Los errores de Roma
La instrucci¨®n vaticana sobre vida humana y procreaci¨®n ha dado que hablar inmediatamente. Hasta en la Prensa espa?ola m¨¢s prudente se vierten dudas sobre el acierto de este documento. Porque incluso los te¨®logos y cient¨ªficos m¨¢s moderados ven que el camino se cierra excesivamente y sin razones convincentes, puesto que fundamentalmente se alegan documentos eclesi¨¢sticos y concepciones filos¨®ficas sobrepasadas.Hay que dudar de unas instrucciones sobre materias t¨¦cnico-morales decididas preferentemente por el mundo eclesi¨¢stico. No olvidemos las acertadas observaciones de Pablo VI a prop¨®sito de estas nuevas cuestiones que afectan tan directamente al mundo seglar y al de la ciencia. La bio¨¦tica referida a la pareja humana es uno de aquellos "innumerables problemas de la vida profana que son mejor conocidos por los seglares cat¨®licos que por el clero". Ellos -los seglares- son los que los viven personalmente, y su experiencia debe ser la decisiva.
Mentalidad clerical
Estos nuevos problemas morales "no deben ser tratados emp¨ªricamente, al modo de los antiguos manuales"; hay que hacer intervenir "conocimientos sistem¨¢ticos y cient¨ªficos que los seglares pueden ¨²tilmente suministrar" (Pablo VI). Y en este caso, desgraciadamente, ha primado la mentalidad clerical m¨¢s que el consenso seglar y cient¨ªfico sobre estos problemas de bio¨¦tica tan acuciantes para el hombre de hoy que vive en el mundo y no apartado de ¨¦l.
La enemistad vaticana a la inseminaci¨®n artificial y a la fecundaci¨®n in vitro obedece a una mala filosof¨ªa, cient¨ªficamente anticuada, de lo que sea la naturaleza.
La formaci¨®n eclesi¨¢stica ha estado inspirada hasta ahora en conceptos del mecanicismo materialista aristot¨¦lico. No hay m¨¢s que leer un manual de moral de los que sirvieron hace a?os para formar al alto clero que hoy gobierna, y, curiosamente, impera en todas las cuestiones sexuales ese materialismo mecanicista que olvida el sentido espiritual de la persona humana y de la relaci¨®n de amor.
Todo se cohonesta en ellos si el acto conyugal se realiza mec¨¢nicamente bien, y se olvida toda, otra consideraci¨®n personalista. Hace a?os, un jesuita y fil¨®sofo argentino, el padre Quiles, dudaba que la metaf¨ªsica tomada de ese obsoleto mundo mec¨¢nico-material pudiese ser apta para entender los problemas cristianos del amor y del esp¨ªritu. Y hoy lo vemos claramente, al olvidarlos una vez m¨¢s el Vaticano en favor del aspecto mec¨¢nico sexual.
Todo lo que es producto del ingenio del esp¨ªritu y va contra la letra de la ley mec¨¢nica en el hombre suscita recelos eclesi¨¢sticos. Lo artificial se considera como malo, y se predica el respeto a lo natural, entendido de modo est¨¢tico y mec¨¢nico. Dos grandes pensadores cat¨®licos, como el padre Teilhard y el padre Haering, se opusieron a esta concepci¨®n: "La naturaleza humana es experimentaci¨®n en avance y atenci¨®n sistem¨¢tica a la experiencia", dice este ¨²ltimo, que es justamente lo que ha olvidado ahora Roma.
El ingenio cient¨ªfico contempor¨¢neo ha dado un gran avance a la salud humana gracias al empleo de m¨¦todos artificiales que no se oponen a la din¨¢mica de la naturaleza, sino a sus fallos o deficiencias. Tener que recurrir a ellos es un mal menor, pero aceptable para la moral aut¨¦ntica.
Diversas teor¨ªas
Por ¨²ltimo, hay que aclarar que no es verdad que la Iglesia siempre haya sostenido que la vida humana est¨¢ ya presente en el embarazo y la fecundaci¨®n. Al contrario: "Santo Tom¨¢s, los maestros de la Escol¨¢stica y tambi¨¦n un n¨²mero lentamente creciente de fil¨®sofos modernos" (Donceel, S. J.) han mantenido la animaci¨®n u hominizaci¨®n sucesiva y retardada.
As¨ª lo sostienen hoy, entre otros muchos, el padre Haering en su obra Medicina y moral el padre Richard Mc. Cormick, S. J.; el padre Donceel, S. J.; Valsecchi; B. Ribes, S. J., Alteens, etc¨¦tera. El asunto no est¨¢ cerrado para el cat¨®lico, ni mucho menos, incluso algunos fen¨®menos biol¨®gicos sobre la concepci¨®n y desarrollo del embarazo ser¨ªan mejor explicados por esta teor¨ªa, seg¨²n dec¨ªa ayer el famoso cardenal belga Mercier y hoy el arzobispo italiano Lanza o el padre Donceel, S. J.
Adem¨¢s, el obispo que lo ha presentado en Espa?a, monse?or Palenzuela, ha se?alado que no es un documento infalible; ni siquiera llega al grado de autoridad relativa de una enc¨ªclica papal.
Aclaremos que ¨¦ste es un tipo de documento de los que el te¨®logo S. Schiaffini dec¨ªa: "De suyo expuesto a error", y adem¨¢s de menos categor¨ªa que otros que tampoco son definitivos. La conciencia personal de la pareja humana que es cat¨®lica est¨¢ por encima de esta Instrucci¨®n: "Hay que obedecer antes a la conciencia que a la orden superior" (Santo Tom¨¢s).
Por tanto, deben disiparse todos los temores a una fecundaci¨®n in vitro hom¨®loga, en que la pareja humana interviene en la procreaci¨®n con su aporte, y que a ello apoya la ciencia actual con sus t¨¦cnicas cuando no es posible aqu¨¦lla f¨ªsicamente.
Como dice -pero no lo aplica bien- el documento vaticano, la procreaci¨®n debe "estar ligada a un acto personal". Entonces no debe estarlo a un acto mec¨¢nico de la pareja cuando ¨¦sta falla, porque lo humano, lo que pide el mutuo amor, es que la t¨¦cnica ayude a lo que la naturaleza puramente mec¨¢nica no puede alcanzar.
Y lo mismo puede decirse d¨¦ la inseminaci¨®n artificial; por mucho que se diga en este documento, puede ser aceptable en esas condiciones, sin caer en los tiquis-miquis eclesi¨¢sticos, de si el semen se puede o no obtener por masturbaci¨®n del marido.
Respecto a la clonaci¨®n y la partenog¨¦nesis, las cosas no est¨¢n tan claras; pero no hay que cerrarse en banda a una posible clarificaci¨®n de su sentido humano en casos extremos. Alg¨²n moderado te¨®logo, en el af¨¢n de explicar la concepci¨®n virginal de Jes¨²s, ha llegado a sugerir que fue un caso de partenog¨¦nesis; y, a pesar de su ingenuidad teol¨®gica, no es para desechar esa posibilidad en ciertos casos, cuando podr¨ªa no mermar la dignidad de la concepci¨®n.
En el t¨²nel del tiempo
M¨¢s reservas cat¨®lic¨¢s hay -eso s¨ª- para la fecundaci¨®n heter¨®loga, o para la madre sustituta. En una palabra: escuchemos, en estas cuestiones humanas y t¨¦cnicas, m¨¢s a la ciencia y menos a la mentalidad altoeclesi¨¢stica, por mucho respeto que la tengamos. Lo contrario es vivir hacia atr¨¢s en el t¨²nel del tiempo, queriendo confundir la moral con el retrogradismo, y la ley civil con la ley eclasi¨¢tica.
Aqu¨¦lla trata s¨®lo de lo que favorece la convivencia humana, y ¨¦sta contiene lo que pide a los cat¨®licos la Iglesia. Y nuestros te¨®logos-juristas del siglo XVI ense?aron ya que nadie pod¨ªa exigir al Estado que incluyera en las leyes los preceptos de la Iglesia, ni siquiera los de la ley natural. Y. no estar¨ªa mal que los obispos lo recordasen as¨ª.
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