Entre el documento y la ficci¨®n
Madrid es una pel¨ªcula de corte sencillo, pero que se hace enrevesada a causa de las complicaciones que en ella introduce, desde fuera con m¨¢s frecuencia que desde dentro, su autor.Comienza Madrid como una obra de investigaci¨®n objetiva -la busca de los signos de la identidad de una ciudad desparramada- que se convierte en subjetiva a medida que su autor la transforma en investigaci¨®n sobre s¨ª mismo. Es obra de im¨¢genes cuya acumulaci¨®n les hace experimentar un giro y mediante ¨¦l se hace poco a poco obra de conceptos, de tal manera que sus concreciones se vuelven progresivamente abstracciones.
Patino ha puesto transparencia en una ligera ficci¨®n y ha combinado esta ficci¨®n con un material documental de montaje, unas veces procedente de tomas del Madrid de hoy y otras del Madrid hist¨®rico. Pero el filme va dejando de lado tanto la ficci¨®n como el documento y tiende a servirse del choque entre ambos para preguntarse sobre la propia idea que del cine tiene su autor. As¨ª deriva Madrid hacia una especie de ensayo especulativo sobre filosof¨ªa de la imagen, redactado unas veces con palabras y otras con lenguaje de cine, de buen cine. La pel¨ªcula es por tal causa desequilibrada, pero a ratos es muy bella y emotiva.
Madrid
Gui¨®n y direcci¨®n: Basilio Mart¨ªn Patino. Fotograf¨ªa: Augusto Fern¨¢ndez Balbuena. M¨²sica: Carmelo Bernaola. Producci¨®n espa?ola, 1987. Int¨¦rpretes: R¨¹diger Vogier, Ver¨®nica Forqu¨¦, Mar¨ªa Luisa Ponte, Antonio Gamero, Ricardo Cantalapiedra, Luis Ciges, Paco Valladares, F¨¦lix Dafauce, Jos¨¦ Mar¨ªa Pou, Ricardo Solfa, Luis Barbero. Estreno en Madrid: cines Conde Duque, Imperial La Vaguada.
Querer y poder
De lo dicho se desprende que Madrid es un filme inicialmente extravertido que deriva hacia un filme introspectivo. Las bondades y las insuficiencias de la pel¨ªcula se aprietan alrededor de las duplicidades enunciadas: trata, m¨¢s que de Madrid, del propio Patino, e insiste no tanto en lo que la c¨¢mara ve como en lo que su autor no ve, o ve confusamente, a trav¨¦s de ella.El filme produce en el espectador unas veces la impresi¨®n de que quiere m¨¢s de lo que puede y otras de que quiere dos cosas distintas que no acaban de conjugarse enteramente. Esta quiebra interior -el no entero acuerdo entre las preguntas abstractas del ojo humano y las respuestas concretas del ojo ¨®ptico- es el aspecto m¨¢s discutible de este, por otra parte, personal¨ªsimo ejercicio de Patino, embarcado como anta?o en proyectos coherentes con su maestr¨ªa como cineasta de montaje.
Lo menos convincente del filme es su insistencia en la condici¨®n de caos del Madrid que indaga. Una cosa es el caos y otra el embarullamiento, y si, como dijimos, Patino ha puesto inteligibilidad y v¨¦rtebras en la parte de ficci¨®n, no ocurre otro tanto con la parte documental, que a veces resulta poco menos que ininteligible y produce sensaci¨®n no de caos, sino de arbitrariedad. Para filmar el caos se requiere mucho m¨¢s orden en la filmaci¨®n del que Patino impone a la materia documental capturada por su c¨¢mara.
La pel¨ªcula emociona, divierte e inquieta, le hace buscar a uno lo que ella busca, pero decepciona en la parte final, al provocar verbalmente un exceso de inc¨®gnitas que casi nunca alcanzan equivalencias visuales profundas, como si la palabra y la imagen actuaran en Madrid sobre dos registros diferentes de la sensibilidad del receptor. El filme merece verse porque genera hambre, pero hay que advertir que su visi¨®n no sacia ese hambre que genera. Si, como dice el autor, "Madrid es una ciudad sin terminar, hecha a la medida del hombre", esta bella idea no es aplicable a su pel¨ªcula, que no es una ciudad y s¨®lo puede considerarse realizada a la medida del hombre cuando est¨¢, al contrario que su Madrid, realmente terminada. Expresar el inacabamiento requiere un exquisito acabado.
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