La calle
Ven¨ªa Solana, desmarcado del mogoll¨®n, sujet¨¢ndose las gafitas: "No hay raz¨®n para un enfrentamiento entre el Gobierno y UGT". Los reporteros audaces del transistor recogimos sus palabras. Ven¨ªan los bloques compactos de UGT, pe?ascosos contra el crep¨²sculo urbano, cuando parece que todas las calles van a dar al mar: "Que cambien a los ministros econ¨®micos". Era su cantiga. A Camacho y a Redondo se les ve¨ªa juntos m¨¢s que nunca, entre los recrecidos micr¨®fonos primaverales, como adelfas de McLuhan. Se dec¨ªa que el debate est¨¢ en el PSOE, hasta el punto de que el ugetismo de Redondo ha eclipsado como un poco el izquierdismo de Pablo Castellano.Los salarios siempre mueven m¨¢s que los principios. Los mineros invad¨ªan Madrid con linternas de galer¨ªa, como un sem¨¢foro personal en la frente. Los sindicatos retaban al Gobierno con movilizaciones en la calle, y las cumpl¨ªan. Las organizaciones agrarias pon¨ªan en marcha el tractor en toda Espa?a, un tractor con voluntad de tanque. Justo Fern¨¢ndez: "Sin acuerdo socialista, UGT ser¨¢ aut¨®noma". O sea, que le arrancaba un arma al Poder de su propia panoplia. La gente lo ve¨ªa, pero no lo cre¨ªa. Los mineros de Hunosa cobrar¨ªan este mes un 40 por 100 menos. Y encima, como un nibelungo sin anillo, Cuevas quer¨ªa mayor dureza de las c¨¢maras de comercio con el Gobierno.
El l¨ªder de UGT, desde detr¨¢s de su barriga, reivindicaba al socialismo, enfrent¨¢ndose al Gobierno. Y entre las muchedumbres escarpadas, una afilada sombra, L¨®pez de Letona: "La pol¨ªtica de este Gobierno no es de izquierdas ni de derechas". Un comentarista lo ha dicho: "La calle tiene m¨¢s prestigio que las Cortes". Por eso uno es cronista de la calle. Losdos grandes sindicatos ven¨ªan, como un Escorial y un Guadarrama de sombra, denunciando la "flexibilidad laboral", que entienden como despido. Parada dice que en UGT manda Comisiones. Izquierda Socialista quer¨ªa descabalgar a Solchaga y los cr¨ªticos del PSOE se decantaban por UGT. El obreraje andaba ya ceguer¨®n, con esparadrapos en la cara. Pero estuve en el Banco Exterior y Miguel Boyer, serio y tranquilo, presentaba el libro de Eguillor/Garc¨ªa Lorca, Poeta en Nueva York. Las se?oras de media tarde asent¨ªan a todo, esperando el momento de los emparedados. Boyer ha desatado esta pol¨ªtica "liberal" enEspa?a, y sus seguidores est¨¢n conteniendo al pueblo por el procedimiento de meter un pie entre la puerta y el marco.
Felipe Gonz¨¢lez, que tuvo a la calle en pie por dos veces, para aclamarle, ahora tiene a toda Espa?a en pie para exigirle. Quiz¨¢ empiece a comprender lo importante que es la calle como drag¨®n de siete cabezas, y no la calle como tribuna y pachanga. ?l va a ganar siempre las justas en el Parlamento, pero el estado de la naci¨®n es el estado de la calle (campus universitario, fincas y minas). La calle es que no se termina nunca. Todo es calle, presidente, un pa¨ªs es su calle y esta calle volver¨¢ a votar alg¨²n d¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.