Mujer en la Iglesia
"?Cu¨¢nto he de esperar a¨²n para ser ordenada? Estoy sufriendo". As¨ª rezaba uno de los carteles exhibidos en la conferencia Mujeres en la Iglesia, organizada en Washington por cat¨®licas feministas hace unos meses. Se traslada as¨ª al ¨¢mbito religioso ese narcisismo que ha llevado a los soci¨®logos a hablar de la d¨¦cada del yo. Como ha observado con perspicacia Tom Wolfe, "el gran e inesperado dividendo del movimiento feminista ha sido el de elevar un status com¨²n -mujer madre de familia- a la categor¨ªa de drama".Probablemente, muchas de estas feministas cat¨®licas eran antes monjas que ense?aban en una escuela parroquial, o feligresas de misa de doce que echaban una mano en una catequesis o dirig¨ªan el servicio de asistencia social. Ahora han salido del status com¨²n para saltar a las candilejas: son las protagonistas del drama del yo femenino oprimido por la estructura de la Iglesia.
La que antes ten¨ªa que esforzarse por captar la atenci¨®n de unos ni?os distra¨ªdos, ahora apenas tiene que mover un dedo para que la televisi¨®n se ocupe de ella. Si antes se entrevistaba con el p¨¢rroco, ahora dialogar¨¢ con la Conferencia Episcopal.
Cuando tantos y tantas abogan por resaltar el papel de los laicos y empezamos a enterarnos de que no hace falta vestir sotana para aspirar, mediante la pr¨¢ctica de las virtudes, en grado heroico a la santidad, saltan las feministas y abogan por la clericalizaci¨®n del bello sexo. Y cuando empezamos a enterarnos de que el cristianismo es servicio y olvido de s¨ª, ¨¦stas dan la impresi¨®n de que s¨®lo aspiran al mando. .Me temo que estas aspirantes al sacerdocio femenino s¨®lo dar¨ªan lugar a un tipo de Iglesia m¨¢s clerical y ordenancista, que har¨ªa a?orar la opresi¨®n patriarcal.-
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