Yugoslada despu¨¦s de Tito
EL MOVIMIENTO de huelgas en Yugoslavia ha alcanzado en este mes de marzo una amplitud desconocida hasta la fecha. Es cierto que las huelgas no son un fen¨®meno excepcional en dicho pa¨ªs. Pero en a?os anteriores han tenido un car¨¢cter m¨¢s bien espor¨¢dico, como respuesta a problemas locales. Esta vez el movimiento se ha desencadenado como una protesta airada de miles de trabajadores, pr¨¢cticamente en todas las rep¨²blicas, contra una ley del Gobierno federal anulando aumentos de salarios ya concedidos y obligando incluso a la devoluci¨®n de cantidades ya ingresadas por encima de los topes legales. En un pa¨ªs en el que la inflaci¨®n alcanz¨® el 96% en 1986, muchos trabajadores se encontraron de pronto con una ca¨ªda sustancial de sus salarios, que fue el detonante de las huelgas. ?stas se hicieron sentir con m¨¢s fuerza en los centros industriales de Croacia, Eslovenia, Serbia, pero abarcaron tambi¨¦n a empresas de servicios, a centros sanitarios y docentes en todo el pa¨ªs.El Gobierno encabezado por Branko Mikulic, acosado por una crisis grav¨ªsima, con una deuda exterior cercana a los 20.000 millones de d¨®lares, se ha fijado como objetivo esencial reducir la inflaci¨®n, y para ello necesita bloquear los precios y los salarios. En esta dif¨ªcil coyuntura se han manifestado ciertas contradicciones propias del sistema yugoslavo, que se basa en una descentralizaci¨®n muy acusada; no s¨®lo entre las ocho rep¨²blicas y regiones aut¨®nomas que integran la Federaci¨®n, sino tambi¨¦n entre las empresas. La autogesti¨®n de ¨¦stas, en una etapa de ampliaci¨®n del espacio del mercado en la econom¨ªa, ha facilitado una din¨¢mica de aumentos de precios y salarios y ha llevado a un aut¨¦ntico c¨ªrculo vicioso. Ante las medidas dr¨¢sticas adoptadas por el Gobierno central, desde Belgrado, para intentar cortar esa din¨¢mica, no s¨®lo han surgido recelos en las rep¨²blicas, sino las protestas y las huelgas en las empresas.
La primera reacci¨®n del Gobierno fue la de responder con la dureza: partiendo de que una l¨®gica econ¨®mica implacable impone el bloqueo de salarios, se quiso obligar a los huelguistas a renunciar a sus demandas. El jefe de Gobierno hizo unas declaraciones que identificaban las huelgas con maniobras pol¨ªticas para desestabilizar al r¨¦gimen, recalcando incluso que se contemplaba la posibilidad de recurrir al Ej¨¦rcito en defensa del sistema. Esa tesis deformaba una realidad evidente: las huelgas hab¨ªan estallado por unas causas econ¨®micas que afectaban de modo directo al bolsillo de los trabajadores. En el seno de la Liga de los Comunistas y del Gobierno afloraron discrepancias, y ¨¦ste, a los pocos d¨ªas, tuvo que dar marcha atr¨¢s y anunciar que se autorizar¨ªan subidas de salarios en determinadas condiciones. Los t¨¦rminos, sin embargo, en los que el Gobierno de Belgrado ha hecho marcha atr¨¢s en sus decisiones dejan todo el margen a la suposici¨®n de que se trate simplemente de un movimiento t¨¢ctico en el que lo esencial de la operaci¨®n de atrincheramiento salarial se mantenga. Por ese motivo, una parte de las acciones huelgu¨ªsticas continuan en un clima de expectativa ante la aplicaci¨®n de las nuevas normas, aunque la mayor¨ªa de las empresas hayan vuelto al trabajo. La relativa paz social de esta maneta restablecida es, por tanto, precaria, expectante. La ciudadan¨ªa ha retirado una parte de su cr¨¦dito al poder. Eso en un Estado de dif¨ªcil homogeneidad nacional como el yugoslavo es especialmente grave.
Aunque las dificultades econ¨®micas ocupan el primer lugar en el panorama yugoslavo, cobran a la vez consistencia las corrientes que, sobre todo en los terrenos cultural e ideol¨®gico, pero tambi¨¦n en el pol¨ªtico, tienden a ensanchar los espacios de la libertad de cr¨ªtica y de debate. Las aspiraciones nacionalistas salen a la superficie en diversas rep¨²blicas, particularmente en Eslovenia, la rep¨²blica de m¨¢s alto nivel econ¨®mico, y en Croacia a la que la lengua une a Serbia, el trasicional poder dominante en el pa¨ªs, pero de la que tambi¨¦n una tradici¨®n cultural y religiosa muy distinta la separa. A la vez la agitaci¨®n nacional de la mayor¨ªa albanesa que habita en la rep¨²blica aut¨®noma de Kosovo acaba de componer un cuadro poderosamente centr¨ªfugo. Entre la juventud se desarrollan las reivindicaciones ecol¨®gicas y antinucleares, se pide respeto a la objeci¨®n de conciencia y mayores cotas de libertad; el clima se asemeja al de los j¨®venes en los pa¨ªses occidentales. Desde la muerte de Tito, si la posici¨®n de no alineamiento de Yugoslavia no ha sido puesta en cuesti¨®n y la pol¨ªtica exterior es uno de los grandes cimientos del r¨¦gimen, en cambio ciertos aspectos no secundarios del sistema pol¨ªtico son discutidos y criticados, incluso en sectores de la Liga de los Comunistas. Hasta ahora, con pasos adelante y retrocesos, no parece haber prevalecido la l¨ªnea dura. Pero poner freno a los t¨ªmidos pasos de liberalizaci¨®n no ayudar¨ªa a solucionar mejor los problemas econ¨®micos. M¨¢s bien ocurrir¨ªa todo lo contrario.
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