr¨ªmenes gratuitos -valga la expresi¨®n-, puesto que bast¨® en muchos casos la adscripci¨®n a las logias -incluso ya rescindida- para decidir una sentencia capital, en la gran "depuraci¨®n" orquestada por los ide¨®logos de la ultraderecha.
En lo que se refiere a la estricta y laborios¨ªsima investigaci¨®n de la profesora G¨®mez Molleda, quedan, en todo caso, flancos al descubierto. En efecto, aunque su libro se presenta como un estudio sobre la masoner¨ªa en las primeras d¨¦cadas de nuestro siglo, lo cierto es que arranca de 1917 -suponemos que debido a las limitaciones cronol¨®gicas del rico archivo salmantino sobre el que este trabajo se ha basado- Me permito recordar que en el proceso de desmoronamiento del sistema C¨¢novas hay dos crisis que preceden y preparan la de 1917 -dentro de la "gran crisis" del siglo-: una, la de 1905-1906 en torno a la ley de Jurisdicciones; otra, la de 1909 -que alcanza sus ¨²ltimas consecuencias en 1913-. Por lo menos en la segunda -la de 1909: la famosa "ferrerada" y la campa?a antimaurista- no parece que pueda eliminarse la contribuci¨®n mas¨®nica, aunque una vez m¨¢s conviene recordar que el impulso de esa gran "movida" tuvo su epicentro fuera del pa¨ªs, y en este caso tambi¨¦n cuadra el dato aqu¨ª recogido respecto al desnivel de los efectivos "mas¨®nicos" entre Francia y Espa?a -m¨¢s de 30.000 afiliados en la primera; menos de la d¨¦cima parte en la segunda.
Tambi¨¦n "se queda corto", cronol¨®gicamente, el estudio de Dolores G¨®mez Molleda al detenerse en la primavera de 1934. Aunque la disidencia de Mart¨ªnez Barrio en el partido radical y su previa "ca¨ªda" del gran maestrazgo sean muy significativas, ni siquiera nos asomamos a la grav¨ªsima crisis de octubre, que, sin duda, hubo de ser muy clarificadora para la situaci¨®n. Cierto que la autora nos anuncia una continuaci¨®n de su trabajo -e incluso una atenci¨®n especial para los "militares masones"-. En ese caso, tal estudio no podr¨¢ detenerse en la "evoluci¨®n interna" de la orden "desde" el campo republicano, sino en la terrible contrapartida de su aplastamiento en el campo rebelde.
Una consideraci¨®n final, que a su vez nos define vigorosamente el cambio esencial que en las perspectivas de la Iglesia ha supuesto el Concilio Vaticano II y, por otra parte, en el campo de la "reflexi¨®n" espa?ola, la instalaci¨®n definitiva en una democracia que rebasa ampliamente los supuestos pol¨ªticos. La revisi¨®n de la masoner¨ªa hist¨®rica la inici¨®, todav¨ªa en los a?os del franquismo, un jesuita -Ferrer Benimeli-. Esta nueva revisi¨®n, en definitiva, reivindicadora de los masones -para la etapa m¨¢s cr¨ªtica y conflictiva de nuestro siglo-, la ha llevado a cabo una teresiana. ?Qu¨¦ feliz distancia respecto a los viejos e implacables criterios maniqueos que tanta sangre hicieron correr hace medio siglo!
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