El SIDA en las c¨¢rceles
EL GOBIERNO ha anunciado su intenci¨®n de crear una comisi¨®n para el control y seguimiento del SIDA en las c¨¢rceles. La medida es una m¨¢s de las que est¨¢ adoptando la administraci¨®n sanitaria en el terreno y de las que el ministro de Sanidad inform¨® recientemente al Parlamento. Es una evidencia que las condiciones que existen en las c¨¢rceles constituyen un excelente caldo de cultivo para la transmisi¨®n del virus del SIDA entre quienes viven tras las rejas. Los funcionarios de prisiones acaban de solicitar oficialmente la adopci¨®n por la Direcci¨®n General de Instituciones Penitenciarias de una serie de medidas que ir¨ªan desde la realizaci¨®n de an¨¢lisis cl¨ªnicos a toda la poblaci¨®n reclusa hasta el traslado de los potenciales transmisores a centros hospitalarios, pasando por el desarrollo de campa?as informativas espec¨ªficamente dirigidas a los presos. De no adoptarse este tipo de medidas se corre el riesgo de que la poblaci¨®n penitenciar¨ªa se convierta en el principal foco transmisor de la enfermedad al conjunto de la sociedad.Los peligros de esta situaci¨®n no pueden ser ignorados. Desde hace tres a?os se vienen realizando en las c¨¢rceles espa?olas pruebas de detecci¨®n del virus del SIDA. Pero su alcance ha sido hasta ahora muy limitado, dado el car¨¢cter excesivamente selectivo de estas pruebas. Y ello no s¨®lo por la falta de medios y de personal especializado de la administraci¨®n penitenciaria, sino por una actitud deliberada de evitar el alarmismo que comportar¨ªa una acci¨®n preventiva m¨¢s generalizada.
Sin embargo, este inter¨¦s, por bienintencionado que pueda ser, encubrir¨ªa una grave irresponsabilidad en el supuesto de convertirse en obst¨¢culo a la efectiva lucha contra esta enfermedad. Ahora, el dato contrastado de que el 12,4% de los casos de SIDA registrados en Espa?a corresponden a personas que permanecieron durante alg¨²n tiempo en la c¨¢rcel obliga a los responsables de la sanidad a poner en pie iniciativas especificamente orientadas a este colectivo social de m¨¢s de 26.000 personas.
El oscurantismo informativo que ha rodeado la cuesti¨®n hace que la informaci¨®n que se posee sea todav¨ªa bastante imprecisa. El alto n¨²mero de reclusos drogadictos (30% del total), la tendencia a la pr¨¢ctica homosexual, el hacinamiento y la insuficiencia de medidas profil¨¢cticas avalan la hip¨®tesis que considera a las c¨¢rceles como un foco privilegiado de transmisi¨®n de la enfermedad, pero en realidad se carece todav¨ªa de un cuadro solvente de la situaci¨®n. Oficialmente, ning¨²n preso espa?ol ha muerto del SIDA en el interior de las c¨¢rceles, pero datos oficiosos apuntan que 16 de los muertos del SIDA en 1986 contrajeron la enfermedad en prisi¨®n.
En las pruebas de detecci¨®n del virus que se han hecho entre reclusos que en principio podr¨ªan ser m¨¢s propensos al virus, principalmente drogadictos, ha resultado que el 50% eran portadores de anticuerpos positivos del SIDA, es decir, que han mantenido contacto con el virus. Aunque ser¨ªa impropio extrapolar estos datos a toda la poblaci¨®n penitenciaria, parece evidente que existe una alta probabilidad de que un importante porcentaje de ¨¦sta est¨¦ contagiada. Estad¨ªsticas oficiosas -las oficiales no existen o se desconocen- precisan que del 15% al 17% de los internos est¨¢n incubando actualmente la enfermedad.
El reparto gratuito de preservativos para las comunicaciones vis a vis de los reclusos, el reciclaje del personal sanitario penitenciario, y la realizaci¨®n de un estudio epidemiol¨®gico, imprescindible para evaluar la expansi¨®n de la enfermedad en las c¨¢rceles espa?olas suponen iniciativas positivas que marcan el camino a seguir. La posibilidad de que se repartan tambi¨¦n Jeringuillas -es sabido que en Espa?a el 50% de los contagios comprobados viene de la utilizaci¨®n por var¨ªas personas de jeringuillas contaminadas- plantea sin duda numerosos problemas. Pero no creemos que deba ser desechada sin m¨¢s. Especialistas m¨¦dicos conocedores del problema deber¨ªan estudiar las razones a favor y en contra que resultar¨ªan de esa iniciativa. Lo que no resulta aceptable es que la cuesti¨®n sea desechada por temor a las campa?as demag¨®gicas, ya apuntadas, de la derecha m¨¢s reaccionaria. Porque frente a la amenaza del SIDA no cabe una actitud fatalista o pasiva, sobre todo, si es cierto, como afirman expertos e investigadores, que la enfermedad evoluciona a un ritmo que dobla el n¨²mero de casos cada seis meses.
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