Hugo, el hereje
NUNCA EN la historia futbol¨ªstica del Real Madrid se hab¨ªa producido el caso de que un jugador estrella de su plantilla manifestara el deseo de cambiar de club. Esta fue, en todo caso, una reivindicaci¨®n que interpretaron los suplentes y marginados, jam¨¢s aquellos que, por antonomasia, triunfando en el Real Madrid, se consideraban en la cima de todos los ¨¦xitos.El caso de Hugo S¨¢nchez, que conmociona ahora a la afici¨®n, debe situarse en este marco, donde adquiere realmente su car¨¢cter de esc¨¢ndalo. Sin tratarse de un crack, como es el caso del jugador mexicano, y sin tratarse del Madrid, el asunto cuenta con suficientes precedentes -con o sin el nuevo decreto sobre deportistas profesionales y su famoso art¨ªculo 16. 1 - y con toda la normalidad atribuible a la rescisi¨®n unilateral de un contrato.
El art¨ªculo citado, correspondiente a un decreto-ley de 1985, establece, seg¨²n se ha repetido tanto en estos d¨ªas, que cuando el deportista solicita la rescisi¨®n del contrato el club tendr¨¢ derecho a una indemnizaci¨®n, seg¨²n se haya pactado o se pacte y, en su defecto, seg¨²n dicten los jueces. Hugo tiene en vigor un contrato por cinco a?os a raz¨®n de 70 millones por a?o. De ese tiempo ha cumplido dos temporadas y ofrece unos 150 millones como indemnizaci¨®n. El Real Madrid le solicita cerca de 800, y ya es previsible que el futbolista recurra a la Magistratura de Trabajo.
Hasta ah¨ª todo es un asunto relativamente l¨®gico, dentro del mundo propio de una relaci¨®n laboral. Los enredos que sazonan el conflicto se encuentran, a qu¨¦ dudarlo, en los bastidores. 0 mejor, en esa parte del f¨²tbol que no obedece a las reglas de la raz¨®n jur¨ªdica, y entre ellas, a la clase particular de vinculaci¨®n entre un club, cargado de simbolog¨ªas, y un jugador al que se le supone, en principio, una adhesi¨®n m¨¢s all¨¢ de la que se juzga mercantilmente. El descubrimiento de la desafecci¨®n de Hugo S¨¢nchez a los colores del equipo donde, pese a todo, Butrague?o incluido, es una pieza capital, hace entrar en quiebra las fantas¨ªas b¨¢sicas del aficionado y, con ellas, la concepci¨®n que de un equipo y sus componentes se tiene en la cultura popular.
Hugo S¨¢nchez quiere triunfar y ganar m¨¢s dinero. Probablemente alg¨²n club vaya a pagarle el doble de lo que gana ahora en el Real Madrid. El argumento de su marcha es tan elemental, que s¨®lo si se atiende a lo que de componente tribal tiene la afici¨®n al f¨²tbol puede apreciarse la dureza que conlleva. Es por lo menos dudoso que a un ejecutivo de una empresa se le llamara "pesetero" por obrar as¨ª, y es seguro que esa categor¨ªa de "pesetero" no resultar¨ªa peyorativa del todo para ¨¦l. Pero querer irse de un club de f¨²tbol, y m¨¢s a¨²n si es uno tan mitificado como el Real Madrid , sin mediar otra raz¨®n que la del dinero es casi una ofensa para los seguidores del equipo. Aqu¨ª reside la clave. La decisi¨®n de este jugador pone en cuesti¨®n la supremac¨ªa del mito sobre el poder del dinero. Otros clubes espa?oles pasaron ya por esta experiencia de paganizaci¨®n futbol¨ªstica, pero para el Madrid es la primera vez. El futuro, sin embargo, como demuestra el caso de Llorente y, en otros sentidos, los de Maradona o de Schuster, camina en la direcci¨®n que sigue Hugo. Los clubes tienden cada vez m¨¢s a ser sociedades an¨®nimas, sus actuaciones se acercan al mundo del espect¨¢culo y los aficionados han de irse haciendo a la idea de que son sobre todo clientes que pagan y no feligreses que comulgan y elevan preces. Por eso, si la pretensi¨®n del Grupo Popular -uno de cuyos dirigentes, Alberto Ruiz Gallard¨®n, sucede que es abogado del Real Madrid en este conflicto- de que se derogue el famoso art¨ªculo 16.1 va en esta l¨ªnea, su derogaci¨®n parece justa y necesaria, siempre que se sustituya con una legislaci¨®n m¨¢s avanzada y no se cree un vac¨ªo legal que har¨ªa posible de nuevo la vigencia del feudal derecho de retenci¨®n.
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