La 'fronda' universitaria
AIRES DE fronda recorren la Universidad espa?ola. Tres a?os y medio despu¨¦s de ser aprobada en el Parlamento la ley de Reforma Universitaria (LRU), estudiantes y una parte del estamento docente acusan al Gobierno de invadir la autonom¨ªa universitaria y condicionar, en el mejor, estilo del despotismo ilustrado, la reforma de los planes de estudio. Concentraciones, huelgas y manifiestos paralizan, de forma irregular y desde hace semanas, los recintos universitarios, con especial incidencia en las facultades de Letras y Humanidades. Pese a que el eco de estas protestas ha sido escaso, son cada d¨ªa m¨¢s numerosos los centros que se incorporan al movimiento. Para hoy est¨¢ previsto que comience una huelga general, cuyo objetivo no es otro que el de paralizar el proceso de reforma de los planes de estudio y establecer una nueva base de negociaci¨®n de todo el proceso. La protesta, como las crecidas de los r¨ªos tras el deshielo, arrastra intereses diversos: catedr¨¢ticos que temen ver relegadas sus disciplinas, estudiantes que recelan del futuro profesional y un sinfin de rumores de dificil clasificaci¨®n.El proceso, hasta ahora, ha sido el siguiente. El Gobierno consider¨® necesaria, para llevar a cabo la reforma de los estudios universitarios, la elaboraci¨®n de unas normas . generales a las que se adaptasen los planes de estudio de cada -universidad, con el razonable objetivo de mantener cierta homogeneidad entre las distintas universidades. Para ello, el Consejo de Universidades -compuesto por todos los rectores, los consejeros de Educaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas con competencias en la universidad y 15 miembros designados, a partes iguales, por las c¨¢maras y el Gobierno- elabor¨® unas directrices generales y luego constituy¨® 16 grupos de trabajo, formados por expertos., en su mayor¨ªa catedr¨¢ticos, que deb¨ªan pronunciarse sobre cuestiones tales como normas generales, t¨ªtulos, duraci¨®n de los estudios, materias b¨¢sicas que deben formar parte necesariamente de los planes de estudio, etc¨¦tera. El resultado ser¨¢ un borrador que, si lo aprueba el Consejo de Universidades, se enviar¨¢ a las universidades para consulta p¨²blica. Las normas as¨ª aprobadas servir¨¢n de base para los futuros planes de estudio, que cada facultad y cada universidad tendr¨¢n que elaborar.
En consecuencia, el marco de participaci¨®n de los estudiantes en la reforma es, por tanto, el de cada universidad. Y es all¨ª donde la batalla, en caso de que deba darse. tendr¨ªa coherencia interna. Por otra parte, y hasta el momento, la protesta estudiantil contrasta grandemente con el absoluto silencio observado por algunos rectores, como s¨ª la cosa no fuera con ellos. Se parece al reciente silencio, igualmente inconcebible, que observaron cuando los estudiantes de ense?anzas medias salieron' a la calle, entre otros motivos, para reclamar la supresi¨®n de la selectividad en el acceso a la Universidad. Imp¨¢vidas, cuando no desde?osas, las cabezas de nuestra universidad asistieron silenciosas a un debate p¨²blico sobre qui¨¦n deber¨ªa acceder a la instituci¨®n que ellos rigen.
Que los estudiantes no sigan en esto el ejemplo de los rectores y se movilicen porque les preocupa el estado de la Universidad es razonable e incluso necesario. Otra cosa es que pretendan ignorar todo el complejo proceso pol¨ªtico que dio lugar a la ley de Reforma Universitaria y cuestionen desde un asambleismo m¨¢s propio de ¨¦pocas en las se carec¨ªan de los derechos b¨¢sicos m¨¢s elementales la legitimidad de una ley que ha pasado adem¨¢s por el Tribunal Constitucional.
La manipulaci¨®n, la demagogia y la confusi¨®n encuentran ¨²ltimamente terreno abonado en una sociedad en la que los reaccionarios gustan de disfrazarse de liberales y de llamar derechos adquiridos a las prebendas. Mezclar el problema de futuras titulaciones universitarias con los horarios de las ense?anzas medias -porque se suprimen horas lectivas de determinadas materias- no hace m¨¢s que a?adir confusi¨®n a la encubierta defensa de intereses corporativos.
As¨ª, a falta de un debate organizado en su ¨¢mbito propio, se ha producido una zarabanda en la que cada cual, basado en tal o cual aspecto parcial de la proyectada reforma, ha tocado a rebato sobre la agresi¨®n que supuestamente se preparaba contra la propia corporaci¨®n, bien porque se iban a suprimir determinados t¨ªtulos o porque se crearan otros en competencia con los actuales. A lo que se ve, la ense?anza del corporativismo es una asignatura con futuro.
La baja calidad de la ense?anza, por una parte, y la angustia ante un futuro profesional incierto, por otra, explican la protesta estudiantil. Pero no es halagando paternal o demag¨®gicamente, por el mero hecho de que sean j¨®venes, a los estudiantes como podr¨¢ mejorarse la situaci¨®n actual. Cuando existen cauces democr¨¢ticos de participaci¨®n en claustros y juntas de facultad, la glorificaci¨®n nost¨¢lgica del asamble¨ªsmo, a veces con la temerosa aquiescencia de las autoridades acad¨¦micas, equivale a hacer virtud de lo que fue necesidad en tiempos pasados.
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